Martínez Quarta: una vida frenética, cómo vive la paternidad y el tatuaje que lo define
Año 2015: Lucas Martínez Quarta debutó en la Reserva, firmó su primer contrato, fue al banco con la primera y se fracturó el peroné de su pierna derecha. Año 2016: se enteró que iba a ser padre con su novia Agustina durante una pretemporada con la Reserva, debutó oficialmente en River y jugó como titular la final de la Copa Argentina, su primer título. Año 2017: nació su hijo Bautista, se afianzó como titular, marcó su primer gol, brilló en un superclásico y fue sancionado por siete meses por un extraño doping. Año 2018: volvió a jugar tras la suspensión, luchó por un lugar desde atrás, nació su hija Mía, fue titular en la primera final de la Copa Libertadores ante Boca, conquistó el título más soñado y conoció a su referente Sergio Ramos en el Mundial de Clubes.
De película. Frenética. Intensa. Así es la vida de Martínez Quarta. Tiene 23 años, 75 partidos en primera, seis goles, cinco títulos y una expulsión. Pero su espalda es mucho más grande de lo que muestran los números. Y su cabeza siempre busca encontrar la pausa justa. "En el fútbol todo es muy rápido, por eso trato de disfrutar cada día. Lo que vendrá, se verá. Hoy estás arriba y después estás abajo. El clic que hay que hacer es poder disfrutar", reflexiona el defensor en diálogo con LA NACION.
Lucas nació en Buenos Aires, pero a los dos años se mudó a Mar del Plata por el trabajo de su padre. A los cuatro comenzó su vínculo con el fútbol: Jorge Olguín, su profesor, lo vio en el jardín y le dijo a su mamá que lo llevara al Club Urquiza porque iba a ser futbolista. Allí inició su camino, luego pasó por Argentinos del Sud y Kimberley, hasta que River lo fichó a los 16 años tras una prueba en la ciudad balnearia. En su primer año, en 2013, Daniel Messina le cambió el puesto: de volante a marcador central. Y allí empezó el sueño que hoy es realidad.
–Gallardo hace foco en el vínculo especial de los jugadores de las inferiores con el club. ¿Es tan así?
–Sí, tenemos un sentido de pertenencia importante. Nos tocó crecer, debutar… y a muchos les ha aparecido la oportunidad para irse, como a Palacios, por ejemplo, pero ese vínculo hizo que se quede un tiempo más.
–Vos también pudiste emigrar: Celta de Vigo y otros clubes te han buscado…
–Sí, te hablo de Pala, Montiel u otros chicos que quizás tuvimos la chance de partir y nos quedamos. Es importante que sintamos eso por la camiseta y creo que se ve reflejado en el día a día y en cada partido.
–La mayoría de los jugadores recalca el concepto de unión. ¿Por qué?
–Tenemos algunos referentes que marcan el camino y los más chicos tratamos de seguirlos. Han hecho un muy buen trabajo de unión, por eso River hoy es una familia. Y el que llega también lo siente así, eso está muy bueno y después se ve reflejado en los resultados. Aunque no soy mucho de hablar, me siento identificado con los más chicos que se suman. Por eso trato de que disfruten y sean ellos: si están acá, es porque tienen con qué.
–¿Asumiste el gran desafío de reemplazar a Maidana. ¿Cómo lo llevaste?
–A principios de año se nos fue un jugador con mucha historia, un emblema del club. Y personalmente sentí que fui de menos a más, pero hoy estoy disfrutando de un buen presente. Siempre tuve la confianza del cuerpo técnico, al igual que de los compañeros: está muy bueno que confíen en uno. Eso, más la continuidad de partidos, termina siendo fundamental para seguir buscando el mejor nivel que tuve en un principio. En ningún momento tuve la desesperación para hacerlo, eso me jugó a favor y hoy puedo disfrutar.
–¿A qué atribuís tu irregular nivel durante 2018?
–El jugador necesita continuidad, más un defensor. Y también la confianza de creer en uno, a mí me faltaba eso. Pero son momentos, ninguno es regular al 100%, por eso traté de tomármelo tranquilo, no desesperarme y seguir trabajando día a día. Al volver al equipo titular este año, fue fundamental meterme en una defensa consolidada que venía de ser campeona de América.
