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MENDOZA.- En Racing cambió el director de orquesta, pero los instrumentos continúan desafinando. La música no suena bien. Si los hinchas académicos creyeron que con la llegada del Coco Basile se vería un fútbol mucho más lírico y ultraofensivo, se equivocaron. Por ahora, Racing 2012 es un chasco que guarda muchas similitudes con el que ponía en cancha Diego Simeone: el orden táctico y la pulcritud a la hora de salir con la pelota. Pero que, como hasta fin de 2011, carece de contundencia a la hora de perforar a su rival.
Todo eso le pasó en esta ciudad, ante un Godoy Cruz que planteó el partido para no perder. Seis cambios hizo Nery Pumpido pensando en el compromiso por la Libertadores frente a Universidad de Chile por la Copa Libertadores. Para colmo, el partido se le puso de cara a Racing cuando el árbitro Lunati expulsó a Juan Carlos Falcón, quien se enojó por un caño del exquisito Gio Moreno en la mitad de la cancha y lo empujó. Ni aún así, con un hombre más adentro de la cancha, pudo Racing imponer el juego del creativo colombiano y su compinche Teo Gutiérrez.
Cierto es que ante la ausencia de los dos laterales titulares -Iván Pillud y Lucas Licht- Basile tuvo que dejar la línea de cuatro defensores y apostar por tres en el fondo. El 3-4-1-2 hacía pensar en un Racing ofensivo y vertical. Lo fue sólo de a ratos, que tenían más que ver con los destellos de calidad de Moreno que con una idea de juego colectivo. Por eso, cuando apenas se habían jugado tres minutos, Moreno encontró a Hauche, quien estrelló la pelota en el travesaño. Fue la única vez que el de delantero tuvo el gol en sus pies.
Al igual que cuando Simeone se sentaba en el banco de suplentes, Racing termina siendo morenodependiente . Tanto que Basile interpretó en el descanso que el talento del colombiano necesitaba un interlocutor válido. Por eso hizo ingresar a Patricio Toranzo, para que Racing monopolizara la pelota y, a partir de allí, acorralara a los mendocinos, que jugaban con uno menos.
Ocurrió. Racing se adueñó de las acciones y el guión del partido fue suyo. Pero aburrió a los 2500 hinchas que se hicieron el viaje a esta ciudad. Fue previsible y flojo. A sus jugadores les faltó una pizca de rebeldía para desatarse de los esquemas, pedir la pelota e ir para adelante. Moreno no puede jugar de defensor, mediocampista, enganche y delantero. El colombiano, después de todo, es humano.
Lo poco de bueno que había mostrado Racing se desmoronó en el gol local, creado por dos defensores. Zelmar García, lateral izquierdo, se inventó un pase entre líneas hacia el corazón del área. Allí apareció el goleador impensado, Leonardo Sigali -defensor central- para empujar la pelota y vencer a Saja. Los defensores académicos levantaron sus brazos y se quejaron al aire, sin respuestas.
El equipo todo, en realidad, se quedó sin respuestas y se ahogó en un mar de interrogantes. Algo está claro: si bien Moreno sigue siendo el distinto, su compadre, Gutiérrez, parece tener una marcha menos a la hora de buscar el gol. Sigue siendo igual de agresivo al luchar con los centrales rivales, pero no encuentra los caminos de la red. Igual síntoma padece Gabriel Hauche, quien se supone que debe hacer el trabajo de irse por las bandas y darle de comer al goleador colombiano. Nada de eso.
Claro que en las pocas veces que Racing intentó, apareció Nelson Ibáñez. Ante Valentín Viola y frente al mismo Moreno, el arquero desbarató el peligro con pies y manos. A Racing la derrota deberá servirle de lección para saber qué será de su vida en el Clausura. Regresa a Avellaneda envuelto en dudas. Sobre algunos de sus futbolistas y, sobre todo, sobre el nivel de su juego colectivo, que arrastra viejos vicios y nuevos errores.