María Castiglioni Cotter: “No termina de armarse un plan económico y eso es una gran dificultad”
Estudió Economía en la Universidad Católica Argentina (UCA) e hizo un máster en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Trabajó durante siete años en la consultora de Orlando J. Ferreres y en 2005 fundó C&T Asesores Económicos, con su colega Camilo Tiscornia. Es profesora de Macroeconomía en la UCA.
María Castiglioni Cotter se desempeña como analista económica hace más de 20 años. Es especialista en temas monetarios y de finanzas públicas y en modelización financiera.
–¿Por qué la inflación sigue tan alta?
–La inflación refleja las consecuencias del desequilibrio macroeconómico muy grande que hay, y que se amplificó muchísimo en 2020. Tiene que ver con el exceso del gasto público y el enorme déficit fiscal, que fue récord, financiado una buena parte con emisión monetaria. Eso se dio en un contexto en el cual ya la inflación de base en la Argentina era muy alta, y cuando la historia ya mostró que la financiación monetaria del déficit fue generando consecuencias cada vez más graves; por lo tanto, las expectativas de la población están atentas a esto. El año pasado, cuando la inflación al principio estaba desacelerándose, en plena cuarentena, por la recesión, el cierre de actividades y diferentes cuestiones, la inflación de abril, mayo y junio fue bastante baja. En ese momento, todavía la gente seguía esperando que la inflación se fuera a acelerar, no a desacelerar, lo que convalida que la gente en definitiva entendió ese mecanismo. Lo que ven es un exceso de pesos y no quieren esa moneda. Eso está reflejando este proceso inflacionario, que no se puede frenar a pesar de que las tarifas están prácticamente congeladas desde mediados de 2019; a pesar de que, en los últimos meses, el tipo de cambio oficial viene desacelerándose; a pesar de que los dólares paralelos bajaron, desde el pico que hubo en octubre del año pasado. Y la inflación tiene que ver justamente con esto: los controles de precios y los sucesivos programas no están logrando frenarla. Ni siquiera se está logrando el objetivo de frenar los aumentos de precios de los alimentos, un rubro para el que hay distintos programas y controles.
–En estos primeros meses del año hubo casi equilibrio fiscal y superávit comercial. Sin embargo, la inflación se mantuvo alta. ¿Qué se puede esperar para el resto de 2021? ¿En algún momento harán efecto las tarifas congeladas, los controles de precios y el tipo de cambio pisado?
–Transitoriamente, nosotros creemos que si logran seguir con este esquema, aunque el resultado fiscal no seguirá tan positivo como en estos meses, puede haber una cierta desaceleración de la inflación en los próximos meses. Estamos esperando que una vez pasado julio, que es un mes complicado para la inflación en general, tal vez en agosto o en septiembre y octubre puede ser un índice un poco menor. De todas maneras, la tasa interanual estará cerca del 50%, que es una locura. Sí es cierto que puede haber una desaceleración justamente por todo este esfuerzo. Esto es algo transitorio en la medida en que, por un lado, el resultado fiscal no estará equilibrado después. De hecho, ya hay nuevos aumentos de gastos, que están por encima de lo presupuestado. Por otro lado, esta decisión de congelar tarifas y ampliar el subsidio para los usuarios en “zonas frías” genera un déficit más grande en el sector energético, que requiere más gasto en subsidios. Los aumentos de 40% en el salario de los empleados del Congreso, que se acordó en cuotas, también supera lo que está presupuestado. Habrá más gastos en estos meses y a eso se suman los que habitualmente hay en periodos preelectorales: transferencias a provincias y obras públicas.
–¿Y por el lado de los ingresos?
–Los ingresos tuvieron una performance extraordinaria en los primeros meses del año, producto de más carga tributaria, nuevos impuestos, mayores alícuotas, y también por lo que viene del sector externo, con retenciones con precios récord de la soja y de otros commodities, que están ayudando mucho. Eso irá mermando en los próximos meses. En definitiva, ese casi equilibrio fiscal que hubo en los primeros meses ya se está empezando a revertir, y eso generará una necesidad de emisión que, de hecho, está pautada en el presupuesto. El año pasado, el Gobierno planteaba que la emisión era inocua frente a la inflación porque no había datos de una inflación más alta. Lo que pasa es que la reacción no es instantánea, no es inmediata, sino que tiene una cierta demora. Desde una inflación de una base muy elevada se necesita lograr un cambio de las expectativas, pero para cambiarlas no alcanza con el anuncio o con un discurso. El discurso debería ser de todo el arco político del Gobierno, de todo el Poder Ejecutivo, y no del ministro de Economía, que tal vez dé una señal que pueda leerse como signo de que habrá un cierto programa económico que tienda a ir corrigiendo estos problemas de los cuales estamos hablando. No se trata de que el ministro de Economía diga una cosa y, después, el jefe de Gabinete diga otra. En definitiva, tiene que haber una coherencia.
–¿Qué rol tiene el Banco Central?
