Gran Premio Carlos Pellegrini: la carrera de caballos con la que sueñan todos se hace realidad en San Isidro
A las 19.25, se corre la 130a versión de la competencia más famosa de América del Sur, con casi 4 millones de pesos para el ganador; quiénes son y cómo viven los peones de cuatro de los candidatos
Llegó el día. El Gran Premio Carlos Pellegrini está en las gateras. Y aunque esté previsto que la carrera de caballos más famosa de América del Sur se dispute hoy, a las 19.25, en el hipódromo de San Isidro, para los propietarios y quienes forman parte del equipo de trabajo de los 15 anotados ya se ha corrido varias veces en los sueños nocturnos o en las siestas indeclinables. Inevitable ilusionarse. Improbable que en algún momento de las últimas horas no se haya imaginado cada uno levantando la copa, en una competencia legendaria en la que la gloria vale mucho más que esos 3.811.765 de pesos que recibirá el grupo vencedor.
La cara menos popular de los que transitan por esa maravillosa etapa es la de los peones, aquellos que conviven con sus campeones más que con sus propias familias y comparten con el capataz y el sereno un 10% del premio que consigan. Una de las paradojas del turf: los que más cerca están de los caballos y son vitales en su cuidado y alimentación caminan a la sombra en los grandes acontecimientos. Y hasta se sorprenden al ganarse el foco de la historia previa y ser blanco de las fotos en la villa hípica del Jockey Club, como Eliezer Ojeda, Santiago Cornejo, Darío Martínez y Adolfo Ávalos, que son imprescindibles cada día de las vidas de Don Inc, He Runs Away, Must Go On y Hat Ninja, respectivamente. Sus nombres no resultan reconocidos, pero su trabajo y su afecto han llevado al estrellato a estos cuatro ejemplares que aparecen entre los referentes de esta versión.
Ojeda es correntino, tiene 32 años y llegó a Buenos Aires hace una década junto con Vanina, su compañera. Fue un viaje de ida, literalmente. "Vinimos a visitar a un familiar, me ofrecieron trabajo en un stud y nos quedamos", recuerda. "Allá, en Esquina, montaba algunos mestizos, pero aprendí a andar acá. En Corrientes era artesano, ayudaba a mi primo. Hacíamos distintos tipos de cosas, como llaveros o pulseras, y las vendíamos. Así nos ganábamos el pan". Está claro que ya tenía buena mano, y no le costó aplicarla al trato con los caballos.
Calladito y cabizbajo, Eliezer va y viene por la caballeriza Las Monjitas, del polista colombiano Camilo Bautista. De a ratos regala una sonrisa "Eli", entre bromas que triangulan el entrenador Carlos Daniel Etchechoury, el mánager Hernán Gasibe y el capataz Eduardo Carro. Lo llaman de tantas maneras diferentes que algunos se sorprenden al escuchar su nombre real. "Es bíblico", fundamenta a todos Ojeda, acariciando a Don Inc, el caballo que tiene 4 años -la misma edad de su hija Milagros- y con el que estará en el Pellegrini por segundo año consecutivo. Aquel segundo puesto del campeón Hi Happy hace doce meses sirve de experiencia, pero cada cotejo es un mundo aparte. "Correr una carrera común te da alegría cualquier día. El Pellegrini es la más esperada, con un caballo al que hubo que estar un mes curándole los vasos después de ser segundo en el Classic de las Estrellas (en junio). Ya esta mañana, después del vareo, me empezaba a imaginar el desarrollo. De pronto, encendés el teléfono y ves que se habla de la cuenta regresiva... Todo te hace soñar, esperar que llegue la hora", describe, mordiéndose los labios y apoyado sobre la puerta del box. Y se pone colorado cuando Etchechoury revela que Eliezer "es el que ríe como hiena en el stud a la tarde, cuando trato de dormir". Una imagen de la intimidad del equipo.
A unas cuadras de allí vive "el niño mimado", como llama Santiago Cornejo a He Runs Away, el potrillo ganador de los grandes premios Jockey Club y Nacional. A los 49 años, este mendocino que hace 24 abandonó su provincia se mueve en un ambiente muy familiar. Su hermano, Oscar Rodríguez, le marcó el rumbo en la adolescencia, cuando compartían el trabajo en el hipódromo de la capital, y le hizo un lugar en Buenos Aires, donde es el capataz del stud. "Siempre estuvimos con el entrenador Ernesto Romero. Tenemos un trato distendido, más relajado", confiesa Santiago. Y se siente "privilegiado por estar por segunda vez en un Pellegrini con un caballo con buenas posibilidades". Para Santi podría haber sido el tercer intento. "Lingote de Oro estuvo anotado dos veces. En una hizo un carrerón y llegó cerca. En la otra, diluvió sólo una hora antes de la carrera y, como no se adaptaba a la cancha pesada, hubo que retirarlo. En ese momento estaba en la veterinaria y se me vino el mundo abajo".
