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Nacho Fernández brilla en Brasil: el recuerdo de cómo le costó la adaptación en River, que extraña su clase
En poco tiempo, el volante se convirtió en figura de Atlético Mineiro, entre goles y asistencias; se ríe y hasta canta; la comparación con aquellos primeros tiempos en el Monumental, cuando no encajaba en el estilo Gallardo
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Ignacio Fernández no tenía destino de grandeza. Asomaba en Gimnasia, pero precisaba minutos, fuego sagrado sobre el campo de juego. Ese espacio lo encontró en Temperley, en donde marcó 10 goles y aportó 9 asistencias en 30 partidos en la temporada 2011/2012. Volvió al Bosque, en donde cada día jugaba mejor, era un volante de salón, de quite, llegada y panorama, táctico y hábil, que llegó en silencio a River durante 2016. Marcelo Gallardo ya era el dueño del Monumental, con la Copa Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015 en las vitrinas. Y todavía faltaba lo mejor.
No era el Nacho de hoy: el que juega en todas las posiciones del medio campo y el ataque (volante, enganche, sombra del número 5 metedor y hasta wing izquierdo), le costaba la adaptación, no se sentía suficientemente cómodo. El Muñeco lo fue llevado de a poco: más de una vez fue relegado al banco de suplentes, rodeado de compañeros que brillaban, el Sordo escuchaba elogios y reproches, casi por partes iguales. Volante indescifrable, de rústica gambeta, el ánimo no andaba por las nubes.
Figura y dos goles en un clásico para Mineiro
“Cuando llegué a River lo que más me costó fue adaptarme al ritmo, a la intensidad de los entrenamientos, también me costaba encontrar mi lugar en la cancha, pero me fueron ayudando para convencerme de que podía hacer ciertas cosas”, explicó Nacho, tiempo atrás, en una charla virtual.
La intensidad del estilo Gallardo era una exigencia demasiado fuerte para un joven con rasgos de madurez, pero lejos de la estirpe que hoy muestra, a los 31 años. “Los volantes tienen que ser pacientes y desarrollar la lectura de juego tanto en los movimientos propios como en los del rival, porque muchas veces es más importante un movimiento de alguien que no tiene la pelota que del que la tiene”, explicaba.
Con la pelota y sin ella, Nacho se convirtió en el Cerebro, otro de sus apodos. “No importa si tocás poco la pelota, sino que cuando lo hagas seas productivo, el pase firme y una buena recepción son muy importantes. Cuando sos chico lógicamente querés tener contacto con la pelota, meter goles, pero lo importante es aprender a jugar en equipo, no querer sobresalir y eso te va a hacer destacarte y es lo que te va a llevar a jugar en Primera”, reflexionaba.
Hoy brilla en Atlético Mineiro. River lo extraña, pero Nacho no extraña a River. Se ríe, aprende rápidamente el idioma portugués y hasta baila, según se puede ver en algunos registros digitales. Es feliz: lo consiguió rápidamente en Brasil, una situación impensada, si se recuerda cómo le costó encontrar su lugar en Núñez. Y no solo eso: en sus primeros años de carrera. “Al principio me tocó cambiar de equipo y no tener mucha continuidad, pero nunca dejé de creer en mí y de trabajar fuerte para poder conseguir cosas”.
Los goles de Nacho en River
Gallardo le enseñó a ser un mediocampista más completo. Y hoy lo extraña: no tiene un reemplazante natural y el juego de equipo audaz tiene sus altibajos. José Paradela hace el mismo camino: le cuesta encontrarse en River, luego de ser parte del Lobo. “No siento presión cuando me comparan con Nacho Fernández porque sé cómo es él, hemos hablado y somos parecidos. Espero lograr algo de todo lo que él consiguió y estar a la altura de lo que pide el club. En River me recibieron de la mejor manera y eso me sorprendió para bien porque significa que es un lindo plantel. Estoy muy feliz”, contó el volante, que juega poco en el conjunto millonario.
Lo elogiaba Diego Maradona, lo admiraba Juan Román Riquelme. Los primeros tres partidos de Nacho Fernández en Atlético Mineiro son sensacionales. Contra Coimbra: gol, asistencia, jugada decisiva (le cometieron el penal). Frente a Caldense: asistencia. Contra América Mineiro: dos gritos y triunfo en el clásico. Son rivales sin demasiada jerarquía, es cierto. Pero Nacho ya está adaptado. Gallardo lo mira a la distancia, con una cuota de nostalgia.
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