

Llovía en el hipódromo de San Isidro : aún así, el movimiento comenzó a las cinco, al clarear la jornada. La rutina es la de todos los días: el vareo, la preparación de los caballos y la elección del jockey para las competencias del día, un debate diario entre los entrenadores. Lo mismo ocurre en los principales hipódromos del país: Palermo , Azul, Tandil, Dolores, La Plata, Río Cuarto (Córdoba), La Punta (San Luis), entre otros del interior de la Argentina.
El jinete transita sus días marcados por una rutina que recién cobra sentido al cruzar el disco. El sacrificio, la falta de dinero, las exigencias físicas y las dietas estrictas son alimentadas y saciadas con un solo objetivo: llegar a ser jockeys profesionales. Muchos jóvenes empiezan en carreras cuadreras los fines de semana en el interior del país y deciden su vocación en la adolescencia, a los 15 o 16 años. Una vez en carrera se someten a un arduo entrenamiento de aprendiz para convertirse recién a los 20 en profesionales. No hay fines de semana, feriados, vacaciones, navidades ni brindis de fin de año.
Pero el turf corre sobre terreno arenoso. A mediados de febrero, la gobernadora María Eugenia Vidal anunció un recorte del Fondo de Reparación -que proviene de las ganancias de las tragamonedas- de un 12 a un 9% y dijo que la provincia tiene otras prioridades."Necesitamos un gobierno austero que dé el ejemplo y ponga los recursos donde la gente los necesita", afirmó en ese entonces.
La lucha de todos los miembros de la actividad para que no se les quite el fondo y se les otorgue más tiempo para reestructurarse a la medida, se hizo eco en cada rincón de la provincia de Buenos Aires, que concentra un 75% de la producción equina del país. Sin embargo, hace unos días, la mandataria presentó un proyecto de ley ante la legislatura bonaerense donde el Instituto Provincial de Lotería y Casinos inicialmente asignará 9 puntos del Fondo Provincial de Juego y se reducirá a razón de un punto del porcentaje por bimestre hasta llegar a cero en diciembre de 2019.
Para solventar esa quita, propone exenciones impositivas a hipódromos y agencias que no podrán cobrar adicionales (10%) en las apuestas, entre otras medidas. El anuncio de Vidal fue un impacto más en el corazón del sector, compuesto en parte por jóvenes jinetes que se someten a sacrificios físicos y mentales para llegar a correr algún día en carreras profesionales.
Reglas claras
Las reglas de altura y peso son estrictas: ni un centímetro ni un gramos de más. "Mantenerse dentro de un peso exacto es un objetivo constante e inquebrantable. La disciplina debe ser su motor de conducta porque cualquier desvío los descarrila y los saca de competencia enseguida", dijo Roberto "Coco" Bullrich, cuidador y entrenador de caballos.
Estos pequeños gigantes del turf, de no más de 1,60 metros y 52 kilos, deben tener la fuerza suficiente para controlar un animal de 550 kilos que corre a más de 60 kilómetros por hora, sin otra protección que un casco y la encomendación a la buena de Dios. En absoluta soledad, y tal vez acompañados por una imagen religiosa a la que le piden protección, deben manejar estrategias para ganar la carrera. También tienen que recordar las recomendaciones del entrenador, antes de que se abran las gateras. "En un segundo hay siete cuerpos de un caballo corriendo: estamos hablando de 16,88 metros y el chico debe incorporar esos valores para no dar ventajas", relató Héctor Libré, ex gran jockey.
Los jinetes más cotizados del circuito no tienen días de descanso, ni feriados ni francos. Al salir de vacaciones se arriesgan a que otro ocupe su lugar. Por esa razón, veranean unos pocos días en enero, época del año en la que baja el nivel de competencia.
Jesús Medina es entrerriano. A los 20 se mudó a La Plata con solo 100 pesos en el bolsillo. Sin embargo, en apenas tres meses, ganó 40 carreras. "No sabía dónde esconder la gran cantidad de dinero que había ganado", recordó. Para Medina tomarse días de descanso es una decisión exclusiva de aquellos que ya alcanzaron la gloria deportiva: "Como yo estoy tratando de volver, las vacaciones serán más adelante porque nosotros no tenemos sueldo: si no corrés, no cobrás nada".

