Wimbledon reemplazó a los jueces de línea por la “inteligencia artificial” y rompió una tradición de 148 años: debates y protestas
“Mi cabello no estaría tan blanco como ahora”, ironizó McEnroe al respecto
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“Mi cabello no estaría tan blanco como lo está ahora”. John McEnroe, leyenda del tenis, una suerte de rockstar del circuito, eligió esa broma para referirse a uno de los temas que caracteriza a esta edición de Wimbledon: la eliminación de los tradicionales jueces de línea y el ingreso de la revisión electrónica en vivo (oficialmente, Electronic Line Calling Live). Si hubiera existido la ayuda de la tecnología en 1981, el neoyorquino (de 66 años) no habría protagonizado el arrebato de furia más emblemático de la historia del tenis, aquel del “¡You cannot be serious, man!” al umpire Ted James en el Grand Slam británico luego de que el juez marcara como malo un saque de Johnny Mac que levantó el polvo blanco del fleje, en el antiguo y ya demolido court 1 del All England.
Wimbledon terminó con un clásico de 148 años. Los jueces de línea eran una parte tan asociada al certamen británico como las propias frutillas con crema. Por ello, su sustitución por la tecnología provocó un debate entre los jugadores y los espectadores. “De alguna manera, los jugadores, e incluso los aficionados, extrañan esa interacción (con los jueces), pero al mismo tiempo... si es preciso, creo que es genial, porque al menos sabes que estás recibiendo la decisión correcta”, expresó McEnroe, tres veces campeón de Wimbledon y presente en el suroeste de Londres como analista de TV para ESPN y BBC.
Desde este año, todos los torneos del circuito ATP utilizan la tecnología (el torneo de Buenos Aires fue el primero sobre polvo de ladrillo en hacerlo) y tres de los cuatro Grand Slams se sumaron al cambio: únicamente Roland Garros sostiene la “tracción a sangre”. Más allá de lo que genera en el juego en sí, una de las consecuencias del cambio en Wimbledon es la pérdida de trabajo para la mayoría de los 275 jueces de línea que el torneo utilizaba (personas provenientes de distintos clubes del Reino Unido): 80 lugares fueron conservados en funciones de “asistentes de partido”, para colaborar con los jueces de silla en el detrás de escena (o por si momentáneamente falla la tecnología en algún court, como ya ha pasado en otros certámenes).
El “ELC Live” fue probado por primera vez durante el Next Gen ATP Finals de 2017 en Milán, el torneo para los ocho mejores Sub 20 de la temporada. Luego se fue incorporando a otros torneos. Y la necesidad de mantener el distanciamiento social por el Covid-19 quitó a los jueces de línea de los courts y, en torneos como Cincinnati, el US Open y el Masters de Londres fueron sustituidos por el sistema que aporta mayor precisión, pero elimina puestos de trabajo y experiencias formativas para los que aspiran a ser umpires.
En mayo pasado, en Roland Garros, se le consultó al presidente de la Federación Francesa de Tenis, Gilles Moretton, por qué el torneo era reticente a introducir la tecnología y consideró que los dispositivos no eran del todo perfectos, citando una tasa de error del 10% y apoyando la continuidad de los jueces de línea en un certamen que se juega sobre polvo de ladrillo, la superficie que sí deja marcas del pique.
En los alrededores de Wimbledon, durante estos pocos días de competencia, hubo protestas por la decisión. Es más, los jueces de línea tuvieron el apoyo de estudiantes ingleses preocupados por cómo la inteligencia artificial supone una amenaza sobre sus perspectivas laborales. Gabriel Paul, de 26 años, y Harry Robson, de 27, vestidos como jueces de línea, protestaron con carteles con el lema “La IA me quitó mi trabajo” y “No dejen de lado a los humanos” delante de las puertas del All England Club. “Somos estudiantes, nos graduamos en tres meses y estamos preocupados por el mercado laboral en su conjunto”, explica Paul a la agencia AFP. Muchos espectadores, además, dijeron que extrañan esa suerte de ritual de los jueces de línea preparándose y moviéndose en fila, vestidos con el mismo uniforme, para cumplir sus funciones. “Daban alegría”, es escuchó en los pasillos del Grand Slam sobre césped.
“La decisión que hemos tomado, supongo, se trata mucho de la forma en que Wimbledon siempre ha equilibrado la herencia y la tradición con la innovación y cómo caminamos esa línea. Siempre somos muy conscientes de eso. Para nosotros, era el momento de hacer ese cambio”, apuntó Sally Bolton, CEO del All England Club. “No es un ejercicio para ahorrar dinero. Se trata de evolucionar el torneo y asegurarnos de que estamos proporcionando la llamada de línea más efectiva posible”, añadió la funcionaria del torneo.
A Aryna Sabalenka, número 1 del mundo del ranking, le gustó el cambio y dejar de cuestionarse si debía protestar por una decisión: desde 2007 hasta el año pasado, a los jugadores se les permitía pedir una repetición en video para verificar si una decisión era correcta. “Si tienes jueces de línea, siempre estás pensando: ‘¿Debería desafiar o no debería?’. Es mucha duda en tu cabeza”, apuntó la bielorrusa. El británico Cameron Norrie (actual 61, ex 8°) se mostró complacido de que ahora no haya razón para enojarse por lo que se percibe como una decisión equivocada: “Para ser honesto, es bueno. Sigues adelante. No hay forma de enojarse con nadie por perder una llamada electrónica o decir algo o moverse durante el punto o que algo suceda. Es bastante claro con las llamadas. Dentro, fuera, y lo escuchas. No hay error”.
En Wimbledon, en los estadios, se instalaron más de 450 cámaras, a nivel del piso y las otras en posiciones elevadas, para tomar y calcular con precisión cada pique y transmitir la decisión a través de altavoces, con gritos grabados, como “out (fuera)”, “fault (falta)” o “foot fault (falta de pie)”. Aunque a veces las voces no se escuchan del todo bien. “No puedo oír bien la voz, está un poco baja. Le pedí al árbitro si podía subirla un poco. Me dijo que no podía. Quisiera oír la voz con claridad”, se quejó la china Yuan Yue (60° de la WTA) tras su partido de la primera ronda, en uno de los courts exteriores, donde mayor bullicio hay.
La intervención humana es parte del deporte, pero los tiempos cambian y el avance de la tecnología llegó al tenis, incluso, damnificando una porción tan inherente al juego como son los jueces de línea. Y Wimbledon, el torneo que más matices románticas conserva, ya no es la excepción.
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