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DUBAI (De un enviado especial).- Cada tanto, a los periodistas acreditados en el Mundial Sub 20 nos llegan invitaciones con diversos recorridos turísticos. Una fue para conocer el Burj Al Arab, el hotel más lujoso del mundo, para el que se creó la séptima estrella de excelencia, tal como habíamos adelantado. No se podía dejar pasar semejante oportunidad, más aún si se tiene en cuenta que para conocerlo cualquier turista debe pagar 70 dólares.
Dubai no es el emirato más rico en petróleo. Prácticamente ya agotó sus recursos naturales y mantiene algunas reservas. Pero el dinero que genera su poder financiero se percibe a cada paso. Tanto como para ofrecer un hotel como el Burj Al Arab sin ruborizarse. De vidrio y acero, con la forma de un velero y montado sobre una isla artificial sobre el mar.
El guía, un paquistaní menudo de piel aceitunada, habla un perfecto inglés. Se mueve ágil por el impactante hall de ingreso. Aún no se puede ingresar a ese espacio interior con peceras gigantescas, escaleras mecánicas y fuentes danzantes perfectamente sincronizadas. Antes se debe escuchar las advertencias sobre las fotografías, que sólo podrán registrarse sin la presencia de huéspedes.
La recorrida comienza en el medio de un ambiente mágico. Como si se tratara de un sueño dorado, casi irreal. Los materiales que se encuentran son los más caros que existen sobre la tierra. Granito azul proveniente de Brasil, pisos de mármol, paredes de mármol de Carrara y alfombras persas incrustradas sobre mosaico. Esto sin contar los 2000 metros cuadrados de láminas de oro 22 kilates que se pegan en parte de las paredes, en las columnas y en sus techos como flores silvestres.
Todo esto apabulla en el camino hacia el restaurante del piso 27, desde donde uno puede comer casi como si se estuviera suspendido en el aire. Allí el champagne más caro, una botella de Chaute d’Yqem, cuesta 1700 dólares, y el vino más cotizado, un Vega Scilia-Ribera del Duero, está en US$ 1440. Con todo el mar y la costa para contemplar, desde las alturas, a unos 200 metros aproximadamente, se pueden apreciar los chorros de arena que salen despedidos desde el agua. Se eyecta sedimento marino para la realización de otra obra fastuosa: islas artificiales con la forma de una palmera. En "The Palm" se emplazarán viviendas en el medio del agua.
La fascinación no termina. Basta con ingresar a la suite presidencial que ocuparon los presidentes Bill Clinton y Nelson Mandela, y el futbolista David Beckham en sus últimas vacaciones. Un espacio de 630 metros cuadrados, dividos en dos pisos, con pasadizos por todos lados y un mobiliario con las más onerosas telas y maderas, cuesta alrededor de 6000 dólares por noche. Todo aquello que sea dorado es oro, desde la grifería hasta las manijas de los cajones. Y en los baños no recuerdo ni uno de los colores primarios que no haya sido trabajado en todos sus tonos. Ni hablar de la cama, en donde uno puede soñar con vivir así todos los días.
Los clientes habituales del Burj Al Arab no llegan en ómnibus de excursión como yo lo hice. Aquellos que paguen 1700 dólares por la habitación más barata llegarán en limusinas Rolls Royce, y quienes se gasten 30.000 en el loft de tres pisos, descenderán en la cúspide de la torre, donde está el helipuerto. Allí donde el paraíso vertical termina en forma de vela.