No todos tienen la oportunidad de llegar al éxito deportivo. "Hay ocho que ganan, mientras otros miran", afirmaron los cuidadores. Cuando algunos jinetes son elegidos para correr, otros jockeys son relegados sin fecha de vencimiento. Por eso se suele hablar de la teoría de la "corporación en el turf": para que un jockey gane se necesita que otro pierda. "Hay que sostener a aquellos que pierden, organizar carreras de menor jerarquía, pagar montas pérdidas, darle sueldos a los que trabajan a la mañana, vareando, que no tienen muchas aspiraciones", remarcó Bullrich.
Una balanza que no perdona
Desde siempre, los jockeys enfrentaron la cuestión de peso con todo tipo de artilugios para tratar de ganar la batalla de la balanza: largas sesiones de sauna, running envueltos en papel film durante cuatro horas en pleno verano para transpirar más, diuréticos y anfetaminas para sacarse el hambre, atracones y vómitos de manera voluntaria.
La búsqueda desesperada por conseguir el peso ideal los lleva a consumir sustancias adictivas. "La mayoría de los jockeys tomábamos anfetaminas, era un secreto a voces", confesó Jesús Medina y agregó que las consumió durante 15 años.
Si bien en la Argentina no es como en Estados Unidos donde según Libré "existe en cada hipódromo un baño para que los jockeys vomiten antes del pesaje previo a la carrera para dar el kilaje correcto", en la Argentina la situación es un gran problema. "Algunos jockeys que llegan a ser bulímicos terminan muy mal", dijo Bullrich.
Según contaron, los inventos para bajar de peso son de los más ocurrentes. Libré, por ejemplo, se vestía con un traje de neoprene, se subía a una bicicleta fija rodeado de estufas al máximo y con un joystick jugaba al ajedrez frente a la computadora por dos o tres horas: así "rebajaba" tres kilos. "Después de tanto sacrificio, te pesabas y todavía te faltaban 500 gramos, entonces no parabas de pegarle patadas a la balanza", recordó.
El peso para el ex gran jockey siempre fue un karma, hasta llegó a consultar a un homeópata que le proporcionó un medicamento muy costoso y comenzó así a consumir anfetaminas que le provocaban insomnio permanente y mucha irritabilidad. También probó muchas dietas, sin resultados. Construyó un sauna en el garaje de su casa y allí se encerraba durante horas antes de la carrera. "El día que decidí dejar de correr fui a una ferretería de la vuelta de casa y compré un hacha. Volví al garaje de casa y con una gran satisfacción rompí todo el sauna hasta hacerlo astillas", contó el ex jinete.

También recordó que un amigo jockey lo invitó a visitar a un acupunturista asiático que "le sacaría el hambre para siempre". El hombre los acostó en una camilla con 150 agujas en cada uno durante dos horas. Cuando terminó la sesión dijo: "Con esto, no comen más". Luego de pagar un dineral se retiraron del consultorio. Caminaron unas cuadras, se miraron uno a otro y Libré le preguntó a su amigo si tenía hambre, a lo que el amigo le respondió: "Este chino es un charlatán, nos gastamos cinco lucas". Pasaron por un bar, se pidieron un par de cervezas y dos sándwiches completos de milanesa.
El día previo a una carrera, Medina salía a trotar al menos cuatro horas y dejaba el auto encendido con la calefacción al máximo. Cuando terminaba el ejercicio, se subía al auto envuelto en papel film y pasaba dos horas más para "terminar de rebajarse".
Irlanda, líder en la industria del turf, dio un paso adelante y subió la escala de peso para que los jockeys estuvieran un poco menos presionados. En la Argentina la tabla de peso tiene más de 160 años de antigüedad. Muchos entrenadores y cuidadores del ambiente del turf piensan que hay que corregirla. Pero hay quienes opinan que la homologación de todos los récords con el peso anterior generaría muchos conflictos.
Libré, una vez retirado, redactó un proyecto para modificar la escala de pesos de las carreras. "Los caballos en Estados Unidos los corrían los esclavos y los dirigentes decían que los animales no podían ser sometidos a esfuerzos inhumanos y soportar más de 70 kilos. Así se instaura la escala de peso. Nunca se tuvo en cuenta al verdadero factor humano: hay competidores que se quitaron la vida por sobrepasar los kilos de la balanza", dijo el ex jinete.
La contención familiar es probablemente lo más importante que necesita un jockey fuera de las pistas. "Es difícil que la familia te acompañe, no solo porque no tenés días de descanso, ni vacaciones, sino porque todo el sacrificio es compartido con ellos", dijo Libré, con dos divorcios en su haber. Y agregó: "Con el consumo de anfetaminas en forma prolongada empecé a tener también problemas sexuales: al principio pensé que las dificultades eran por el cansancio porque trabajaba mucho, pero después me dijeron que era por el preparado de pastillas. Esta profesión enferma a toda la familia", confesó. "Yo me casé tres veces, quién me iba a aguantar", dijo, entre risas.
Las lesiones recurrentes son parte en la vida de los jockeys: las fracturas, por ejemplo, son un ingrediente cotidiano en el circuito, que los deja varios meses fuera de la pista y los confina a una vida sedentaria que les parece eterna. Aumentan de peso, no realizan ejercicios y tampoco cobran premios (hoy solo una ART) que los arrastra a la depresión.
Hoy, Libré es el director de la Escuela de Aprendices del hipódromo de San Isidro. La escuela es gratuita y tiene 16 alumnos. La mayoría, jóvenes del interior, viven en los studs. Mientras estudian, para ganarse la vida, los aprendices trabajan como vareadores de caballos. Cobran 40 pesos por ejercitar cada animal y montan alrededor de 8 a 10 caballos por día.

