Las lágrimas de Carlo Ancelotti, un símbolo de los homenajes en el mundo a Diego Maradona

Carlo Ancelotti es un embajador. Fue un buen futbolista, es un extraordinario entrenador, pero sobre todas las cosas que exceden al mundo del balón, es un gran hombre. Lo quieren, lo respetan, lo admiran casi todos. A los 61 años, después de ganar todo en las entidades más grandes del planeta, enseña táctica, estrategia y humanismo en Everton, un conjunto de segundo orden de la Premier League.
De eso se tratan la educación y la pasión: de compartirlas. En el sábado futbolero desgarrador en todos los rincones del mundo -hasta en Srinagar, India, un partido se jugó con camisetas azules y blancas, con el 10 y "Maradona" en las espaldas, todos iguales, detrás de una pelota-, el italiano contiene las lágrimas de un modo frustrante, conmovedor: caen igual, impertinentes, por sus mejillas.
Es el momento en el que los jugadores de Everton y Leeds aplauden con la gratitud de haber visto, aunque más no fuera en un video de Youtube, alguna maravilla de Diego Maradona sobre el campo de juego. Marcelo Bielsa, en cambio, mantiene la frialdad habitual: reprime su emoción golpeado las palmas, serio y con una carpeta debajo del brazo izquierdo.
Un momento inolvidable
Carlo Ancelotti emotional during the tribute to Diego Maradona [R] pic.twitter.com/3Zgynh5Cj6 &- Football Daily (@footballdaily) November 28, 2020
Es un sábado imposible. Eso debe de estar pensando Carletto, cuando mira el césped y espía el letrero gigante -parecido en casi todos los escenarios- con la leyenda "Diego Armando Maradona 1960-2020". O al infinito, lo mismo da. Debe de estar recordando que no podía sacarle el balón, cuando Diego lo llevaba atado a su zurda, en algún Roma-Napoli o con la camiseta de Milan.
"Tengo un buen recuerdo de él. Fuimos rivales y luego fuimos amigos. Tuvimos una buena relación. Era una gran persona, muy humilde; siempre me agradó como persona. Es una gran pérdida, los recuerdos todavía están allí. En ese momento fue el mejor del mundo; al menos, el mejor con el que me enfrenté. Era difícil de frenar, tenía mucha calidad. Había que frenarlo con dureza, pero nunca se quejaba", cuenta. Los medios ingleses, respetuosos de las normas, enérgicos frente a la ilegalidad, le preguntan por la Mano de Dios.

Carlo ríe. "Bueno, fue mano. Pero el árbitro no la vio. Fue un partido muy importante; no se puede explicar a Maradona por una mano. Podés explicar lo que hizo en México '86. A esa copa la ganó prácticamente solo. La ganó solo", explica. En Inglaterra, en España, en Italia, en nuestro medio, en la ahora Copa Diego Maradona, en todos lados caen lágrimas de recuerdos. Hay más congoja que gambetas.

En Francia, Neymar y sus compañeros de Paris Saint-Germain se ponen una camiseta con la cara del 10 dibujada. Ingresan a la cancha con "La mano de Dios". "Adiós al 10, descansa en paz", dice una bandera, en español, en una de las tribunas del magnífico Parque de los Príncipes. Darío Benedetto marca un tanto de penal y lo dedica a su memoria, con el índice izquierdo señalando la imagen enrulada, con la leyenda -que se replica en otras canchas- "AD10S". Preso de una emoción contenida, Diego Simeone aplaude con ímpetu, mientras mira al cielo en Mestalla, durante el minuto de silencio en la antesala de Valencia vs. Atlético de Madrid. La postal se replica: pisando el círculo central, aplausos, silencio y posiblemente lágrimas, siempre en ese orden.
Como Paulo Dybala en Juventus y tantos otros que recorren el mundo: cuando se está lejos de casa, el sentimiento es más profundo. Su aplauso resulta más conmovedor. Todos los goles de los argentinos en el mundo tienen un mensaje al 10, como el de Lucas Boyé para Elche, mirando al cielo. En Borussia Dortmund vs. Köln hay camisetas de la Argentina en las gradas. También en otros deportes, como el rugby.
La ofrenda del rugby
La camiseta negra con el número 10 y el apellido "Maradona" que Sam Cane, el capitán de los All Blacks, deposita frente a los jugadores argentinos antes de realizar el tradicional haka es una ofrenda de respeto en Newcastle. La imagen queda archivada para la eternidad. Y deja un poco expuestos a los jugadores argentinos, más allá del elocuente 38-0: los Pumas sólo exhiben un brazalete negro.

En nuestro medio, el primer homenaje en la reanudación del torneo es la estación Avellaneda, en el Cilindro. En el centro de la escena, un atril con la imagen del mejor Diego, el del '86, besando la copa. Banderas, fotografías, canciones en su honor. En un video aparecen las mil vidas que tuvo Pelusa, hasta como entrenador de Racing. "Te sufrimos, te admiramos, te festejamos.", se ve antes del ingreso de los equipos, vestidos con camisetas celestes y blancas, con una silueta del Diego, en el aire, levitando. El minuto "de aplausos" es emocionante: una pelota y un barrilete vuelan al cielo, con el relato de Víctor Hugo Morales de fondo y la canción de Rodrigo como indispensable melodía.
La emoción en el Cilindro

"El Barrilete cósmico" se replica en otros escenarios, a medida que van presentándose los partidos, con la misma idea de la Liga Profesional de Fútbol. Pero el dolor desgarrador se da en Liniers, porque juega Gimnasia, contra Vélez. La última vida de Maradona fue como entrenador del Lobo. Los globos blancos, ofrecidos al más allá, despiertan el dolor más genuino, sobre todo en los jugadores del club más sufrido. Como Víctor Ayala, el más conmovido, el que no puede parar de llorar, el que aprendió a ejecutar tiros libres en el crepúsculo de su carrera.
Maradona, Ayala y los tiros libres
El 5 de octubre del año pasado, Gimnasia se impuso por 4 a 2 frente a Godoy Cruz, en Mendoza, con dos disparos de Ayala. "El paraguayo Víctor llegaba muy cerca de la pelota para pegarle. Y le pegaba al cartel de Fernet Branca que está arriba del arco. Entonces, yo le digo «Víctor, ¿por qué no te parás un poquito antes? Y pensá a dónde la vas a tirar». «Bueno, Diego. Sí, cómo no» [lo imitaba Maradona). Y se acostumbró a frenarse un poco. Cuando hizo el primer gol, me vino a decir: «¡Me frené antes!». Él le pega con un caño, pero no es mérito mío, es todo de él. Yo sólo le hice una sugerencia...".
Así era Diego.

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