¿Una tenista transexual en el circuito profesional femenino? Hoy, en pleno siglo XXI, y a pesar de los avances al respecto, sería un motivo de polémica. Ni hablar cuarenta años atrás. Pero sí, Renée Richards jugó dentro del WTA Tour e hizo historia. A su manera, dejó una marca indeleble dentro del deporte. Y también se dio el gusto de festejar en Buenos Aires, en medio de la última dictadura militar.
La historia comenzó el 19 de agosto de 1934, día en el que Richard Raskind nació en Nueva York. Hijo de un ortopedista y una psiquiatra, desde pequeño mostró gran talento para el básquet, el fútbol americano y la natación. Alto (1,88m) y zurdo, con revés de una mano, tenía un juego vistoso y agresivo. Participó en cinco ocasiones en el singles masculino del US Open, pero sólo alcanzó la segunda rueda un par de veces. Fue capitán del equipo de tenis de la Universidad de Yale, y en Rochester se recibió de oftalmólogo. Ingresó en la Marina de los Estados Unidos, y disputó varios campeonatos como representante de la Armada de ese país. En junio de 1970 se casó con Barbara Mole, y un par de años después nació su único hijo, Nicholas.
Pero el doctor Raskind no era feliz. Desde pequeño le gustaba vestirse con ropas femeninas. En algún momento comprendió que ya no podía ocultar más sus sentimientos: quería ser una mujer. Comenzó un tratamiento hormonal con el doctor Charles Ihlenfield, pero tardó bastante más en someterse a la operación de reasignación sexual, en la que intervino el urólogo argentino Roberto Concepción Granato. Ya divorciado, empezó otra vida. Con otro nombre, en otro lugar… y otro sexo. Richard Raskind mutó en Renée Richards. De Manhattan se fue a California, donde continuó su tarea como oftalmóloga. Siguió jugando al tenis, ya como mujer. Su altura y potencia, claro, lo destacaron prontamente en los campeonatos. Su éxito le facilitó invitaciones para jugar otros torneos.
John Paddington, un periodista de Newport, dio a conocer la historia del cambio de sexo de Raskind/Richards. Ante la novedad, la WTA, el circuito femenino del tenis, intentó denegar las invitaciones que le había cursado, pero Richards planteó una batalla legal y presentó todos los certificados que la confirmaban como mujer. En algunos torneos le exigían someterse a tests de cromosomas, a los cuales se negaba. Su pelea llegó hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos, que avaló su reclamo: "Hay evidencias abrumadoras de que la doctora Richards es ahora una mujer". Pudo jugar el US Open 1977, ahora como mujer, con derrota por 6-1 y 6-4 ante la inglesa Virginia Wade en la primera rueda. Le fue mejor en dobles: junto con Betty-Ann Stuart llegaron a la final, que perdieron contra Martina Navratilova y Betty Stove por 6-1 y 7-6. El campeón en varones de aquel torneo en Forest Hills fue Guillermo Vilas, en su momento de máxima popularidad.
Richards desembarcó en octubre de 1977 en Buenos Aires para jugar el 85° Campeonato del Río de la Plata. "Llegaron las chicas", tituló El Gráfico con un toque mordaz. En ese contexto, Boca se había consagrado campeón de la Copa Libertadores y todavía no había terminado un Campeonato Metropolitano larguísimo, de 46 fechas, que ganaría River; Estudiantes de Buenos Aires conquistaba el torneo de ascenso y ascendía a la máxima categoría por primera vez. Ese mismo año nacieron Manu Ginóbili y Luciana Aymar. Recientemente se había retirado Carlos Monzón, acaso el mejor boxeador argentino de la historia, campeón mundial mediano durante casi siete temporadas. Por entonces, la Argentina atravesaba la tiniebla de la dictadura liderada por Jorge Rafael Videla. Pocas semanas después, en diciembre, Azucena Villaflor, una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo, sería secuestrada por un grupo comando, después de dar a conocer públicamente una lista con varios jóvenes desaparecidos.
