Especialistas del INTA evaluaron los datos de las distintas zonas productivas; hubo una caída a 34,5%
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El contenido fluctuante de proteína de la soja ha sido motivo de múltiples debates últimamente, por su efecto sobre la molienda y el comercio internacional, sobre todo de la harina de soja. Hasta hace poco no había datos contundentes sobre el tema, por lo que un trabajo presentado en la última reunión de Acsoja arrojó mucha información sobre la composición de la oleaginosa cosechada en distintas zonas del país. En ese estudio multidisciplinario se determinó un contenido medio de 35%-36% de proteína en el grano de soja según campañas, aunque con diferencias entre distintas regiones. El trabajo también permitió generar un mapa con los contenidos zonales de proteína y aceite de la oleaginosa, y promete continuar con nuevas etapas.
Karina Zelaya, del INTA Balcarce, y Cecilia Accoroni, del INTA Oliveros, determinaron que las medias nacionales de contenido de proteína de la soja fueron del 36,6% en el primer relevamiento, correspondiente a la campaña 2020/21; del 35,6% en el segundo (ciclo 2021/22), mientras que en 2022/23 cayó a 34,5%. En aceite, los valores respectivos fueron 23, 22 ,3 y 25.5%.
“El trabajo realizado contó con la valiosa colaboración del INTA, con sus agencias de extensión, que tomaron 1445 muestras a los productores durante tres años. Fue un emprendimiento muy importante, en el que participó un grupo interdisciplinario, que incluyó a Ciara y a los exportadores, sumados al de las agencias de extensión y técnicos del INTA y a Acsoja”, contaron.
“Se arrancó haciendo un análisis de cuál era la superficie sembrada de soja considerando partidos y de departamentos de las provincias involucradas. Así, se definieron ocho zonas para poder evaluar las muestras y del relevamiento surgió el primer mapa”, abundaron.
Luego se hicieron diferentes evaluaciones: por un lado, se concretó una caracterización cualitativa, donde se analizaron todos los datos de manejo del cultivo. Por otro, la caracterización cuantitativa determinó, en laboratorio, cuánta proteína, cuánto aceite y cuánto de cada uno de los aminoácidos más importantes contenían los granos de soja. Después, todo eso fue motivo de un análisis estadístico.
Resultados
Zelaya y Accoroni presentaron los resultados de dos años de determinaciones, correspondientes a las campañas 2020/21 y 2021/22. Evaluaron los porcentajes de materia seca, proteína, aceite y Profat, que resulta de la sumatoria de los dos anteriores. Por otro lado, también interesaba conocer, del total de aminoácidos de la proteína, aquellos llamados Key, que son los que tienen mayor interés para la industria.
“Las medias que obtuvimos en el primer relevamiento nacional fueron de 36,6% de proteína en el primer ciclo, que bajó a 35,6 en el segundo; en 2022/23 medimos 34,5%. En aceite pasamos de 23% a 22 ,3 y a 25.5 respectivamente. El Profat dio 59,6, 57,9 y 60%. El trabajo mostró una correlación negativa entre el porcentaje de proteína y de aceite”, explicaron las disertantes.
En la reunión de Acsoja también se presentaron conclusiones del trabajo, de las cuales la principal es la que indica que las diferencias regionales en contenido de proteína y aceite corresponden a los efectos de la latitud y longitud, aunque hay otros factores de manejo que definen la calidad del grano de soja. En los mapas confeccionados, la región NOA fue la que mostró el valor de proteína más alto. Por otro lado, con el estudio no se encontró una tendencia clara para generar un patrón geográfico en los valores de aminoácidos que componen la proteína de la soja.
Vigilar factores de manejo
El contenido de proteína y de aceite del grano de soja depende de muchos factores. Rodolfo Rossi, presidente de Acsoja, ingeniero agrónomo especializado en genética y consultor internacional en mejoramiento genético y estrategia, los analizó. “El porcentaje de proteína es un tema muy importante dentro de la cadena de soja y para el país porque la harina de esta oleaginosa es el principal producto de exportación que tiene la Argentina”, destacó inicialmente.
“En el porcentaje de proteína y de aceite existe una influencia importante del factor genético, superior al 50%, y una influencia ambiental”, definió luego.
En el factor genético, Rossi comentó que “siempre se ha puesto énfasis en el rendimiento, a la resistencia de enfermedades y a la incorporación de caracteres novedosos en la selección. Por otro lado, históricamente existe una correlación negativa entre el contenido de proteína y de aceite, que debería modificarse para poder tener productos mejores y de calidad pareja. No obstante, hay ausencia de incentivo económico por los compradores para pagar el contenido de proteína y se liquida fundamentalmente por el rinde y no por la calidad”, distinguió.
Rossi mostró los datos de los últimos 100 años en Estados Unidos, en los que se ve claramente un aumento del rendimiento en función del lanzamiento de nuevas variedades, pero una caída concomitante en el porcentaje de proteína, aunque se registró un incremento en la proteína producida por hectárea, un factor muy importante para la seguridad alimentaria del mundo.
Más adelante, el orador dijo que “el nivel de nitrógeno del suelo y la fijación simbiótica también influyen en el contenido de proteína. Por lo tanto, es importante que la simbiosis con el rizobio sea eficiente”.
Entre los factores ambientales, resaltó la temperatura como fundamental. “Registros más frescos dan mermas en el porcentaje proteico y temperaturas por encima de los de los 25-29°C y estrés hídrico producen menos rendimiento, lo que genera un mayor nivel de proteína”, diferenció.
Obviamente, a menor latitud, tanto el nivel de aceite como el de proteína resultan superiores respecto a los observados en latitudes mayores. La luminosidad también es muy importante en el período de llenado del grano.
Al analizar la fecha de siembra, Rossi dijo que está muy establecido que, a medida que se atrasa, los valores de proteína pueden aumentar. A su vez, grupos de madurez más largos darían relaciones positivas en el porcentaje de proteína y relaciones negativas con el aceite.
A modo de síntesis, Rossi destacó: “lo que es importante considerar es que, cuando se generan problemas de baja proteína en el grano de soja, se trasladan a toda la industria de la molienda y esto impacta económicamente en la calidad de la harina de soja. Se producen descuentos comerciales, pérdidas y problemas de descascarado. El manejo de planta de crushing requiere más energía y genera más polución por más trabajo para poder lograr una harina que cumpla con las especificaciones del estándar”.
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