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Rosario Central empató sin goles con Newell´s
Con mucha fricción y poco juego, el clásico rosarino finalizó 0-0
Uno de los clásicos más flamígeros del país se consumió con la levedad de un fósforo. El ardor derivó en tibieza. Los más de 40.000 hinchas de Central no quisieron ser severos con el discreto rendimiento del equipo. Prevalece la gratitud hacia ese registro histórico de haber ganado por primera vez cuatro clásicos consecutivos. Llegaron entusiasmadísimos al Gigante, con ánimo para festejar el quinto, hundir más a este Newell's en caída libre y sentarse a la mesa de la lucha por el título. Pero la realidad fue mucho más austera, y como caerle encima al equipo hubiera sido una ingratitud, la bronca la canalizaron hacia Newell's. Lo acusaron de ser miedoso y de haber tenido una actitud de "equipo chico".
Lo que consiguió el conjunto de Bernardifue detener su profunda hemorragia, restaurar un poco la autoestima. Es cierto, el resultado es uno más para engrosar una racha aciaga que ya acumula ocho partidos sin triunfos (cuatro empates y cuatro derrotas), con un solo gol (Scocco, de penal) en esos 720 minutos. Pero el significado es diferente, porque como pocas veces en años, Newell's llegaba en situación de inferioridad anímica y futbolística. Diecinueve puntos y 17 puestos separaban a Newell's de Central. Semejante brecha la acortó con una gran capacidad de lucha, mucho sacrificio y un cuidado extremo por defender su arco.
Pasaron poco más de dos años del título conseguido con Gerardo Martino. Quedan varios nombres ( Cáceres, Víctor López -los dos fueron titulares en los cuatro clásicos perdidos-, Villalba, Maxi Rodríguez, Mateo, Tonso, los lesionados Scocco y Figueroa), pero ayer no hubo ni vestigios de la idea de juego asociado, ambicioso, de tenencia y circulación de la pelota. La idea de continuar con ese estilo no fructificó con Berti ni con Raggio. Se procuró un nuevo reflote con Bernardi, pero tras un debut auspicioso (3-0 ante Racing), el equipo entró en un oscuro túnel del que no acaba de salir, aunque ayer haya visto una tenue luz.
Para reaccionar, Newell's se olvidó de sus fuentes futbolísticas. Optó por una vía conservadora, de autoprotección. Un planteo 5-3-2 replegado que es casi un afrenta al legado del Tata. Pero los tiempos obligan a aunar voluntades para la lucha y el sacrificio. Un llamado al que deben acudir por igual los veteranos (López, Cáceres, Bernardello, Maxi Rodríguez) y los jóvenes que se asoman a primera (Unsain, Escobar, Báez, Denis Rodríguez, Boyé). Una mixtura casi sin generación intermedia, salvo por los 26 años de Villalba. El espíritu al que se apeló quedó reflejado en Boyé. El delantero de 19 años que el miércoles llegó de River hizo tres prácticas con sus nuevos compañeros y ayer jugó con compromiso y atrevimiento. A pesar de que lo acompañaron muy poco, supo aguantar la pelota, la cuidó, no se intimidó por la presión de Pinola y estuvo cerca del gol con un remate de media distancia.
Newell's sufrió por la poca incidencia de Maxi Rodríguez. A los dos minutos se perdió un gol frente al arco. Tímido, apagado, seguramente pagando la factura de una semana en la que se planteó si vale la pena seguir jugando en un medio en el que algunos enajenados manifiestan su malestar con el equipo con tres disparos de bala al frente de la casa de su abuela.
De la tensión nadie se escapa. Y algunos responden a eso con provocaciones, como ocurrió con Bernardi, que con el dedo índice en gesto circular les recordó a los hinchas locales la falta de vueltas olímpicas. Central no jugó a lo campeón, a pesar de que el "Chacho" Coudet había dicho que para ellos "era como la final del mundo". Lo fue por los nervios y todos sus derivados: imprecisiones, errores y algunas trifulcas al borde de las expulsiones que Abal prefirió remediar con tarjetas amarillas.
A Central le faltó un creativo como el lesionado Cervi (su transferencia a Benfica está acordada) para romper el cerrojo rival con una gambeta o un pase interior. La fórmula local se redujo a la apertura a los costados y los centros. Lo poco que cabecearon Larrondo y Donatti fue en posición incómoda y sin potencia. Y del goleador del torneo Marco Ruben, autor del gol del triunfo hace un mes y medio en el Parque de la Independencia, no hubo noticias.
Central chocó contra su impotencia y Newell's se conformó con el empate reparador que fue a buscar. Alguien recordó bajando las escaleras del Gigante que ayer se volvió a los empates feos que eran costumbre en los clásicos de la década del 90. La tarde soleada estuvo hermosa, y a 50 metros del estadio, quienes estuvieron en la orilla del Paraná, la habrán disfrutado más.
El clásico rosarino se jugó 165 veces en Primera División. Rosario Central tiene una ventaja de siete juegos, con 49 victorias, 42 caídas y 74 empates.
jpb/ae
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