–Lo que estamos viendo en estos últimos meses es que hay ciertas medidas del Banco Central para ir tratando de absorber esos pesos que están dando vuelta; eso está bien en un sentido, porque ayuda a que no haya tanta liquidez yendo a generarle más nafta al fuego de la inflación; pero no hay una política más fuerte que diga que el Banco Central se va a concentrar en bajar la inflación. Esos ingredientes son muy importantes a la hora de lograr una baja sostenible de la inflación, que es el mayor problema de la Argentina, principalmente porque, con este nivel de pobreza, los primeros que pierden son los que tienen menos ingresos, que no tienen cómo protegerse; y, en segundo lugar, porque esta inflación tan alta no permite hacer planes de ningún tipo y eso afecta el crecimiento económico. La alta inflación genera la larga falta de inversiones que complica el crecimiento económico.
–Los niveles de inflación son altos desde hace varios años, ¿cree que hay voluntad de los políticos para reducirlos?
–Lo que pasa es que, si el Gobierno no tiene esa determinación, las medidas que se puedan tomar carecen de sustentabilidad. Si uno mira la historia económica argentina, el país tiene inflación alta desde 1950. Los demás países ya resolvieron esto. Para tener determinada estabilidad macroeconómica se necesita que determinadas políticas se sostengan a lo largo del tiempo. Acá no logramos que se sostengan dentro de un propio periodo gubernamental. En los periodos electorales se pisa el dólar, se congelan las tarifas, se congelan algunos otros precios, y esa baja transitoria incuba un problema a futuro, porque genera precios desequilibrados que no responden a la realidad del mercado, y se dan malas señales. Si a la gente le cobras barata la energía, hay una mayor demanda, que no es ideal. Se necesita atacar el problema de raíz. Casi todos los países tuvieron déficit fiscal con el Covid, y la mayoría acudió al mercado de capitales, al endeudamiento externo a tasas bajísimas, como las que hay hoy en el mundo para poder enfrentar ese déficit. Y como tienen una estabilidad de precios, tampoco eso genera tanta expectativa de inflación.
–Pero la Argentina cuenta con menos herramientas…
–Y es un problema para cualquier gobierno, porque hay menos formas de financiamiento. Con el riesgo país que hay hoy es inviable pensar en financiarse en el mercado internacional. Además, como tuvimos en particular tanta inestabilidad y tantos cambios de reglas, los argentinos miramos el tipo de cambio mucho más que otros países. En Brasil, el ciudadano promedio no sabe de cuánto es el tipo de cambio. Y cuando hay incertidumbre, las modificaciones del tipo de cambio generan impacto en los precios. Hay muchas restricciones para ese proceso de baja de la inflación. Con más razón, hay que hacer hincapié en generar credibilidad, que viene del consenso de la mayor parte del arco político. Entender que hay que ir a un equilibrio fiscal como algo sostenible, y si los recursos son extraordinarios, hay que usarlos para gasto extraordinario y, si no hay necesidad, tratar de tener un fondo anticíclico como tiene Chile con el cobre. Acá, ni siquiera se habla de un plan económico, no hay un programa. Esa es la gran dificultad que tienen para acordar con el FMI. Cuando hay un préstamo de largo plazo se necesita mostrar una hoja de ruta, que todavía no hay. Guzmán puede decir algo, pero después, parte de lo que dice se revierte con otras medidas. Entonces, no se termina de armar un plan económico, más allá de una cuestión de buena voluntad de algún miembro del Gobierno. Por eso, necesitas que el líder los sostenga y que después en el Congreso se traten los temas y haya cierto consenso en algunas cuestiones. Todavía estamos discutiendo, lamentablemente, si la emisión genera inflación o no. Es muy complicado pensar en un proceso tan complejo que se pueda resolver así.
–¿Cómo van a llegar los salarios a las elecciones?
–Los salarios vienen perdiendo hace cuatro años respecto a la inflación, y si uno mira los últimos meses, la escalada inflacionaria, salvo algún sector que haya logrado recientemente algún reajuste, vienen perdiendo sistemáticamente. El problema que hay con los salarios es que muchos sectores siguen muy golpeados. Podés llegar a tener algún mes en el cual la combinación dé un poco menos de inflación justo antes de las elecciones, y algún reajuste salarial puntual mejore esa caída que se viene teniendo, pero con respecto al año pasado hay un promedio de caída del salario real que está en torno al 5% en el mejor de los casos, en el sector registrado. Y otro problema adicional que hay es el nivel de empleo. ¿Qué pasa con toda aquella gran masa de gente independiente, cuentapropista, o que está en la informalidad? Cuando uno mira los indicadores de consumo, esto se confirma también. Es muy compleja la situación y tiene que ver con esta caída sistemática de la productividad de la economía argentina. A la larga, no se puede seguir subiendo salarios artificialmente porque, si no hay recursos o rentabilidad, lo que ocurre es que la inflación termina comiendo esa mejora de salario.
–¿Qué traccionará a la economía en la pospandemia?
–Se están acumulando desequilibrios en todo este proceso que hay que corregir. El gasto público y el déficit son grandes problemas. Toda esta combinación de más inflación y de sostener el tipo de cambio genera un problema de competitividad. Hay que renegociar la deuda con el Club de París y con el Fondo Monetario Internacional. No vemos un escenario de mucho crecimiento el año que viene y el otro, en este contexto en el cual nos imaginamos que el Gobierno seguirá sin terminar de definir del todo cuál es el camino, porque en definitiva hay varias internas adentro del Gobierno y no hay una definición de qué es lo que quieren hacer.









