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El humor y el estado de ánimo de Lionel Messi dependen de cómo le vaya en la Champions League. Ahí están depositadas sus máximas ambiciones. Es también la vara más rigurosa para establecer su nivel y vigencia futbolística. Los fracasos en las últimas cuatro temporadas lo empujaron a decidir que ya no valía la pena seguir intentándolo con Barcelona. Ni él lograba ser tan decisivo como años atrás ni el equipo iba a su rescate. No había prueba más rotunda y cruel que el 8-2 de Bayern Munich.
Cansado de la seguidilla de fracasos, pretendió ir por su quinta Orejona con otra camiseta, pero Barcelona lo encerró en un callejón contractual y lo obligó a insistir una vez más. ¿Será la última? Habrá que ver cómo procesa Messi lo que ocurra en una temporada que a nivel deportivo e institucional tiene a Barcelona con la incertidumbre de varios frentes abiertos. Por lo pronto, en medio de algunas divisiones internas en el plantel por la segunda rebaja de salarios que quiere aplicar el club, los dirigentes, con el cuestionado Josep María Bartomeu a la cabeza, dieron un paso al frente al anunciar las renovaciones de los contratos de Gerard Piqué, Marc Ter Stegen, Clement Lenglet y Frenkie De Jong. Una manera de ir despejando el camino para tratar de sentar en algún momento a la mesa de negociaciones a Messi, que a partir del 1° de enero está legalmente habilitado para negociar con otro su club su incorporación para después del 30 de junio.
Más que nunca, se impone el día a día, y la estricta actualidad marca que Messi y Barcelona empezaron una nueva Champions con un 5-1 a Ferencvaros en el Camp Nou. Un resultado que sirve para alejarse de la derrota ante Getafe del fin semana y para acercarse con mejores sensaciones al clásico ante Real Madrid del próximo sábado.
La goleada se abrió con un gol del N° 10, de penal, la vía por la que anotó sus últimos tres goles (uno ante Villarreal y el otro con el seleccionado frente a Ecuador). Esta dependencia de la pelota detenida anima a algunos sectores a pronosticar un declive goleador en alguien que supo establecer cifras estratosféricas, imposibles para cualquier otro futbolista y seguramente muy complejas de mantener para él, a los 33 años. Desde que el fútbol volvió a abrirse paso en medio de la pandemia, a partir del 13 junio, el rosarino anotó en 18 partidos nueve tantos, solo cuatro de jugada.

El Messi vivaz y explosivo se expresó antes de la media hora, en la acción que terminó con el penal que convirtió. Entre quiebres y gambetas dejó a tres rivales en el camino, hasta que lo bajaron con foul. La certera ejecución a la izquierda del arquero tuvo un significado extra para su carrera: se erigió en el primer futbolista que marca en 16 Champions consecutivas, con el récord personal de los 14 que hizo en el torneo 2011/12, que obtuvo Chelsea. El galés Ryan Giggs también marcó en 16 ediciones, pero no seguidas.
El campeón de Hungría, al que nunca había enfrentado, se constituyó en el 36° rival por la Champions al que Messi le convierte. Las víctimas de Cristiano Ronaldo alcanzan los 33 conjuntos. Por el torneo europeo, los únicos que se salvaron de la eficacia de Messi son Inter, Benfica, Udinese y Rubin Kazan.
?? ¡#Messi lleva 1??6?? temporadas seguidas marcando en la @LigadeCampeones! [R]Simply the best! [R]#ForçaBarça[R][R] pic.twitter.com/KC0Y5fbkHG&— FC Barcelona (@FCBarcelona_es) October 20, 2020
Así como la estrepitosa eliminación ante Bayern Munich encontró a Messi siendo un pasajero más de una alineación veterana –Barcelona fue el de mayor promedio de edad entre los cuartofinalistas de la burbuja en Portugal-, en este arranque triunfal se vio rodeado de un empuje juvenil. Ansu Fati y Pedri, ambos de 17 años, marcaron un gol cada uno. Es la primera vez en la historia de la competencia que dos futbolistas de esa edad anotan para un mismo equipo en un partido. No fueron los únicos rostros de aspecto adolescente: con Griezmann sentado en la tribuna como un suplente más, el extremo derecho lo ocupó Trincao, el portugués de 20 años que llegó procedente de Sporting Braga.

El técnico Ronald Koeman quedó conforme con esta mixtura generacional: "Hay gente nueva, joven, son muchos cambios, no se le puede pedir más al equipo en este momento. Tenemos un gran futuro, pero debemos estar tranquilos. Hay un margen de mejora, necesitamos tiempo". El volante Miralem Pjanic, que solo había disputado 27 minutos por la Liga de España entrando desde el banco, fue titular por primera vez, hasta que a 15 del final lo reemplazó Sergi Busquets, a quien se le dio un descanso con Real Madrid a la vista.
A Messi le toca liderar esta renovación generacional. Su primer festejo por la Champions fue el 2 de noviembre de 2005, con el tercer tanto en un 5-0 a Panathinaikos. Por entonces, Fati acababa de cumplir tres años y Pedri todavía tenía dos. Bastante activo y participativo, Messi dio inicio al gol de Coutinho –recibió un pase de taco de Fati- y asistió dentro del área a Dembelé, autor del quinto y necesitado de reivindicarse por su dispersión dentro y fuera de la cancha.

La noche no salió impecable para Barcelona porque con el resultado 3-1 fue expulsado Gerard Piqué, que agarró de la camiseta dentro del área a un delantero que iba a definir frente a Neto. El zaguero será una baja para enfrentar el miércoles próximo en Turín a Juventus, que sin Cristiano Ronaldo –en recuperación de Covid-19- superó en Kiev a Dinamo por 2-0, con goles de Álvaro Morata.
La Zona G no tiene mucho misterio ni cabe esperar sorpresas. Barcelona y Juventus deberían dirimir quién se clasifica como primero y segundo a los octavos de final, con Dinamo y Ferencvaros luchando por el tercer puesto que les permitirá continuar en la Europa League. Para Messi fue un comienzo placentero. De querer irse, allá por fines de agosto, a jugar todos los minutos en los cinco partidos oficiales de la temporada. Lo que siempre tuvo claro es que todo lo que venga, sea bueno o malo, lo encontrará dentro de una cancha.




