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Lanús - Independiente, dos equipos que cumplieron con lo que indica la tabla: mal partido y un empate sin historia
El resultado (1-1) fue merecido, chato, con más golpes que fútbol, con más ganas que cerebro, fiel a la triste actualidad de dos equipos con el rumbo extraviado
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Cuando se enfrentan dos equipos que vienen torcidos, el pronóstico anuncia dientes apretados y juego con limitaciones. Puede fallar, pero por lo general se cumple. Lanús e Independiente no fueron ninguna excepción. Empataron 1 a 1 dejando muy poco para guardar en la memoria, incapaces de escapar a la mediocridad que los ahoga y al fondo de una tabla de posiciones que los castiga con total merecimiento.
Suele decirse que las estadísticas están para romperse, pero hasta que llega ese momento indican tendencias, pautas, también paternidades o karmas, según desde cuál vereda se mire. Antes de que Facundo Tello soplara el silbato por primera vez en la colmada Fortaleza (hubo banderazo previo como muestra de apoyo pese a la flojísima campaña), la historia reciente mostraba datos concluyentes. En el último lustro Independiente y Lanús se habían enfrentado 8 veces, con 5 victorias del granate y 3 empates; el Rojo no ganaba un duelo por torneos locales desde 2014 y en el estadio del Sur desde 2006.
Con semejantes antecedentes, era lógico imaginar dos obligaciones principales para los dirigidos por Julio César Falcioni: mantener un grado máximo de concentración en defensa para evitar desventajas prematuras y agudizar la eficacia en el área de enfrente para alterar el sistema nervioso rival. Es decir, exactamente lo contrario de lo realizado por el conjunto de Avellaneda en los 45 iniciales aunque coherente con su presente gris.
Todavía se estaba acomodando el partido tras un arranque dominante del Rojo (sin la menor profundidad) y una posterior mejoría del local a partir de que Tomás Belmonte empezara a hacerse notar en la mitad de la cancha, cuando a los 20 y después de un despeje en un córner, Raúl Loaiza despachó un centro “a lo que salga”. La defensa visitante adelantó su línea, salvo Alan Soñora, que lo hizo al trote. Suficiente para habilitar a Franco Troyansky y José Sand. El ex de Unión la bajó como pudo y Pepe definió como sabe para festejar su gol número 15 frente a Independiente.
Un cuarto de hora más tarde, Soñora intentó reivindicarse. Recibió libre y abrió la pelota hacia la izquierda para dejarlo a Damián Batallini cara a cara con Fernando Monetti. El delantero surgido en Argentinos Juniors se perfiló para rematar de derecha y mandó el disparo por encima del travesaño.
Entre un desaguisado y otro, el Rojo repitió las coordenadas que lo han conducido a los puestos más retrasados de la tabla. Posesiones largas y estériles, escasez de talento y confianza para buscar con decisión el arco contrario y fallos individuales groseros en la zona donde se deciden los partidos.
Lanús, una vez hecho su negocio de acertar en la primera ocasión, solo tuvo que apretarse en los últimos 30 metros de la cancha para ofrecerle a Monetti un largo lapso de tranquilidad. Si ya de por sí el equipo de Frank Kudelka había presentado una nutrida defensa de cinco hombres más dos volantes con mucha aplicación en la marca, el 1 a 0 acentuó su postura también desde la posición en el campo y alcanzó el objetivo de irse al vestuario con el marcador a su favor.
Lo mejor del partido
La segunda parte mostró un Lanús apenas un poco más atrevido. Con el empuje de Brian Aguirre por derecha y los inteligentes movimientos de Troyansky para encontrar espacios vacíos a espaldas del doble cinco visitante intentó durante un rato cambiar la imagen. No tuvo puntería en varios remates desde media distancia y lentamente fue retornando a la cautela, consciente de la inoperancia del adversario pero sin tener en cuenta que meterse muy atrás también es una manera de tentar al rival a atacar, incluso aunque le escaseen las ideas.
Aprovechó la invitación el Rojo. Empujó, sumó gente en ataque, y en un centro a los 37, Juan Manuel Insaurralde la bajó de cabeza y Leandro Benegas conectó un frentazo cruzado que entró “llorando”.
Fue empate. Merecido, chato, con más golpes que fútbol, con más ganas que cerebro, fiel a la triste actualidad de dos equipos con el rumbo extraviado y a unas estadísticas que ratificaron su vigencia.
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