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La ya eternizada frase de Daniel Passarella de que "la pelota no dobla" esta vez no tendrá trascendencia. Tampoco habrá mascarillas de oxígeno al borde del campo como lo hizo Palmeiras cada vez que jugó este año por la Copa Libertadores en la altura. La Argentina se enfrentará con Colombia el próximo jueves en los 2640 metros del estadio Nemesio Camacho, El Campín, en Bogotá, y la idea del cuerpo técnico que conduce Marcelo Bielsa ha sido atender la particularidad, pero jamás sobredimensionarla.
"Hicimos un trabajo físico especial como para tolerar algunas situaciones por la altura y creo que estamos bien en ese aspecto. No se pondrá la altura como excusa para explicar un eventual mal resultado. Que te falte el aire es un componente más del juego, no el único", ya advirtió el propio Bielsa.
El operativo antialtura está resuelto. El plantel viajará en un vuelo chárter sólo un día antes del partido -el miércoles 28, a las 14-, llegará en el atardecer y se marchará tras enfrentarse con Colombia, por lo que permanecerá menos de 35 horas en Bogotá. Una práctica que se repetiría en abril de 2001, cuando la cita sea en La Paz, y en agosto de 2001, cuando Quito resulte la anfitriona.
Donato Villani, el médico del seleccionado, lo explicó así: "Establecerte 21 días antes del partido en la altura en la que vas a jugar es lo ideal, pero sabemos que en estos casos es imposible. Entonces, el otro camino que te queda es exactamente el contrario, es decir llegar el mismo día del partido o a lo sumo el anterior. Hay que evitar jugar entre las 48 y 72 horas de haber llegado, porque ahí es cuando peor se siente el síndrome a la altura".
Villani comparte la idea de que no hay que dramatizar el tema. "Bogotá está en el límite de lo tolerable y por eso mismo podría traer algunos problemas. Para un sedentario, por arriba de los 1800 metros se comienzan a sentir los efectos de la altura, pero en un atleta esa barrera se eleva hasta los 2400 o 2500 metros, más o menos la altura en la que se encuentra Bogotá", explicó.
La altura de Bogotá se siente, pero no es determinante. No sirve como un aliado más, tanto que hasta la elección de la federación colombiana de reemplazar a Barranquilla como sede de las eliminatorias -lo fue para los mundiales de 1990, 1994 y 1998, y siempre logró la clasificación- por la capital no respondió a sacar ventajas. Dejar Barranquila obedeció a lanzar a Bogotá como gran vitrina para la Copa América del año próximo; a la presión que ejercía la gente de Barranquilla por sólo ver jugadores nacidos allí; a la ausencia en Barranquilla de un hotel donde se pudiese hacer una concentración confiable y a las facilidades que ofrece Bogotá para la televisación.
En las últimas semanas, Luis Bonini, el preparador físico del seleccionado -trabajó durante dos años en México- hizo un relevamiento consultando a conocidos que viven en Bogotá y también a los jugadores que han actuado o lo siguen haciendo en el fútbol colombiano, además de haber reparado en los antecedentes recientes de los clubes argentinos que jugaron allí. Lo que se dice, estar atento a todos los detalles.
Con el regreso a las prácticas en Ezeiza, hace una semana, el plantel realizó un intenso trabajo aeróbico, como para alcanzar una muy buena respuesta de oxígeno. Y con la precaución extra de comer poco y preferentemente varias veces durante la breve estada en Bogotá, el operativo antialtura estará completo. Y bien lejos de miedos persecutorios.
Los jugadores del equipo argentino no consideran la altura de Bogotá como un efecto determinante para el partido con Colombia:
Roberto Bonano: "No es una altura preocupante, como sí ocurre en Bolivia o en Ecuador. Los efectos de la altura se notan en el viborear de la pelota, pero en este caso no me inquieta y creo que tampoco es un tema al que el cuerpo técnico piense darle demasiada trascendencia".
Roberto Ayala: "No creo que tengamos problemas; el profe está trabajando en ello, pero tampoco se piensa con exclusividad sobre esta cuestión".
Diego Simeone: "El problema sería pensar constantemente en el tema de la altura. Nosotros estamos trabajando para no sufrir sorpresas"
Walter Samuel: "Nunca jugué en Bogotá. Según mis experiencias en la altura, tanto en Quito como en México, no son síntomas demasiados determinantes para el juego, pero tampoco se puede obviar que hay diferencias con relación a jugar en el llano: sentís que se te seca la boca y la garganta, y después de un pique para hacer un cruce, por ejemplo, cuesta recuperar el aire de inmediato, pero no va más allá de eso".
Kily González: "Estamos trabajando con tiempo para tener una buena base física. No hay que poner excusas con el tema de la altura"
Javier Zanetti: "Cuando jugamos en Quito, en las eliminatorias pasadas, sentimos los efectos de la altura y por eso sabemos que no es ningún verso; ahora esperamos que eso no se repita porque Bogotá está más abajo. De todos modos, no es un tema que nos inquiete sobremanera".
Julio Cruz: "No sé cómo será jugar en Bogotá, pero la experiencia que tengo en la altura fue aquella vez contra Bolivia, en La Paz, y durante la Copa América de 1997. Afecta, sin dudas, me acuerdo que después de un pique de 30 metros tenía que estar 20 minutos para recuperarme; además, la pelota sale rapidísima".


