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La aventura tuvo un desastroso final y no fue por una posición retrasada en el marcador o por una actuación floja. Corona del Inca tenía una empresa casi imposible, ante las tres mejores yeguas de los Estados Unidos, pero nunca se podía imaginar alguien que ya en la recta opuesta quedara en el fondo del lote de la Breeders' Cup Distaff (G 1-1800 m). Después, se vio que no cruzó la meta y se pensó lo peor, que se confirmó más tarde: la yegua debió se sacrificada debido a una grave lesión que había sufrido.
Las fracturas en la caña y el sesamoide de la mano derecha, ambas expuestas, fueron diagnosticadas por los veterinarios del hipódrom, que dispusieran Corona del Inca fuera sacrificada ante la hemorragia que presentaba.
"Aparentemente se fracturó", le había dicho Pablo Falero, el jockey de la yegua argentina, a su hijo Pachu, que lo acompañó en el viaje a Los Angeles para el gran desafío de todos, incluido el equipo de Doña Pancha, que ya había vivido el lado luminoso del célebre festival de carreras estadounidense hace cuatro años, cuando Calidoscopio ganó el Breeders' Cup Marathon.
Aquel fue el primer indicio. La experiencia del jockey uruguayo le decía, con los movimientos que le transmitía Corona del Inca, incoordinados, que no se trataba de un trastorno menor. Luego, Juan Carlos Echeverz, uno de los dueños de la hija de Luhuk, ya bajando de su palco en Santa Anita, más triste que desilusionado, calculó que la lesión era seria.
Unos minutos antes, el clásico en el que Corona del Inca iba por la hazaña de su vida y terminó en su muerte, tuvo un final épico, en el que Beholder doblegó por el hocico a Songbird y la dejó sin invicto, en una lucha que será inolvidable para los norteamercanos, como funesto para el turf argentino.



