Con los diferentes estilos musicales del país, la célebre obra recoge las tradiciones criollas y gauchas
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La celebración de la tradicional Misa de Gallo ha sido motivo desde hace muchos por parte de muchas parroquias que se acompañada musicalmente por la famosa Misa Criolla que diera a conocer hace 60 años el maestro Ariel Ramírez, que contó con la colaboración para los textos litúrgicos de los presbíteros Osvaldo Antonio Catena, Alejandro Mayol y Jesús Gabriel Segade, de acuerdo con las indicaciones del Concilio Vaticano II., que se desarrollaba por esos años.
Por otro lado, para completar la otra cara del disco con La Navidad Nuestra, el reconocido compositor recurrió al historiador Félix Luna, que en esos momentos estaba trabajando en su famosa obra Los caudillos que habría de dar a conocer en 1966. En ella habrá recreará la figura “de esos hombres que fueron representativos de los sentimientos y las expectativas de miles de argentinos durante más de medio siglo”. Esos miles de argentinos eran los gauchos y esos caudillos los representaban “hombres que en estilo arisco y montaraz -dirá- se metieron a empellones en la historia y allí quedaron. Son figuras alguna de ellas, que forman parte más de la leyenda que de la historia: pertenecen a la copla, al romance y a la conseja que se cuenta en las noches de la tierra, cuando la intimidad familiar o amistosa va convocando la memoria y los hechos sucedidos o inventados -tanto da- empiezan a desovillarse”.
No pudo estar más acertado Ariel Ramírez en proponerle para La Navidad Nuestra esa sociedad a Félix Luna. Éste era porteño, aunque por su padre era riojano, pasaba los veranos en esa provincia donde conoció el ámbito rural, y con su afición por la música era un buen guitarrista, improvisador de décimas y pudo adentrarse mucho más en el alma de los paisanos. Con espíritu federalista, al escribir las letras recurrió a los distintos escenarios del país, con sus respectivas músicas. Así, siguiendo cronológicamente los pasos de la venida de Jesús, La Anunciación es un chamamé; en el que ángel Gabriel viene “jinete de un rayo rojo con espuela e plata, estaba caté”.

La peregrinación, es una huella pampeana, describe esas “tierras heladas cardo y ortigas”, y encuentra como comparación con el humilde pesebre del nacimiento al “ranchito de quincha” usando esa palabra quechua. En El nacimiento una vidala catamarqueña, no hay referencia alguna a nada nuestro, pero el autor conocedor de la noche en el campo, seguramente entonces de muchas Nochebuenas en el campo en esos 38 años de vida, percibió que “Todo es silencio y serenidad, Paz a los hombres, es Navidad”.
En la adoración de Los pastores una chaya riojana, quizá la más logrado por su conjunto; convoca a estos hombres a traer los productos de su tierra “albahaca y cedrón, tomillo y laurel” para ofrecer al recién nacido, y como en un gesto ecuménico los convoca de “Pinchas y Chuquis, de Aminga y San Pedro, de Arauco y Pomán” para ser los primeros en llegar, justamente esos gauchos esa gente sencilla, trayendo además la ofrenda de “quesillos y flores”. Para recorrer la distancia que hay hasta Aimogasta, donde celebra la Navidad, agrega “Pídanle a Julio Romero, caballos de paso y su mula de andar”, este señor era amigo de su mujer Felisa de la Fuente y un personaje de Aimogasta. Esa peregrinación es un signo de alegría por el nacimiento del Redentor, por ello quienes participan “con cajas y con guitarras, iremos cantando por el olivar”, donde “aloja y añapa no habrá de faltar” para completar la celebración, que es tan grande esa noche santa “mientras la luna se muere de ganas de participar”.

En el taquirari que recuerda la adoración de “Los reyes magos”, Melchor, gaspar y Baltasar, no van a llevar al Nilo oro, incienso y mirra, sino “arrope y miel, y un poncho blanco de alpaca real”. A cambio del oro, la lana de alpaca era reservada para los nobles del pueblo inca, ese “oro de los Andes” era valorado por su suavidad, abrigo y resistencia al agua; que mejor entonces que una prenda tan apreciada por el gaucho como un poncho de calidad, y además blanco el color de la pureza de todo niño, sea la ofrenda de esta tierra.
“La huida” es una vidala tucumana, en este caso pensamos que Félix Luna comparó la huida de la Sagrada Familia a Egipto para no caer en las manos de Herodes, con “el largo el camino, largo el salitral / Ya tocan a degollar / Ya está sangrando el puñal / Si no te apuras los van a pillar” en aquellos gauchos que se unieran en su momento a defender la libertad en nuestras guerras civiles, y se refugiaron a veces acompañados por sus familias “a tierra mejor”.
A veces cantamos ciertos temas, sin pensar en su contenido, a 60 años de la aparición del álbum La Misa Criolla con La Navidad Nuestra, sea también casi a fin del 2025 un homenaje a Félix Luna, a quien mucho hemos recordado en el centenario de su nacimiento y cuyos versos resonarán en estos días significativos en tantos lugares de este país que tanto amó.




