Gabriel Markus, el coach de Nalbandian en la final de Wimbledon: "Fue un momento histórico"
Es el único argentino que venció a Pete Sampras; en 2002 fue el coach de Nalbandian; el camino que desembocó a una actuación memorable
LONDRES.- El público argentino de tenis siempre recordará a Gabriel Markus por haber sido el único tenista nacional en vencer a Pete Sampras (semifinales de Niza 1992). Jugador de Copa Davis, número 36 del circuito y formado en el club Deportes Racionales, luchó, desde los 23 años, contra una osteocondritis en la rodilla izquierda que se convirtió en una pesadilla. La angustiante lesión lo llevó a convertirse en entrenador. Y fue, precisamente, el coach de David Nalbandian cuando el unquillense alcanzó la final de Wimbledon. Hoy, a los 47 años, continúa trabajando como coach y formador. Antes de tomarse un vuelo a China por cuestiones laborales, repasó con La Nación algunos recuerdos de aquellas semanas imborrables.
Los primeros momentos. “En profesionales David nunca había jugado en pasto, sí en juniors. Decidimos ir. Era una linda posibilidad. Estuvimos entrenando en el Hurlingham Club. Naturalmente, las canchas no tienen nada que ver con las de Wimbledon, pero por lo menos para acostumbrarse un poquito a los malos piques, a la sensación de correr en el césped. Llegamos una semana antes a Wimbledon. Las sensaciones no fueron buenas antes del comienzo de Wimbledon. Los entrenamientos fueron bastante tensos, no se sentía cómodo, de hecho había jugado varios sets contra otros jugadores y no había ganado ninguno, no estaba cómodo, se enojaba bastante. Y era lógico, porque cuando jugás en una superficie tan distinta no te sentís cómodo hasta que le vas encontrando algunos secretitos. Habíamos programado un plan de entrenamiento físico previo a esa semana para acostumbrarse al pasto, darle un poco de resistencia a los músculos, corría bastante cada día, terminaba con dolores en los glúteos y en los aductores, propios del césped”.
La evolución del sueño. “Los partidos se fueron dando. Tuvo la suerte de empezar los dos primeros contra jugadores que no eran grandes sacadores ni especialistas en césped. Se encontró ante jugadores de la misma situación que él, sin mucha preparación en el césped y jugadores de fondo de cancha. La tercera ronda era complicada, contra el mejor de todos los tiempos sobre césped (Pete Sampras) y dio la casualidad que perdió antes y el cuadro se abrió. Las expectativas aumentaron. Pasó a la cuarta ronda, jugó contra Wayne Arthurs, que era complicado. No era favorito en absoluto y se llevó el triunfo. A partir de ahí cualquier cosa podía pasar”.
La postergación de las semifinales por falta de luz natural. “Fue muy difícil. Esa noche fuimos a comer, él estaba extremadamente nervioso. Pero había que seguir con la mayor tranquilidad posible. Empezar un quinto set para llegar a la final de Wimbledon no es fácil. Al día siguiente, David estaba nervioso, no pudo probar bocado en el desayuno del nudo que tenía. Fuimos al club y como me di cuenta que estaba bloqueado, decidí hacer una entrada en calor prolongada. Lo que habitualmente sería 20 o 30 minutos, la extendimos por una hora. Fui logrando que se aflojara. Jugaba un solo set y había que entrar bien caliente. Finalmente pasó a una final histórica, porque no es lo mismo pasar a una final en cemento o en polvo que en pasto, algo extraño para los argentinos. Fue sorpresivo para él, para mí, para el mundo. Cada día recibíamos noticias, mails, llamados. Era una locura”.
El court central. “Lo curioso es que David llegó a la final sin haber jugado ni una sola vez en la central. Nunca los jugadores habían podido calentar en la cancha central antes de la final, porque el estado del pasto ya es malo y no quieren que se estropee más. Me entrevisté con el director del torneo y con el presidente del club, les dije que era un caso especial, que el torneo nunca lo había puesto y que era una desventaja. Era histórico para él y se merecía unos minutos para sentir lo que era la cancha. Nos autorizaron, entré en calor yo con él media hora y sucedió otra cosa anormal: lo hice con una remera roja, cuando en Wimbledon sólo se permite ropa blanca. ¡Yo no tenía de ese color!”.
La final ante Lleyton Hewitt. “La situación lo superó a David. Era algo muy grande jugar la final de un torneo contra el mejor competidor del mundo. El Hewitt de 2002 era imbatible, sobre todo en césped y en cemento era un jugador con una garra tan grande como la tiene hoy Rafael Nadal. Él ya tenía experiencia en esas batallas. Para nosotros era la primera vez. David jugó atado y fue lógico”.
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