La escuela empieza sus actividades con un pesaje obligatorio a cada uno de los alumnos. Si no dan con el peso se deben retirar y se les computa una falta: si llegan a quince inasistencias quedan afuera. "Así de meticuloso era en mi época de jockey y también lo soy como profesor. Pesar a cada jinete antes de empezar las clases es mi rutina y si no está en el kilaje adecuado, lo invito a que se retire de la clase", explicó Jorge Sandro Caro Araya, profesor de la escuela de aprendices.
Amazonas: las jocketas a la cancha
Romina Villegas es tucumana y tiene 20 años. "La negra", como suelen llamarla, es una de las tres mujeres del grupo de 16 alumnos que están hoy en la escuela de Libré. Desde muy chica decidió ser jocketa profesional y gracias al apoyo de su padre pudo cumplir su sueño.
Estuvo un año suspendida por no pasar la balanza pero el año pasado la vida le dio revancha y volvió a tomar la fusta para arrancar al galope largo. "Fue difícil estar un año fuera de las pistas. Hoy me sigue costando dar con el peso", confesó. La balanza es aún más traicionera para mujeres que para hombres: los cambios hormonales las complican.
Marina Lezcano, ex jocketa, recordó que comenzó a correr, las mujeres eran excluidas de las competencias. Ella no era una "chica normal para la época con sus 151 centímetros de estatura. "Ya pasaron más de 40 años desde que debutamos junto a diez chicas en diciembre del 74 y aún hoy sigue siendo muy difícil para las mujeres", afirmó.

Las chicas sienten que se siguen moviendo en un mundo machista. "Es uno de los pocos deportes en los que la mujer está a la par de los hombres, es decir que competimos juntos, sin concesiones de ningún tipo. Sin embargo, si una mujer tiene un caballo bueno, para los clásicos se los sacan y se los dan a los jockeys hombres", afirmó Lezcano. La primera carrera que ganó es muy recordada porque durante la competencia se le dio vuelta la montura y pasó el disco "en pelo" arriba de la yegua.
El premio mayor: llegar a la meta
Un grupo silencioso de jinetes queda a mitad de camino, en un espiral de historias de frustración donde se conforman con ser galopadores y hacer changas, frustrado de manera definitiva el sueño de ser un gran jockey. Otros, no montan los mejores caballos y pasan largos meses sin ganar una carrera, pero el día que victoriosos cruzan el disco, toda desdicha queda en el olvido.
Unos pocos lo logran. El puño apretado con la fusta en alto: en las tribunas, su familia, con la emoción hasta las lágrimas. El premio, la foto de la victoria, la caricia al animal que ha sabido responder a las exigencias. El ritual pronto volverá a empezar, pero ya habrá tiempo para pensar en el sacrificio. Ahora es momento de saborear la gloria.
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