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La maratón de Buenos Aires volvió a ser masiva y convocante. Una carrera que en su primera edición, en 1984, tuvo apenas 18 atletas, esta vez contó con 10.418 inscriptos. Números que contrastan. Números que grafican dos épocas muy diferentes.
Más allá del nivel competitivo que la Argentina supo tener, el movimiento masivo y atrapante del running llegó para quedarse. La maratón y la media maratón de Buenos Aires se posicionaron como las pruebas más convocantes del país. En la exponencial masividad, el atletismo doméstico debe unirse con una actividad que ya colonizó las calles del mundo.
Carreras con las distancias más variadas se aglutinan en el calendario. Y carreras como los 42K deben ser la punta de lanza para apoyar y prestigiar a los nuestros, a los atletas que -como Mariano Mastromarino (ayer les marcó el ritmo a los africanos durante 15 kilómetros), María Luján Urrutia (la mejor argentina en el Campeonato Iberoamericano), Florencia Borelli, Adela Barrios y Luis Molina, por citar a algunos- son el imprescindible eslabón con los corredores amateurs. Ellos, los terrenales, los admiran porque sienten que "corren con ellos" en el mismo circuito y a la misma hora, aunque a una velocidad diferente.
Buenos Aires logró una maratón con cambios esperanzadores. Con premios en dinero desde la organización sería aún mejor.