Cornejo tiene otro hermano que fue jockey, una hermana que intentó serlo y una pasión inexplicable por lo que hace, cada día, sin francos. Así es la vida del peón, tenga un crack o un perdedor. "Amamos esto. Los caballos nos dan de comer, cuidarlos es una terapia. Mi familia me reclama pero sabe que, sobre todo en las semanas previas a un gran clásico, voy a estar más acá que en casa", dice Santiago, y señala un box, el de He Runs Away, el potrillo que "era vago cuando llegó pero a medida que se lo fue entrenando mostró que tenía pasta". De hecho, ganó tres de sus seis carreras para alegría de su dueño, Walter González, el profesor de tenis que entró en el mundo de los caballos con un ace.
Darío Martínez es paraguayo, tiene 22 años, se crió en Encarnación y soñaba con estar más tiempo arriba de los caballos que al lado. Las carreras han sido una diversión para él y no sólo porque pase las tardes junto a su primo Carlos Leguizamón jugando (a las carreras) en la play, en el stud Los Matadores. "A los 6 años, como pesaba unos 11 kilos, me iban a buscar a la escuela para ir a correr cuadreras con los caballos de mi papá, Tito. Y a los 12, competía también en Ciudad del Este, Asunción o Posadas. Hasta que hace 3 años me enteré de que existía una escuela de aprendices y vine a probarme, pero ya no estaba en peso: estaba por encima de los 52 kilos. Entonces, me quedé trabajando como peón", repasa, mientras Must Go On, su primer caballo, deja al descubierto su genio tirando mordiscos a las riendas verdes y agitando la cabeza. "Nadie lo quería montar al principio, era medio loco. Luego se fue haciendo caballo. Ahora es mansito, pero dentro del box sigue teniendo carácter. Por eso hay que colgarlo para la limpieza. ¡Y está por correr el Pellegrini por tercer año seguido!", exclama.
Por estas horas, Martínez revela que con Elisa, su pareja, serán padres de un niño y ruega que no sea justo hoy. Quiere pensar sólo en el tercer intento de Must Go On en la prueba más deseada. "El corazón te late más fuerte el día de la carrera", sostiene, con la experiencia del 3er puesto conseguido en 2014 y el 4° lugar en 2015. El zaino preparado por Nicolás Ferro viene de lograr su sexto triunfo, el primero en un gran premio, cortando una sequía de 15 meses, tiempo en el que Darío comenzó a estudiar paralelamente mecánica de motos y se hicieron habituales sus trabajos de mantenimiento en el jardín del stud, al que llega desde Grand Bourg, combinando el tren y un colectivo a las 4 de la mañana. Para 2017 tiene pendiente retomar la escuela primaria, que dejó por seguir la huella de los caballos desde chico.
Para Adolfo Ávalos se trata de una vivencia única. Esperó 30 años para este desafío, y se lo da Hat Ninja. Ese tiempo transcurrió desde que, a los 13, dejó la ciudad correntina de Mercedes, donde vivía "en el campo, con la familia". San Isidro se convirtió en su nuevo lugar en el mundo y no lo abandonó más. "Uno está en esto y sigue con la rutina. Cada caballo que llega a la caballeriza es una esperanza y por suerte el patrón tiene todos los boxes llenos", remarca, en voz baja y pausada. El propietario de Keyser Soze es Carlos Felice, flamante presidente de la Asociación de Propietarios y ex precandidato a intendente de Santa Fe. "Tener trabajo es una bendición", agrega, curtido. La mano de obra es un valor irremplazable en la hípica.
"Hat Ninja come, duerme, entrena y corre. Es súper manso. Desde el debut nos ilusionó y ahora, uno quiere que llegue ya el Pellegrini", detalla, antes de que la veterinaria del servicio químico del hipódromo le tome, como a todos los competidores, una muestra de sangre al potrillo que termina de imponerse en el clásico preparatorio. Sólo queda esperar la hora de ir por la gloria. Y en el caso de Ávalos, "por un triunfo que permita edificar más rápido la casita que estoy haciendo". Cada disco, pero fundamentalmente el del Pellegrini, cambia la vida.
Más leídas de Deportes
Inexplicable. El insólito gol en contra que se hizo Racing frente a Coquimbo Unido en la Copa Sudamericana
"Es sorprendente". La argentina Lourdes Carlé dio el gran impacto en Madrid y venció a una excampeona de Grand Slam
Conmoción en Boca. Murió Fermín Núñez, un juvenil que pasó por las divisiones inferiores del club