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Marketinera al ciento por ciento, de escasos resultados en el circuito, con un tenis que insinúa más de lo que concreta, los argentinos podrán, dentro de cuatro días, disfrutar por una tarde de Anna Kournikova, la princesa rusa de 18 años que cautiva a propios y extraños durante el circuito con una belleza que, seguramente, la hubiera catapultado a la fama por más que no se hubiera inclinado hacia el deporte blanco.
Sensual en sus movimientos, siempre le gustó mostrarse. Desde los 12 años, cuando se paseaba por el US Open diciendo que en el futuro sería una gran jugadora hasta estos días, cuando sabiendo que todas las cámaras la apuntaban se sentaba en la platea que fuera del Melbourne Park para presenciar los partidos del ecuatoriano Nicolás Lapentti -supuestamente el hombre que la tiene cautivada- y del australiano Mark Philippoussis, también señalado como otro de los que hacen cola para ser candidato de la chica 10 del circuito. Ni qué hablar de su romance con Sergei Federov, un jugador de hockey sobre hielo, también ruso, del cual se especuló que se trataba de una maniobra comercial de la firma que manejaba los negocios de ambos. Nunca se los veía juntos, salvo en los certámenes más importantes, donde podían ser mirados por la prensa del mundo.
La rival de Steffi Graf en la exhibición que se realizará el sábado próximo en el Buenos Aires Lawn Tennis Club mantiene la costumbre de estar siempre acompañada por su madre, Alla. Ya sea en los courts, en la sala de jugadores o en las producciones fotográficas que la convierten en la niña mimada del torneo en el que participe. ¿Un ejemplo? Adidas, uno de sus sponsors, eligió Roland Garros para el lanzamiento de una vestido amarillo que sirvió para que la bautizaran como la Golden Girl (la Chica de Oro) y, además, empapelaran todo París con su foto.
Magnetismo, glamour, romances, victorias importantes y alguna que otra derrota soprendente, nuestro país la recibirá como novena del mundo, su mejor ubicación desde que se hizo profesional, en 1995. Con una particularidad: nunca ganó un torneo. Como singlista, lo mejor de Kournikova fueron las finales de Hilton Head (1999) y Lipton (1998) y la semifinal en Wimbledon, en 1997, en un cóctel de tenis y prensa que la convirtió en la presa favorita de los medios ingleses.
Los diarios sensacionalistas de Inglaterra se encargan de buscar imágenes de los sectores más pudorosos de las chicas. Annita, bien asesorada, siempre jugó con calzas debajo de su vestido. Pese a todo, no pudo evitar que la apodaran Pop Korn.
Pero, como citamos anteriormente, es más lo que produce el envoltorio que el contenido de la chica, que maneja varios idiomas y que abandonó su Moscú natal a los 11 años para instalarse en la academia de Nick Bolletieri, en Brandenton. Al que cambió recientemente por Eric van Harpen, con quien se entrena en doble turno porque, según dijo, ahora sí quiere ser la Nº 1 del mundo.
Anna Kournikova llegará por primera vez a Buenos Aires en la mañana del viernes. La chica de los movimientos sensuales, supuestamente contratada por una firma de lencería que le abonaría a cambio 17.000.000 de dólares, sabe que muchos le pondrán los ojos encima. Es que a ella también le encanta vivir de eso.



