

Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.
Tanto le machacaron con los errores de la defensa que River se olvidó de atacar. Tanto le dijeron que el tridente Aimar-Angel-Saviola ganaba partidos solo que decidió abandonarlo a su suerte, bien lejos del grupo más compacto. Tanto le costó a River su falta de actitud que la punta se le escurrió como resultante más lógica. Y a Independiente le sucedió algo similar. Tanto le espetaron sus carencias anímicas que tomó la determinación de llevarse por delante a River, pero sin detenerse a pensar que al vértigo hay que sumarle profundidad.
River no fue el River que se había trepado al primer lugar. Independiente tampoco fue el Independiente que padecía eternamente en su defensa ni el equipo sin carácter que muchos criticaban. Hubo un cambio de personalidades en el clásico -no entre ellos, que quede claro-, y eso convirtió al partido en un espectáculo más ilógico de lo que ya supone un encuentro de fútbol.
River, el equipo-show que agradaba, se convirtió en un elenco apático, triste, con un celo excesivo de su arco, casi temeroso de atacar como mejor sabe. Independiente, el conjunto que no había despertado demasiadas emociones, se entusiasmó con los lujos de Marioni (generalmente, más efectistas que efectivos) y con un juego por afuera que le permitía abrir la cancha y llevar peligro en bloque.
Tácticamente, dentro de un encuentro que se jugó casi siempre en terreno de River, el dibujo de Ramón Díaz quebró en dos a su equipo: cuatro defensores y tres volantes (Coudet, Astrada y Escudero)para recuperar. Una vez que la pelota se conseguía, que se arreglaran arriba Aimar, Angel y Saviola. No subían los laterales (salvo Placente en el segundo tiempo), no se iban los carrileros y, para colmo, la pelota llegaba sucia como consecuencia de unos despejes defensivos apurados por la buena presión de Independiente.
Enzo Trossero, algo más audaz, pero sin descuidar tampoco a las estrellas coyunturales de River (por momentos armó un cerco de cinco jugadores para los atacantes rivales), soltó a los laterales y les dio vuelo a los volantes. El problema fue que su equipo no tuvo profundidad. No pudo entrarle a un River con temores en Sarabia, con descuidos en Trotta y con tareas opacas de Escudero y Astrada, pero también con solidez en Yepes y con la colaboración de un bloque de siete hombres para despejar el peligro.
Mientras Angel y Aimar anduvieron bien, River creyó que su planteo resultaba el correcto. Después, cuando crecieron Milito y Pena, cuando salió Saviola y cuando los despejes de la defensa de River resultaban cada vez menos eficaces (la pelota volvía en cuestión de segundos), se dio cuenta de que estaba más cerca de perder que de ganar.
Independiente también confió en su diagrama. Ganó la posesión, arrimó gente y copó el campo adversario, pero falló sistemáticamente cuando debió lastimar. De todas maneras, siempre creyó que estaba más cerca de ganar que de perder.
El resultado dirá que no hubo diferencias. Puede engañar. La actitud se encargó de marcar esos matices que River ahora sufre en la clasificación.



