Los impuestos pueden salvar el mundo
El nivel de pobreza en la Argentina trepó al 42% de la población y el de indigencia, al 10,5%. El PBI cayó un 9,9% en 2020, el tercer año de caída consecutiva (2018, 2,5% y 2019, 2,1%). El dólar oficial subió un 359,80% en 3 años y el dólar MEP, un 613,57%. Y la lista sigue. No termina nunca.
Los problemas económicos y sociales son tantos y tan graves que es muy difícil pensar (y escribir) de esta otra amenaza sobre la que vengo a expresarme hoy. Pero lo tenemos que hacer. Porque es muy real y extremadamente peligrosa. Y el reloj está corriendo.
El Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (ONU), a partir del antecedente del Acuerdo de París de 2015, concluyó que si la temperatura media mundial sube 1,5 °C para 2100, entre el 20% y el 30% de las especies estarán en riesgo. Pero si sube 2 °C, la mayoría de los ecosistemas podrían desaparecer. Pero como muchas veces cuesta creer lo que no podemos ver o tocar, hablemos de números. El estudio Contando el Costo 2019: un año bisagra, concluye que el cambio climático generó solo ese año pérdidas por más de US$100 billones. Solamente Miami Beach lleva gastados US$400 millones en 5 años en su lucha contra el aumento del nivel del mar.
Si no fuera tan importante y tan urgente atacar este problema, ¿por qué el presidente de los Estados Unidos, como primer gran iniciativa, impulsaría un paquete de 2,3 trillones de dólares (realmente mucho dinero) que incluye la construcción de un millón de casas “verdes”, 500.000 nuevas estaciones para cargar vehículos eléctricos, US$180 billones para investigación en energía renovable y la total eliminación de subsidios a los combustibles fósiles?
Supongamos que llegamos a un acuerdo básico: es importante atacar este problema. Entonces, ¿qué tendrán que ver los impuestos? ¿Cómo los impuestos pueden salvarnos de nosotros mismos (el 95% del calentamiento global es causado por actividad humana)?
Para ello, les presento la Fijación del Precio del Carbono, una de las herramientas más eficientes para atacar este problema. Su principal objetivo es determinar el valor del daño que nos causará la emisión de una tonelada de CO2 (a través de enfermedades, desastres naturales, costos económicos concretos) y que les causará a los países (que tendrán que transformar sus economías para lograr que sean libres de carbono).
Hablamos de costos económicos reales, que afectan a personas reales. No de costos teóricos en un modelo matemático abstracto.
Fijar ese valor es algo muy complejo y hay gran disparidad de modelos y opiniones para calcularlo. Para tener una idea, a principios de 2017, al final de la presidencia de Obama, el precio en los Estados Unidos era de US$51 por tonelada. Para el final de la presidencia de Trump el valor pasó a US$5 por tonelada. Es decir, más de un 90% de reducción en 4 años, si bien hay consenso unánime entre los científicos y economistas en cuanto a que el precio fijado por Trump es realmente poco ético e ilógico.
Supongamos que fijamos ese valor. Es aquí donde entran los impuestos. Hay más de 60 países que usan sistemas de Fijación del Precio del Carbono. Los más usados son: (i) Impuestos al Carbono (Sudáfrica, Colombia, México, Gran Bretaña, Singapur y otros.), y (ii) Topeo y Comercio (Unión Europea, Corea del Sur, Canadá).
En cuanto a los dos países que más contaminan: (i) en los Estados Unidos este año se presentaron 11 proyectos de ley para imponer un sistema nacional, de los cuales 10 se vinculan con lo impositivo; (ii) China ya tiene sistemas subnacionales y regionales y se espera que en los próximos dos años implante un sistema a nivel nacional.
¿Se trata “simplemente” de crear o subir un impuesto al carbono? La discusión es más profunda. Entre lo que ha demorado la creación en los Estados Unidos de este tipo de legislación es están los siguientes planteos: si optamos por el método impositivo, ¿cómo no “lastimar” la economía? ¿y qué hacer con la recaudación?
En la Argentina somos pioneros en crear y subir impuestos. Por lo cual, no sorprenderá que el Impuesto a los Combustibles Líquidos esté por cumplir 30 años y que de muy poco haya servido para desalentar el uso del combustible fósil. Tampoco sorprenderá que el destino de lo recaudado poca relación tiene con el fin buscado y, por último, que, si bien mejoramos, seguimos muy lejos del ideal. En el ranking CAT pasamos de “críticamente insuficiente” a “insuficiente”, en cuanto a la Contribución Determinada Nacional de 2016 y de diciembre 2020.
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