Trailer de "Renée", el documental de ESPN basado en la historia de Richards
LA NACION destacó la llegada de Renée Richards en un recuadro de la sección Deportes y habló de "Una figura singular". "Simpática, piernas largas y musculosas, como todo su cuerpo imponente, y rostro de parejos rasgos. Así es quien, por obra y gracias de su cambio de sexo, se convirtió en un permanente motivo de curiosidad de los escasos espectadores que concurrieron al Buenos Aires (…) En todo momento pareció ignorar por completo el halo de misterio y curiosidad que la rodeaba y nunca dejó de saludar con una amable sonrisa a todo el mundo, y de tratar con total respeto y normalidad a quienes se le acercaron para conversar", contó la crónica.
A todo esto, vale recordar que Richards ya tenía 43 años cuando llegó a nuestro país. Debutó el 2 de noviembre con un cómodo triunfo sobre Susana Villaverde por 6-0 y 6-3. "No sólo es una excelente jugadora, sino también una gran persona", dijo entonces Villaverde. Para LA NACION, "la norteamericana no defraudó a nadie y, en cambio, asombró a muchos con su exuberante potencia". Luego derrotó a Raque Giscafré por 6-4 y 6-1, y a Viviana González Loccicero por 6-0 y 7-6. Una curiosidad: la final que debía disputarse el domingo 6 se aplazó por la lluvia y se postergó directamente por una semana, aprovechando que Richards iba a jugar otro torneo. En la definición del domingo 13 le ganó a la cordobesa Ivanna Madruga, que entonces sólo tenía 16 años, por 4-6, 6-2 y 6-2.
"Recuerdo que antes de la final nos hicieron una nota a las dos juntas. Yo medía 1,63m y él casi llegaba a 1,90; la diferencia de cuerpos era tremenda, y por más que se había operado, todavía mantenía la potencia de un hombre", recuerda Madruga hoy, cuatro décadas después. La jugadora de Río Tercero le contó a LA NACION: "Renée era una excelente persona. Culturalmente no le llegábamos ni a los talones. Ya antes de cambiarse de sexo era una gran profesional en oftalmología, luego se doctoró como neuróloga. Después me encontré varias veces con ella en torneos en Europa, pero no volvimos a enfrentarnos". Richards intentó jugar pocos días después el Abierto de la República, pero la Federación Internacional le exigió que se sometiera a un examen de cromosomas. Desistió de participar.
En su paso por nuestro país, admitió: "Mi vida es diferente porque soy un personaje público. Antes de la fama era feliz, pero ahora no tanto. No sé si un hombre se me acerca por cariño o porque soy famosa". Buenos Aires fue uno de los pocos éxitos de Renée Richards en el circuito, más allá de que rondó el puesto 20° del ranking en 1979. Se retiró dos temporadas después, cuando tenía 47 años, y durante algún tiempo fue coach de Martina Navratilova. "Fue una buena elección de Martina, en su mejor época. Richards era una persona muy interesante, una ajedrecista del tenis", contó Madruga al respecto.
Con el tiempo, Richards volvió a su profesión y se convirtió en una oftalmóloga muy reconocida. Ya se había cansado de aquel papel de pionera de la lucha contra la discriminación y figura de aquellos primeros movimientos de las minorías sexuales. Escribió dos libros autobiográficos: "Segundo Servicio" (1983) y "De Ninguna Manera, Renée: segunda parte de mi notoria vida" (2007). Hoy, Richards tiene 84 años y vive en el condado de Putnam, al norte de Nueva York. Hace poco, en una entrevista para GQ, señaló: "Mi vida es demasiado grande. Soy doctor, cirujano, oficial naval, graduado en Yale, campeona de tenis. Fui muchas cosas, pero no me voy a dormir pensando en que fui una pionera. Eso ha sido sólo una pequeña parte de mi vida".
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