En 2020, en plena pandemia, el complejo maicero subió del 3° al 2° lugar en el ranking de sectores exportadores de la Argentina. Según el INDEC, de los cinco principales complejos exportadores del país, el maicero fue el único que aumentó sus ventas y aportó así más dólares a la economía argentina el año pasado.
Para esta campaña, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires prevé una cosecha de 48 millones de toneladas de maíz, lo que lo convierte en el principal cultivo del complejo agroindustrial argentino. Los productores, una vez más, han confiado e invertido en las más modernas tecnologías y, gracias a ello, han podido paliar parte del mal comportamiento del clima y alcanzar una gran producción para abastecer, como siempre, al mercado interno y los clientes externos.
Los muy buenos precios y perspectivas agroclimáticas para la próxima campaña auguran que tendremos nuevamente una gran producción de maíz. Y también de sorgo, cultivo que ha experimentado un gran crecimiento en el uso de tecnologías y en el área sembrada, y que tuvo en la actual campaña la mejor de las últimas cuatro.
Pero, para continuar invirtiendo, generando puestos de trabajo, conquistando mercados y aportando al desarrollo nacional, necesitamos un marco de previsibilidad. Los problemas macroeconómicos, particularmente el alto nivel de inflación, la altísima presión tributaria y los controles de precios afectan severamente a los productores agropecuarios y a la agroindustria en su conjunto. Debemos rever las variables que impactan en la inflación y trabajar sobre todas ellas, para evitar distorsiones de precios que repercutan en los bolsillos de los consumidores.
Nuestra cadena sufre la amenaza recurrente de un aumento de los derechos de exportación e incluso el cierre, lo que va en contra de la previsibilidad necesaria para operar y proyectar su desarrollo. Ya a fin del año pasado nos sorprendió amargamente el cierre transitorio de la exportación de granos, que luego se modificó por una cuotificación. Insistimos en mostrar que los precios de los granos tienen una baja participación en los precios de los alimentos en góndola, y, finalmente, gracias al diálogo con las autoridades, estas medidas tan negativas se revirtieron.
Lamentablemente, la fuerte restricción a las exportaciones de carne vacuna va en la misma dirección. El resultado de este tipo de medidas es conocido: pérdida de confianza en los mercados de destino, pérdida de ingresos para el país, pérdida de puestos de trabajo, pérdida de inversiones y pérdida de existencias en la cadena ganadera. En definitiva, una vez más recorremos el camino inverso al desarrollo y crecimiento.
A lo largo de la historia hemos demostrado que, con condiciones que generen previsibilidad, las inversiones crecen, el trabajo aumenta, se agrega valor en toda la cadena, el mercado interno se asegura su abastecimiento y la exportación se incrementa en cantidad y número de destinos, con lo que aporta más divisas, tan necesarias en estos momentos.
Biocombustibles
También nos preocupa la indefinición sobre la Ley de Biocombustibles, que tiene en vilo a 11 plantas destinadas exclusivamente a la producción de etanol de maíz para incorporar combustible renovable a las naftas. Durante dos años estuvimos colaborando con las provincias que integran la Liga Bioenergética y un conjunto de asociaciones y cámaras en el anteproyecto de ley que se presentó en noviembre del año pasado.
Sin embargo, este año, a poco de perder vigencia la ley actual, desde el oficialismo se impulsó otro proyecto, que pretende volver hacia atrás en una de las pocas políticas de Estado que tiene la Argentina, y que, paradójicamente, fue impulsada hace 15 años por el partido que gobierna hoy.
Con 2000 empleos directos solo en nuestra cadena, que hoy están en riesgo, esta industria es una de las que más valor le agrega al maíz, ya que de ese proceso surge también alimento para el ganado y dióxido de carbono renovable destinado a las bebidas gaseosas, en un ejemplo acabado de bioeconomía circular. No se puede reducir el porcentaje de corte de combustibles verdes en los fósiles, hay que aumentarlo, por las economías regionales que están involucradas, por el ambiente y por los compromisos internacionales asumidos en este sentido.
El trabajo conjunto público-privado es el camino para generar los consensos que permitirán hacer frente a una realidad compleja en lo sanitario, económico y social. Una vez más, redoblaremos nuestros esfuerzos para encontrar las soluciones que generen beneficios en la calidad de vida de todos los argentinos.
El autor es presidente de Maizar
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