Las figuras de Los Pumas en el triunfo ante Japón y las dudas que se despejaron con miras al partido ante Gales por el Mundial de rugby
Los puntos altos de una victoria que depositó al conjunto de Michael Cheika en los cuartos de final
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NANTES, Francia. La emoción, por sobre todos los sentimientos y los argumentos, se apodera del mediodía de Nantes. Hay abrazos en la cancha y abrazos en las tribunas. Explota todo lo que estaba guardado, después del triunfo sobre Japón por 39-27. Quizá como escribió José Saramago: basta de fantasmas, que ya es tiempo de sol. El cielo, sin una nube, parece confirmarlo todavía más. Los Pumas viajan a Marsella para disputar los cuartos de final. Espera Gales y, más allá del torbellino confuso que por momentos es el equipo, las luces de la esperanza se volvieron a encender.
Hubo en este triunfo sufrido pero justo ante Japón varios puntos altos en la producción argentina. El chiquito Mateo Carreras, sin dudas, resultó el más destacado, con tries a pura potencia, picardía, garra y velocidad en los momentos más complicados del test. Cuando Japón se acercaba, Carreras lo remataba. Pero atrás del tucumano hubo un lote del cual se necesitaba que hoy, en el partido decisivo, levantara la bandera del equipo. Allí estuvieron Santiago Chocobares, Marcos Kremer, el capitán Julián Montoya, Juan Cruz Mallía y Emiliano Boffelli. Gonzalo Bertranou y Juan Martín González mejoraron enormemente su producción de los dos partidos anteriores y Guido Petti fue un coloso en el line, ganando los propias y robando tres pelotas de esas calientes.
Chocobares, el chico maravilla de Rufino, el que creció mirando los DVDs de los Pumas de Bronce –cuando estaba aburrido le pedía a su mamá que se los ponga- jugó un partido perfecto en el centro de la cancha. Cada vez que tuvo la pelota ganó metros y puso al equipo adelante. Pero, además, abrió el marcador al minuto de juego con un try en el que se fue rompiendo tackles. El try que necesitaban los Pumas para sacarse los nervios bien temprano.
El jugador del Toulouse no había mostrado todavía –como todo el equipo- lo que se esperaba de él. Porque tampoco tuvo juego para mostrar su potencia. Hoy apareció en todo su esplender. Fue imparable en ataque y una barrera defendiendo.
Lo de Kremer también fue colosal. Cuando Pablo Matera salió lesionado, el de Concordia pareció jugar por él. Entró con furia a cada ruck, atropelló a cuanto japonés se le pusiera delante y, especialmente, sacó la cara por el equipo en los varios momentos en los que la clasificación pareció complicarse.
Montoya y Mallía, dos de los líderes, también jugaron en gran nivel. El hooker llevó al equipo adelante y el cordobés, pese a un error suyo –un kick al medio- que terminó en el primer try de Japón, luego mostró seguridad en el juego área y profundidad cuando atacó. Una excelente acción suya –embolsó la pelota en el aire a toda velocidad- concluyó en el segundo try de los Pumas y el primero de Carreras.
Bertranou respondió a la confianza de los entrenadores. El mendocino estuvo encima de la pelota, fue rápido para distribuir el juego y tomó buenas decisiones, más allá de alguna falla con el pie. Pero jugó el partido que había que jugar en una final. Atento, despierto y lanzando al equipo. Santiago Carreras, en cambio, todavía está por debajo de lo que se espera de él. Desde afuera se nota que está presionado, sobre todo cuando algo no le sale.
Otro que respondió fue González. El mendocino jugó un muy buen partido y esta vez no se notó que no es un octavo natural. Boffelli, en tanto, es el jugador más regular en este Mundial. Volvió a tener una actuación importante en el juego aéreo y a la hora de definir en el ingoal, no perdonó.
Los Pumas ganaron la tercera final. Esta era final-final. Todavía hay errores que ante un equipo de los grandes, como Gales, pueden costar caro. Pérdidas de pelotas (hubo varias, algunas increíbles), desatenciones, baches, errores en las salidas y este domingo aparecieron, contra un equipo más ambicioso en ataque, grandes huecos en la defensa. Eso también pasó hoy con los Pumas, pero lo superaron con un enorme amor propio, yendo para adelante siempre y con varios puntos altos en lo individual. Si los argentinos ajustan algunos detalles –importantes, claro- pueden soñar con seguir en el Mundial. Pero si no los ajustan, Gales, un equipo utilitario, copero, los facturará. Que el seleccionado esté otra vez entre los ocho mejores del mundo es importante para el rugby argentino. Sólo por hoy, como escribió alguna vez el genio de Saramago, basta de fantasmas, que ya es tiempo de sol. Del sol de Nantes al sol de Marsella. Allá espera otra vez un equipo británico. Es tiempo también de sepultar del todo las dudas que surgieron en esa ciudad, aquella noche negra con Inglaterra.
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