El factor clubes en el camino de Jaguares
Oscar Hueso Halle fue entrenador y formador durante más de medio siglo. En Belgrano Athletic, su club, dirigió desde la Primera hasta cuanta división hubo. Lo hizo hasta los 81 años. Siempre, como tantísimos otros en la historia del rugby de clubes, de modo voluntario. Su ciclo final estuvo vinculado con los Menores de 15 junto a su hermano de la vida, Eamon Horan. Le gustaba entrenar duro y ganar, pero más aún divertirse. Fue un cultor de eternos terceros tiempos después de las prácticas en los días de semana. Su espíritu de rugbier queda resumida en una anécdota que me cuenta Alejandro "Tinker" Voltán: "Hueso nos entrenó en la cuarta división, en 1967/1968. Nuestro gran rival era CUBA y en ese entonces tenía un jugador desequilibrante, Roberto Negri. En un partido decisivo, a Negri lo expulsan en el primer tiempo. En el descanso, Hueso le fue a pedir al referí que lo dejase entrar".
Halle, inside o apertura en su época de jugador, se fue de gira el pasado 28 de junio a los 83 años después de sufrir un ACV. En el entierro, al cual acudieron decenas de amigos del rugby de todo el abanico de clubes, su hijo mayor, Diego, leyó una carta junto a su otro hermano y sus dos hermanas, en la que decía: "Se nos infla el pecho cuando nos dicen: ‘¿Sos el hijo del Hueso?’. Inmediatamente sigue un ‘¡qué fenómeno tu viejo!’ Lo dicen los chicos, los grandes, los de Belgrano, los del CASI, los de Italiano, los de CUBA, los del SIC, los de los clubes del Interior, el encargado de tu edificio y el del club, tus compañeros del trabajo, los de bochas. Todos te quieren".
Gracioso, cuentero, dandy, Hueso Halle se ganó el respeto por sobre todas las cosas. En este momento de esplendor del rugby argentino con la actuación fantástica de Jaguares, Halle sirve de ejemplo para destacar lo que significa el rugby de clubes para la Argentina. Esa base indispensable sobre la cual después se construye la historia. En el rascacielos que hoy se levanta con el profesionalismo, hay unos 10 primeros pisos que le pertenecen a los clubes y luego otros tantos a los que a lo largo de más de 100 años (la UAR está cumpliendo 120) mantuvieron viva la leyenda de la camiseta celeste y blanca. Cuando se habla de un proceso de 4 años para Jaguares y 11 para lo que es el campo asalariado, debe irse mucho más atrás, porque en ese camino nada se podría haber hecho sin los clubes.
Gonzalo Quesada lo manifestó no bien concluyó la histórica temporada en el Súper Rugby. Puso a los clubes, a los cientos de Halles anónimos que dan sin recibir nada a cambio, en el orden que se merecen al hablar de un éxito de una plataforma profesional. No es nuevo en él. Cuando dirigió al Stade Française en la final del Top 14 que ganó, en sus auriculares tenía bien visible el escudo de Hindú, su club. Esa cultura es única en el mundo y sigue siendo el sello distintivo.
Unos años atrás, cuando se iniciaba el Pladar en el país y había cruce de cartas por todos lados, sentadas, dardos y discusiones sin fin, el presidente de la entonces IRB (hoy World Rugby), el francés Bernard Lapasset, me dijo en un aparte después de un almuerzo: "En Francia pasamos por esta misma pelea, pero ustedes tienen algo que no existe en ningún lado: esos clubes maravillosos donde se respira rugby por todos los rincones".
Halle entrenó a Tomás Cubelli y a Francisco Gorrisen, integrantes de unos Jaguares que alcanzaron la cima de sus fronteras en la identidad que venían buscando desde el primer día. Hay que reconocer a estos jugadores, a sus distintos entrenadores y al proceso que llevó adelante la UAR. El plantel ha emocionado con su juego de nivel internacional y con ese ADN que todos traen desde sus clubes. Es un factor hecho en casa, lo que tiene aún más valor. Homenajear a Oscar Hueso Halle en nombre de tantísimos otros es, simplemente, mirar la foto completa.
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