–¿Por qué a River le cuestan los inicios del semestre?
–Puede ser que nos cuesten los primeros partidos. Eso sí: si vos ves lo buena que fue la pretemporada, no podés imaginar que vamos a sufrir. También hay virtudes de los otros equipos, pero nosotros queremos tomar la iniciativa contra cualquier rival y ya se empezó a ver otro River contra Cruzeiro y Lanús, más suelto y superior.
–La Sub-23 pateó los penales contra Cruzeiro… ¿qué te pasó por la cabeza?
–Y… estaba tranquilo porque ya había decidido dónde patear. Quizás tenía esa duda de errarlo, porque todos los penales que pateé fueron ahí. Encima el último que había pateado había sido en cuarta división contra Central, al mismo lugar, y me lo atajaron. Pero teníamos la tranquilidad de que Franco ya había tapado dos penales.
–Hay dos River: el copero y el del torneo local. ¿Ustedes lo ven así?
–La Libertadores es diferente, son 180 minutos en los que hay poco margen de error y te mentalizás de otra manera. Obvio que esa mentalidad con la que jugamos la Copa deberíamos tenerla siempre. Sabemos que somos capaces y trabajamos para eso, para ganar las dos cosas.
–¿Se deben una reivindicación en la Superliga? ¿Es una deuda?
–Nosotros queremos ganar todo. Después, está la seguidilla de partidos que a veces te obliga a hacer un desgaste enorme. Y encima la Superliga es muy pareja y hoy a River le salen a jugar como si fuese la final del mundo. Quizás, en ese desgaste, nos cuesta y nos hacen la diferencia por ese lado. Pero apostamos a ganar la Superliga, la Copa Libertadores y la Copa Argentina.
–¿Se piensa en la chance de otro superclásico copero?
–Está en la cabeza de todos los hinchas, pero nosotros sabemos que tenemos a Cerro Porteño y ellos tienen a Liga de Quito, dos muy buenos equipos. Para enfrentarnos tenemos que pasar. Vamos paso a paso.
–Ya pasaron más de ocho meses: ¿cómo son los recuerdos de la final? Te tocó jugar el primer partido de manera inesperada…?
–Mirá, me enteré tres días antes que iba a ser titular en la Bombonera. Después de un reducido, Marcelo nos comentó que una chance era jugar con línea de tres. Yo no me lo esperaba, pero es como dice siempre: cuando te toca, tenés que estar preparado. A mí me tocó en una final de Libertadores y los recuerdos son únicos.
–Casi hacés un gol de cabeza… ¿cuántas veces volviste a ver esa jugada?
–(Risas) Uhh, la vi un par de veces… pero el juez había cobrado falta me parece, igual me seguía agarrando la cabeza, eh. Hubiera sido lindo hacer el gol...
–¿Pudieron manejar las emociones tras el título?
–Fue algo único que va a quedar en la historia y hoy no somos muy conscientes por la exigencia que tiene el club, que te demanda volver a ganar otra Copa y el año que viene será igual. Cuando nos retiremos, nos daremos cuenta y vamos a tomar dimensión de lo importante que fue ganarle la Libertadores al máximo rival.
–¿Quién es Gallardo?
–Es un líder nato. Sabe los momentos en los que uno no anda bien y sabe cómo decirte las cosas. Es muy capaz para afrontar cualquier desafío, en cualquier club grande del mundo o en la selección.
–Imagino que igual querés que se quede…
–(Risas) Nooo, sí, obviamente. Y también hay que destacar a sus ayudantes, que no hay que olvidarse de ellos: Matías (Biscay), Hernán (Buján), Pablo (Dolce) y los profes, todos trabajan muy bien. Es un combo que hace que Marcelo pueda ser el gran técnico que es.
Cómo le cambió la vida ser papá, su caso de doping y el ave fénix que lo define
"Resurgiré las veces que haga falta para cumplir mis sueños". Lucas Martínez Quarta tiene un ave fénix tatuado en el cuádriceps de la pierna derecha y el 30 de diciembre de 2015 publicó la frase en su cuenta de Instagram junto con la foto del tatuaje. Por aquel entonces, tenía 19 años, jugaba en la Reserva de Luigi Villalba y en octubre había sufrido una fractura de peroné en esa misma pierna que frenó su envión, después de las primeras citaciones de Marcelo Gallardo, quien lo seguía muy de cerca.
