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PARIS (De un enviado especial).- Un año atrás, pero en el court central de Roland Garros, Diego Hartfield sorprendía a miles de espectadores in situ y a varios miles más por televisión al hacer sudar más de lo previsible al N° 1 del mundo, Roger Federer. Hasta el propio suizo lo elogió y no dudó de que el misionero se entreveraría pronto entre los mejores jugadores.
Ese pronóstico se cumplió y, si bien es cierto que este amigo de la infancia de José Acasuso no está en la primera línea de la Legión, esta temporada fue uno de los que ayudaron a que nuestro país batiera el récord de presencias entre los cien mejores tenistas del mundo (13) al meterse por primera vez en ese lote de privilegio. A diferencia del año último, esta vez entró en el cuadro principal sin pasar por la dura clasificación y ayer, el muchacho sencillo de Oberá, buena gente, tuvo el enorme placer de convertirse en el tercer argentino en este torneo en ganar su primer partido sobre este mítico polvo de ladrillo -luego de Carlos Berlocq y de Juan Pablo Brzezicki-, al superar en su debut al norteamericano Robby Ginepri por 6-4, 1-6, 5-7, 6-4 y 6-2, en un partido que anteayer había sido postergado por falta de luz.
"Lo del año pasado fue muy lindo y un impulso muy grande. Sin dudas que fue especial. Y lo de este año también, claro, porque es el resultado de mucho esfuerzo, de mucha lucha por alcanzar los objetivos que me había planteado", cuenta el Gato , apodo que juega con la similitud entre su apellido y el felino de caricaturas Garfield.
A los 26 años, Hartfield es un creyente dentro y fuera de la cancha. Adentro se apoya en sus condiciones, afuera en la religión: es cristiano evangélico. Nunca bajó los brazos y cumplió con el sueño de meterse entre los cien primeros del ranking aún cuando muchos a esa edad ya perdieron la esperanza. "Yo siempre creí, estaba seguro de que iba a llegar. Muchas veces le dije a Oki (Rodríguez, su entrenador) que se quedara tranquilo, que todo se me iba a dar. Tengo muchos espejos para mirarme, chicos que demostraron que se puede alcanzar un objetivo sin importar tanto la edad. Fijate incluso que hubo tenistas que fueron Nº 1 a los 28 años", dice Diego, pelo largo, muy mirado por las chicas, aunque esa pinta heredada también la sufra, en algún punto, con su hermana menor Tanya, una hermosa modelo. Todos lo cargan y le hablan de ella, aunque para él no es ningún problema, se lo toma bien.
Se ríe de la enorme cantidad de chicos que a cada paso le piden autógrafos, a quienes esquiva con pruebas de conocimientos. "Yo no tengo drama, vos me conocés, pero si ni siquiera saben quién soy. Hace un rato agarré a un grupo de pibes y les dije: ´Si me dicen cómo me llamo, les firmo a todos , y se miraron sin saber qué decir", explicó.
Su rival por la segunda rueda, hoy, es de alto calibre: David Ferrer. El español, 12° favorito, lo toma como un rival de cuidado, porque conoce su espíritu incansable. "Así será -dice el Gato-: lucha y entrega. Voy a tener que buscar los huecos que tenga y aprovechar la oportunidad que me dé, porque no te da dos".

