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Y por qué no se va a ilusionar la gente, si los tres de arriba andan como anoche. Por qué no, si el tridente Aimar-Saviola-Angel le permite ver que al cansancio se le pueden anteponer la calidad y el punch. Habrá agotamiento físico. Quizá también haya algún tipo de agotamiento mental. Pero todo queda en un segundo plano cuando los que saben aúnan su categoría.
Ese es el mensaje que dejó River anoche, tras su clarísima e ilusionante victoria por 3 a 1 sobre Universidad de Chile, por la segunda fecha del Grupo 4 en esta Copa Libertadores que, desde 1995, lo tiene ininterrumpidamente como candidato.
Y eso que al comienzo no le resultó tan redondo el encuentro. Angel y Saviola se chocaban, no había demasiado acompañamiento de los volantes y, para colmo, los defensores chilenos cerraban muy bien cualquier atisbo de desnivel local.
En esa tónica se dio el partido hasta que, a los 17 minutos, Aimar arrancó su mejor noche del año. Gancedo quiso habilitar corto a Saviola, pero su pase imperfecto se desvió hacia el centro del área de la U. Nadie esperaba que el balón derivara hacia allí, salvo Angel, que corrió velozmente, eludió a Vargas y, con un ángulo cerrado, envió el centro atrás para la entrada solitaria de Aimar.
Universidad de Chile no reaccionó, y River se tomó de esa punta para crecer. Aimar entró en confianza con su mejor fútbol y, con ese acicate, la noche del 28º partido invicto de Gallego empezó a ganar forma.
A Aimar inmediatamente se le sumaron Angel y Saviola para colaborar en el desbande defensivo rival, y River empezó a gustar.
Del medio para atrás, Yepes fallaba, los volantes no subían y el resto apenas si acompañaba. River no era gran cosa como equipo, pero sí resultaba terminante con sus atacantes.
Y la U seguía sin oponer siquiera una pizca de coraje. Se las arreglaba para detener al tridente con faltas por aquí, faltas por allá. Y así llegó el 2 a 0, tras un foul a Saviola que Aimar, mediante un tiro libre, transformó en gol.
Con una evidente diferencia de jerarquía entre ambos conjuntos, el foco del partido se mantuvo en todo aquello que pudiera realizar River. Aimar, Angel y Saviola se filtraban por cualquier resquicio defensivo de los chilenos y ahora a ellos se les sumaba un crecimiento colectivo necesario. El plus lo marcaban los de arriba, pero ya era otra cosa.
Un poco más firme la defensa, más equilibrado y con mayor despliegue el medio campo, River se mostraba claramente superior. Incluso, la tranquilidad por la actuación -y por el resultado también, obvio- le permitía florearse con algún número ensayado por Placente y Gancedo en la izquierda del medio campo, con toques por el aire en medio de un "ole" que encendía a la tribuna.
Y mientras esas diferencias se agigantaban al trasladarse al ánimo de unos y otros (era un equipo sin alma contra otro enchufadísimo), Aimar tiró una pared magnífica con Saviola y, en el penúltimo toque, dejó solo a Angel. El 3 a 0 resultaba clarísimo, sintético y, sobre todo, merecido.
A partir de allí, River reguló un poco más, dejó que Universidad de Chile se acercara a Bonano e incluso permitió que le descontara con un cabezazo de Clarence Acuña.
Pero no importará en el análisis final, por más que esa diferencia de dos goles parezca exigua. River jugó bien y encima recuperó a Aimar y a Saviola. Cómo pedir cautela, entonces, si la gente se retiró con una ilusión perfectamente fundamentada...