Hasta que a mediados de 2016 recibió la noticia que le cambió la vida: iba a ser papá con su novia Agustina. A partir de ese momento, su vida hizo un clic para siempre. "Yo estaba en la duda, en la incertidumbre de qué me iba a pasar… y me tocó saber que iba a ser papá durante una pretemporada en Reserva. Y encima a los cuatro meses estaba debutando en primera. Fue todo rápido y no te da tiempo a disfrutar. Después mirás para atrás y tratás de disfrutar más cada día, cada entrenamiento y cada partido", le cuenta Martínez Quarta a LA NACION.
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Desde aquel momento, el "Chino" le hizo honor a su tatuaje y resurgió cada vez que un obstáculo se le presentó en el camino. Y hoy reconoce que su primer hijo Bautista (nació en marzo de 2017 y luego en septiembre de 2018 llegó Mía) fue un sostén vital para poder afrontar los momentos más difíciles y alcanzar su prometedor presente, tras el recordado suceso que lo marcó: en junio de 2017 se conoció su caso de doping –todavía sin responsables ni causas claras– por un diurético (hidroclorotiazida) en la orina en un partido de la Copa Libertadores que lo alejó, al igual que a Camilo Mayada, durante siete meses de las canchas.
–¿Cómo afrontaste la paternidad?
–A mí me cambió mucho la vida. Y fue fundamental para sostenerme. Yo recién había subido a primera una vez en 2015 y en 2016 la noticia me ayudó a mantener los pies sobre la tierra.
–¿Fue difícil manejar todo ese cúmulo de emociones?
–Siempre traté de respaldarme en mi familia, en no olvidar quién soy y de dónde vine, eso es fundamental para un chico. No equivocarse en los momentos en los que estás muy arriba. Eso fue clave para mantenerme. Después tuve un golpe fuerte y otra vez tuve que volver a ampararme en mi familia para poder salir a flote.
–¿Todavía pensás en lo que pasó con el doping?
–No, es algo en lo que ni pienso. Ya ni está en mi cabeza. Ahora trato de vivir el presente y lo que pasó, pasó.
–En las redes sociales, tu hijo Bautista es un hincha de River muy reconocido: mira los partidos, alienta en la tribuna, sabe el "Modo Oso" y hasta le hace goles a su ídolo Armani…
–Es increíble, es increíble. Y parece mentira, pero, así como lo muestro, es él. Por ahí lo traigo acá, ve a todos y se pone tímido. Pero en casa está todo el día con la camiseta y el short de River puesto. Queremos salir y es imposible sacarle la camiseta. Me salió muy fanático y ya hasta reconoce a algunos de los jugadores.
–Definí a Lucas Martínez Quarta
–Soy un chico muy familiero, que le gusta pasar tiempo con su familia y sus amigos. Disfruto mucho poder jugar con mis hijos, los llevo a pasear, a los jueguitos para que se diviertan. Me gusta mucho estar con ellos. Eso sí, soy bastante introvertido, no soy de hablar mucho. Pero el que me conoce sabe que soy buena onda (risas).
–¿Y en las concentraciones?
–Somos un grupo muy unido, entonces disfrutamos mucho tomar mate entre todos, jugar al truco o a la play…
–El torneo de play en Estados Unidos lo ganaron Enzo Pérez y Pratto, dos experimentados…
–(Risas) Sí, Enzo juega muy bien, ehhh. Lucas lo acompañó. Yo voy cambiando de compañero, jugué al principio con Palacios y no nos fue muy bien, me cambié con Beto Bologna, pero tampoco funcionó. Esas son cosas que nos unen, todo lo que sea compartir entre todos nos ayuda.
–En 2011 le pedías fotos a tus ídolos cuando iban a Mar del Plata y hoy te las piden a vos…
–Sí, el sueño que tenía yo es el mismo que el de cualquier chico que viene y te pide una foto. Pensar que uno estuvo de ese lado y hoy me toca estar de este… eso me hace entender también a ellos. Yo viví toda esa euforia y es algo increíble. Siempre digo: si alguno quiere llegar, hay que soñar y creerlo. Se puede.
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