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No existen vacunas que detengan una epidemia que sobrevuela la cercanía del Mundial. La sobrecarga física del masacrante fútbol actual y el miedo psicológico a quedarse fuera de la primera Copa del Mundo del siglo XXI se asocian para que al parte de lesionados, casi a diario, se le sume un apellido tras otro, desde todos los puntos cardinales. No hay conjuro salvador. Ni la mágica poción de Asterix. Sólo una aprensión acechante que se sostiene en dos pilares: hay un dato real y es que en la recta final de los campeonatos es normal que se registren tantas bajas. Pasa año tras año, pero ahora se agiganta porque luego no vendrán los habituales meses de receso en el Viejo Continente sino que, nada menos, se jugará el Mundial. Y el otro motivo es incomprobable, pero está muy enquistado en el folklore futbolero: la psiquis y sus temores a lastimarse les tienden una celada traicionera a los futbolistas. Es la tan temida y bien bautizada mundialitis.
Las lesiones tienen un efecto demoledor. Y cuando aparecen impactan más porque resultan impredecibles. En tres días, el técnico italiano Giovanni Trapattoni se quedó sin dos de los soldados más combativos del medio campo azzurro. Primero, Demetrio Albertini (Milan) fue dado de baja por una lesión en el tendón de Aquiles del pie izquierdo –además, nunca había conseguido recuperarse completamente de una operación en la rodilla de la misma pierna, efectuada el 9 de mayo de 2001–, y luego Gianluca Pessotto (Juventus), tras comprobarse la rotura de los ligamentos cruzados anteriores de la rodilla derecha.
Pero si de talento se trata, Italia tampoco contará en el Lejano Oriente con, quizás, el ídolo más grande que conserva en la actualidad: Roberto Baggio. Y para su ausencia, si bien ésta ha sido decidida por Trapattoni, los imponderables físicos entrometieron su ponzoñosa cola. El volante de Brescia volverá a jugar mañana frente a Fiorentina, consumando así prácticamente un milagro porque se cumplirán 77 días de una delicada operación donde le reconstruyeron el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Pero Trapp no está confiado en su vuelta. “Quiero gente sana” , advirtió el DT italiano antes de adelantar que sus delanteros en el Mundial serán Christian Vieri, Marco Delvecchio, Alessandro Del Piero, Filippo Inzaghi y Vincenzo Montella. El esfuerzo récord de Baggio, de 35 años, no le permitirá sumarle a una envidiable foja de servicio su cuarto Mundial.
La ansiedad puede volverse otro venenoso enemigo. Es que están los jugadores que día a día le imploran a los dioses. Como el delantero portugués Sa Pinto (Sporting, de Portugal), que aún no sabe si los tiempos de recuperación de sus ligamentos de la rodilla derecha –optó por un tratamiento y desestimó la operación– le permitirán ser uno de los protagonistas del Grupo D junto con los rivales Corea del Sur, Polonia y Estados Unidos. O el volante inglés David Beckham (Manchester United), que se repone de la fractura del segundo metatarsiano del pie izquierdo y ruega que las seis u ocho semanas de restablecimiento sean suficientes para volver a las canchas como capitán del equipo británico en la 17° Copa del Mundo.
Y también figuran los futbolistas que hace tiempo aceptaron su destino de contratiempos. Como el atacante alemán Alexander Zickler (Bayern Munich), a quien una operación en el bíceps de la pierna derecha, a fines de marzo último, lo condenó a mantenerse durante tres meses lejos de las canchas. Y el goleador turco Sergen Yalcin (Galatasaray) tras la rotura de los tendones de la rodilla derecha, en febrero último.
Claro que el fantasma que desde hace tiempo castiga a los futbolistas es la rotura de ligamentos. Y en la ruta hacia el Mundial, algunos jugadores también sufrieron ese maleficio devastador. El volante francés Robert Pires (Arsenal) se rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda y el entrenador Roger Lemerre perdió una pieza clave en el medio campo del actual campeón del mundo. Como Marcelo Bielsa también extraña a Nelson Vivas (Internazionale), a quien la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha lo ha dejado con una posibilidad en cien de jugar el Mundial, aunque él sigue corriendo una frenética carrera contra el reloj. Claro que si se trata de sumar apellidos a las inquietudes de Bielsa, el DT hace tiempo se enteró que no podría contar con Eduardo Berizzo (Celta) por la fractura del tobillo derecho. Y ni hablar del susto que provocaron la lesión de Diego Simeone, ya en carrera, o los diez puntos de sutura en el labio inferior de Gabriel Batistuta, que lo marginaron del amistoso del miércoles último con Alemania.
Pero también conviven con los partes médicos algunas rarezas. Ausencias ya no impuestas por desgarros, roturas de ligamentos o fracturas. Es el caso del delantero brasileño Luizao (Gremio), un jugador de extrema confianza del entrenador Luiz Felipe Scolari que tenía su lugar asegurado en el Mundial y ahora corre serio riesgo de perderlo por... toxoplasmosis. Sí, una infección parasitaria, transmitida especialmente por los gatos, y que ataca principalmente al sistema nervioso central.
Participar de una Copa del Mundo es único. Marca una bisagra en la vida deportiva de un jugador. “Un gran futbolista debe al menos haber participado en un Mundial, de lo contrario faltará siempre algo muy importante en su carrera”, confesó alguna vez Iván Zamorano. No poder pertenecer es una sensación que hoy sufren, entre otros, los holandeses, los colombianos, los búlgaros, los chilenos. los ghaneses o los yugoslavos. Ellos no estarán porque sus países no superaron el corte clasificatorio. Pero, además, el infortunio de las lesiones que acerca día a día un parte noticioso, está empecinado en sumar nuevas ausencias.
