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Una carrera, una promesa. Así podría haberse titulado la crónica del maratón de Buenos Aires que llevó a Luis Molina a obtener la marca requerida por la Confederación Argentina de Atletismo (CADA) de 2h16m o menos para estar en la línea de partida del próximo maratón olímpico de Río 2016. En rigor, el atleta de Chascomús, radicado desde la adolescencia en Lobos, corrió los 42,195 km en 2h15m23s. Un tiempo que lo posiciona, pasado el maratón de Valencia, como el argentino con mejor registro para los Juegos Olímpicos. Si bien todavía queda que pase mucha agua por abajo del puente, Molina se siente un poco más cerca de abrazar su sueño olímpico.
De ese primer par de zapatillas, marca Gaelle, que le regaló el marido de su mamá, a un presente promisorio que le permite enfocarse solamente en correr, pasaron poco más de 13 años y un sinfín de aprendizajes. "Cuando te la pegás más aprendés. Y eso me pasó con el maratón de Buenos Aires del año pasado", se apresura en contar un Molina distinto a ese que corrió hace poco más de un año por las calles de la Ciudad. De aquel golpe de KO al 4° puesto en tan sólo un año y en una misma carrera. Paradojas del atletismo, Buenos Aires le propinó su performance menos deseada y su carrera soñada. Un mismo circuito. Dos carreras que nunca olvidará. "Buenos Aires me regaló lo mejor y lo peor con su maratón. Este año pude reivindicarme y estoy feliz", dice.
Un puñado de días después del maratón de Valencia, Molina cumplió la promesa que le había revelado a LNCorre, en la previa del maratón de Buenos Aires de octubre pasado: "Si logro la marca, debajo de los 5 anillos olímpicos me tatúo la palabra Río 2016".
Es miércoles y, a pesar de la hora (son poco más de las 17), el calor se hace sentir en las calles de Liniers. La humedad se torna tan pegajosa e intensa que logra turbar el ánimo de los transeúntes que pasan en cámara lenta. Sin embargo, el local de Marcelo Zorzit, sobre la calle Emilio Castro al 7400, se transforma en una isla mínima que invita a quedarse. No hace falta el aire acondicionado. La corriente de aire fresco llega con frecuencia y apacigua la temperatura.

La elección de Zorzit no fue por azar. Zorzit es corredor. Amateur, claro. Pero corredor al fin. Una sugerencia del fotógrafo Diego Winitzky, también corredor, bastó para viajar desde Lobos a Buenos Aires. "Recién estoy empezando la pretemporada y puedo tomarme algunas licencias. Entre ellas, la comida y este viaje relámpago para hacerme el tatuaje", dice Luis mientras la palabra Río va tomando forma y color. "Decidí hacerlo después de Valencia porque allá corrían muchos argentinos y quería estar un poquito más seguro. Se dio como quería. Mariano [Mastromarino] hizo la marca. Por suerte estamos los dos y queda un cupo. Al menos, hasta ahora", continúa.
Al correr en Buenos Aires fue protagonista. Todo lo bueno y lo malo que consiguiera en el maratón dependía de sí mismo. En cambio, en Valencia, Molina era un espectador más. Lejano, pero interesado. "La carrera la viví con mucha ansiedad. Me levanté a las 5 de la mañana. Iba de la cama a la computadora, una y otra vez. Buscaba el streaming, la radio por internet, el Twitter, el Facebook, la aplicación de la carrera. ¡Todo junto! Estaba muy nervioso porque era una carrera que no corría. Entonces, no dependía de mí. Al no tener injerencia, te agarran más nervios aún. Ahora, queda esperar que pasen Sevilla y Rotterdam", explica el atleta de 27 años.
La pista es la escuela y la calle es la facultad. Si no vas a la escuela no podés ir a la facultad
-¿Qué sensaciones tuviste porque corrían amigos tuyos con los que a la vez competís por ser maratonista olímpico?
-Es una sensación rara porque uno quiere estar y muchos son amigos y compañeros del atletismo. Entonces, se te juegan muchas cosas en esta competencia. Ahora estoy un poco más tranquilo porque ya se jugaron varias cartas en Valencia, que era la carrera clave. Si no hace la marca Javier [Carriqueo] en Sevilla se agigantan mis posibilidades de ir. Igual Javier ya fue a dos Juegos... que deje un poco (risas) a los que no fuimos todavía.
Por un instante, Luis se pierde en su teléfono celular. Deja de hablar y se encierra en un microclima vertiginoso. El de las redes sociales. Pasan unos minutos y regresa al mundo real. El de la conversación cara a cara. "No duele. La única molestia es al principio, pero después te acostumbrás a la aguja", dice.
-¿Quedan poco más de 9 meses para Río y estás corriendo poco, en qué etapa de tu preparación te encontrás?
-El lunes pasado empecé con la pretemporada y todo se enfoca en los que pueda ser en Río. Todo lo que se haga ahora es por y para Río. La idea es correr más en la pista. El año pasado llegué muy cansado al maratón de Buenos Aires. Y todo error sirve para aprender y minimizarlo en la siguiente búsqueda. El aprendizaje es constante.

-¿Por qué apuntás más a la pista que a la distancia pensando en Río?
-Muy sencillo. Porque la pista es la escuela y la calle es la facultad. Si no vas a la escuela no podés ir a la facultad. La pista te enseña y te pone en tu lugar. Te hace correr fuerte las distancias de abajo y eso hace que puedas correr fuerte todas las distancias de arriba. Todavía soy joven y me queda mucho para mejorar en 1500, 3000, 5.000 y 10.000 metros. Con la marca obtenida en Buenos Aires puedo dedicarme a mejorar eso.
-¿Esperabas la marca en Buenos Aires o te sorprendiste?
-No, la verdad que no. Decidí quedarme en Buenos Aires para ganar confianza y después buscar la marca en Rotterdam. Para César [Roces] se iba a dar y para mí no. Creo que eso me hizo correr relajado, casi sin presiones porque el objetivo era fortalecer la confianza. Cambió mucho mi cabeza. Me saqué de encima una mochila muy pesada, muy grande porque desde que empecé a correr llegar a un Juego Olímpico era mi meta. Y eso no me dejaba vivir en paz. Era un deseo y una deuda que podía llegar o no.
-La exposición y la relevancia que tomaron en los últimos tiempos, ¿les permite darse cuenta que ustedes los atletas de elite se convirtieron en referentes y espejo para los corredores amateurs?
-Antes de hacer la marca había mucho contacto con la gente común que corre. Pero desde que logré la marca es todo un mundo que explotó. Esas cosas me ponen un poco incómodo y todavía me sorprende que me pidan una foto. Sigo siendo el mismo y quiero que me traten como a uno más. Antes no pensaba lo que ponía en las redes sociales. Ahora es diferente porque lo que uno haga o diga puede tener mucha repercusión y hacer mucho ruido.

