Representantes de diversas actividades hablaron de las oportunidades en ese mercado y de los desafíos que enfrentan en términos arancelarios y sanitarios
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Con un mensaje unificado, la agroindustria argentina expresó su plena disposición a abastecer a China con alimentos de calidad y producción segura, pero advirtió que el salto depende de decisiones concretas en política sanitaria y comercial. Los sectores plantearon que la complementariedad con la demanda china es casi perfecta, aunque la inserción actual es marginal y está condicionada por aranceles prohibitivos, como el 30% que frena al arándano, la falta de agilidad en protocolos para las avícolas, avanzar en otros aspectos para algunas legumbres, entre otras cuestiones que dejan a la Argentina en desventaja frente a los competidores.
Durante la jornada del China Agribusiness Day, organizado por la Cámara Argentino China, el presidente de la Bolsa de Cereales, Ricardo Marra, destacó la vinculación construida sobre “la confianza, el respeto y la cooperación” entre la Argentina y China. Recordó que el intercambio comercial pasó de US$300.000 en 1972 a US$17.600 millones en 2024, y que China es hoy un socio clave para la agroindustria argentina en sectores como soja, cebada, sorgo, carne bovina y pesca. Agregó que la Argentina sólo abastece el 3% de las importaciones agroindustriales chinas, aunque consideró que el contexto internacional ofrece oportunidades para seguir creciendo de la mano de socios “estables y confiables”.

En ese marco, la industria de alimentos y bebidas nacional brindó un diagnóstico contundente ante una delegación asiática: existe una complementariedad entre la producción nacional y la demanda china, pero la inserción actual es marginal.
Carla Martín Bonito, presidenta de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), destacó que, si bien la Argentina produce “prácticamente todo lo que China demanda” y mantiene un superávit comercial sectorial de mil millones de dólares, el país apenas representa el 3% de las importaciones totales de alimentos del gigante asiático.
En tanto que Sergio Raffaelli, representante de la Cámara de Legumbres dentro del Consejo Agroindustrial (CAA), ilustró el impacto inmediato que tienen los acuerdos sanitarios. Explicó que tras la apertura del protocolo para arvejas, las exportaciones se dispararon, lo que representó en el último año el 50% del total vendido al exterior. Sin embargo, la brecha es enorme: China importó 18 millones de toneladas desde 2017, mientras que la Argentina solo colocó 80.000. El desafío ahora es “replicar ese éxito con otras variedades como el poroto mungo y los garbanzos”, donde la Argentina tiene capacidad productiva y calidad genética, pero "carece de los acuerdos fitosanitarios necesarios para competir con Brasil, que avanza rápidamente en la habilitación de sus productos".
La industria avícola expuso la intermitencia sanitaria y la necesidad de modernizar los acuerdos con el gigante asiático. En ese sentido, Carlos Sinesi, gerente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), recordó que la Argentina fue pionera en 2005, pero los recientes brotes de influenza aviar cerraron el mercado durante largos períodos, por lo que permitió operar solo cinco meses en los últimos tres años.
A pesar de que el sistema sanitario argentino logró declarar al país “libre de enfermedad” en tiempo récord tras el último incidente en agosto, el mercado chino permanece cerrado burocráticamente. Aclaró que “el sector urge no solo la reapertura, sino un nuevo protocolo que incluya menudencias y acepte la regionalización para no castigar a todo el país por eventos aislados”.
Otra de las exposiciones estuvo vinculada con las frutas finas: el arándano argentino enfrenta una barrera comercial que lo deja fuera de juego frente a sus vecinos. Federico Bayá, del Comité Argentino de Arándanos (ABC), detalló cómo, tras cinco años de gestiones sanitarias para abrir el mercado, “las exportaciones argentinas se estancaron en apenas 7 toneladas anuales debido a un arancel de ingreso del 30% impuesto por China”. Esta carga impositiva contrasta con el arancel cero que tienen Perú y Chile, lo que hace inviable la competencia a pesar de la ventana de contraestación que ofrece el hemisferio sur para abastecer a China, que hoy es el mayor productor mundial de esta fruta.
Por otro lado, el sector pesquero, representado por Eduardo Boiero, presidente de la Cámara de Armadores de Pesqueros y Congeladores de la Argentina (Capeca), también presentó una dicotomía entre la abundancia del recurso y la desventaja de los costos. Con exportaciones anuales de US$2000 millones, la pesca argentina es extractiva y natural, lo que garantiza una calidad premium, según dijo. Sin embargo, para especies clave como el calamar, el producto nacional enfrenta una carga del 19% (sumando retenciones locales y aranceles chinos) para ingresar al mercado asiático, compitiendo en “desigualdad de condiciones contra la flota de aguas distantes que opera sin esas cargas tributarias y con costos laborales significativamente menores”.
Según explicó, desde el sector privado se solicitó a las autoridades chinas la habilitación de la centolla argentina para “consumo humano directo”, tanto viva como congelada. Actualmente, este producto premium “solo está autorizado para reprocesamiento”, mientras que competidores como Chile tienen acceso libre para el consumo directo, lo que les permite capturar un valor mucho más alto en el mercado asiático.
El sector del maní, concentrado en Córdoba y con una expansión hacia Buenos Aires y Santa Fe, también busca consolidar su posición en el gigante asiático. Si bien la Argentina es líder mundial en exportación de maní de alta calidad, la inserción en China requiere un mercado que es tanto productor como consumidor masivo. La presentación de Edoardo Fracanzani, director ejecutivo de la Cámara Argentina del Maní (CAM), subrayó la capacidad de la cadena para abastecer productos con valor agregado, alineándose con la sofisticación de la demanda china.
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