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Sábado 5 de noviembre de 2011. Benjamín Madero clava un drop en tiempo suplementario que le da el título a San Isidro Club. Sábado 5 de octubre de 2019. Pasaron casi ocho años sin que volviera a una final del torneo de la URBA. La escena se repite, pero con nombres diferentes. Esta vez, el héroe es Joaquín Lamas, que recibe la pelota y mete el drop en muerte súbita. Otro final cargado de épica: el SIC vence a Belgrano por 22 a 19 y vuelve a lo más alto del rugby de Buenos Aires. Guiños del destino.
El SIC es un campeón que desborda juventud. No hay ningún sobreviviente de ese campeonato de 2011 entre los 23 que juegan la final. Si se le empieza a preguntar a los jugadores, muchos se acuerdan que estaban en las tribunas cuando Madero se vistió de héroe en La Plata Rugby. "Tenía 14 años cuando lo vi. Somos una generación de jugadores que sacrifican todo por entrar a la cancha y dejar la vida: cuerpo, tiempo, novia, familia y estudio", dice Andrea Panzarini, el MVP de la final. Se saca una foto con sus cinco compañeros de la fructífera camada 96: Franco Moneta, Santos Rubio, Tomás Meyrelles, Carlos Pirán y Alejo Daireaux. Todos fueron titulares en, al menos, la semi o la final.
Desafía la tesis del "torneo aparte". Los propios protagonistas insisten cada año en separar la etapa regular de los playoffs como si fueran dos competencias en una. El historial les daba en parte la razón: hace cuatro años venía pasando que el primero de la tabla no lo ratificaba cuando llegaban las finales. El club de Boulogne se aseguró la punta y la clasificación con un par de fechas de anticipación, gracias a un récord de 17 victorias y cinco derrotas. Lo que pasó después es historia conocida. En ningún momento sintió la falta de experiencia ante Pucará y Belgrano. Al contrario, jugó con la frialdad y el oficio de los que tienen mil batallas sobre el lomo.
Fue una final típica de un torneo de la URBA. Poco juego y mucho golpe dentro de un contexto de paridad absoluta. Los dos se preocuparon por forzar el error del otro en lugar de asumir riesgos. Cada oportunidad para sumar con el pie valió oro. Así, llegaron a los últimos 10 minutos igualados en 12. Desde ese momento, empezó un partido vibrante. El SIC llegó al try después de un kick de Lamas a la espalda de la marca. Belgrano se metió de prepo en las cinco yardas y, a segundos de cumplirse los 80, Francisco Ferronato apoyó el try que forzó el tiempo extra.

Era una lotería. Belgrano, con uno más por la amarilla a Panzarini, tuvo su chance con Tomás Rosati, que había tenido una tarde impecable desde la conducción y la efectividad a los palos. El 10 probó con un drop que se fue muy cerca. La respuesta de SIC fue letal. Se acomodó, buscó el mejor ángulo y le dio la oportunidad a Paco Lamas, el apertura suplente, para que ejecutara el drop que valió el triunfo por 22 a 19 y el título número 26 para los de Boulogne.
Tras ocho años alejado de los primeros planos de la URBA, el SIC se reencontró con la gloria con sus banderas históricas: vehemencia en los puntos de encuentro, buena obtención y, especialmente, una defensa infernal, la más efectiva del torneo con apenas 471 puntos recibidos (promedio de 19,6 por partido). "El equipo nace de eso y lo sostuvimos más que nunca", dice Marcos Borghi, el capitán, que no cae: "Tengo una alegría que en mi vida sentí". Tampoco sus compañeros. Ahora saben muy bien lo que se siente.



