Maurizio Bezzeccheri, de Edesur: “En el AMBA, hay el doble de duración de cortes de luz que en las otras ciudades de América Latina”
El director de Enel en América Latina, la empresa dueña de la distribuidora eléctrica, señala que las tarifas argentinas “son injustas”; la firma analiza vender las plantas de generación térmica
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La empresa italiana Enel, licenciataria de la distribuidora Edesur, tiene la concesión eléctrica también en las principales ciudades de América Latina, como en San Pablo, Lima, Santiago de Chile y Bogotá. En total, le provee electricidad a 27 millones de usuarios o, dicho de otra manera, al 20% de la población latinoamericana. A nivel mundial, Enel tiene más de 72 millones de usuarios y es el mayor operador privado de distribución de energía. Además de tener la concesión de Edesur, Enel es dueña de Generación Costanera, Central Dock Sud y Generación El Chocón.
Maurizio Bezzeccheri está a cargo de la dirección de Enel en América Latina, luego de su paso durante tres años como country manager en la Argentina. En una entrevista con LA NACION, el directivo italiano dice que “existe una injusticia en el país, porque los señores de todas las otras provincias pagan 3,5 veces más de lo que pagan en el Gran Buenos Aires por la electricidad”.
“Si se mira un consumo de 300 kilowatts hora (kwh) mensuales, un habitante del área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) paga US$40, mientras que uno de Córdoba, US$130. Los usuarios de Córdoba están en la media latinoamericana, que está en el orden de los US$140. En Italia, que tú vivas en la isla de Pantelaria o en Roma da lo mismo, porque se paga el mismo costo”, dice Bezzeccheri.
–¿Cómo está el servicio de distribución eléctrica en Buenos Aires en comparación con las otras ciudades de América Latina?
–La calidad del servicio se mide con dos parámetros. Uno se llama Saidi, que es la duración de cortes por ciudadano en un año. El otro es Saifi, que mide cuántos cortes por ciudadano hay en un año. En Buenos Aires, estamos en 12 horas, donde prácticamente Edesur y Edenor son más o menos equivalentes, tenemos la misma duración de corte medio por ciudadano. La media latinoamericana es seis. Es decir, en el gran Buenos Aires hay el doble de duración de los cortes que en los otros distribuidores de América Latina. En la Argentina, en los años 2000, la duración que tenía Edesur era de seis horas también, pero empeoró. En Europa, donde nosotros distribuimos en Italia, España y Rumania, tenemos una media de 1,6 horas. En Italia son 70 minutos y en Santiago de Chile, 2,5 horas.
–¿Por qué hay tanta diferencia entre Buenos Aires y Santiago?
–El servicio en la Argentina empeoró de las seis horas de 2000 a las más de 12 actual por la intervención en el sistema eléctrico, con el congelamiento de tarifas y todo mecanismo que distorsiona el real funcionamiento del sistema eléctrico en el área de remuneraciones. La diferencia de calidad la hace la cantidad de inversiones que se pueden hacer para mejorar la línea. La tarifa eléctrica tiene cuatro componentes fundamentales, de los cuales los impuestos representan un 25% y la distribuidora recibe un 35%. Con ese porcentaje tengo que pagar los sueldos, los proveedores, recibir una remuneración por la inversión realizada e invertir en obras de infraestructura. Desde el año 2000, nunca hemos distribuido dividendos.
–¿Y por qué siguen en la Argentina?
–Es una pregunta que nos hacemos a diario y algún día tendremos una respuesta. Intentamos ser una empresa responsable, a pesar de la situación en la cual vivimos, seguimos dando el mejor servicio posible, porque la energía es un bien esencial. Sin energía no se hace nada. Acá estamos haciendo milagros para invertir en la distribuidora, en los últimos cinco años, invertimos alrededor de US$850 millones y en los últimos tres, US$500 millones, a pesar de que no tenemos los recursos para hacer esto. Edesur recibe el dinero del holding para poder hacer las inversiones y somos la distribuidora que más ha invertido en la Argentina en los últimos tres años. Esto lo hacemos porque tenemos un buen nombre que defender, pese a que hemos sido chivo expiatorio.
–¿Cómo es la segmentación de tarifas en otras ciudades?
–La manera más común es dar subsidios o se hacen pagos diferidos, como en Chile, donde los usuarios reciben un préstamo del Estado, que después devuelven en cuotas progresivas por un determinado período. En la Argentina, el mecanismo que se propone, manteniendo subsidiados a las personas más pobres, no resolverá los problemas estructurales que tiene la tarifa.
–¿Por qué aumentar tarifas es políticamente tan sensible?
–Es necesario un sentido de responsabilidad. Si tú tienes un servicio, lo tienes que pagar. Recuerdo que cuando llegué acá en 2015, la tarifa media era de US$2, lo que valía una Coca-Cola. La pregunta es: ¿la Argentina es una anomalía o es una normalidad? Mirando las tarifas en América Latina, te das cuenta de que es una anomalía. En otros países, la pobreza es aún más fuerte; en Perú, la informalidad está en el 70% de la fuerza laboral. En los otros países ha intervenido el Estado, pero sin poner en crisis la cadena de suministro de generación y distribución de la energía, porque ellos se dan cuenta de que efectivamente quebrar esta cadena es mucho más dañino, que tener una ventaja de corto plazo para reducir la tarifa. Ellos se dan cuenta de que, evidentemente, si tú debilitas demasiado el sistema eléctrico, al final vas a obtener una quiebra del sistema y después no tendrás luz o tendrás cortes continuos y permanentes. Al principio se podría achacar la culpa a la empresa, como se ha dicho en la Argentina, pero es un amargo consuelo, porque, pues, al final no tiene solución. Si has quebrado técnicamente el sistema, no tendrás a alguien que te lo resucite fácilmente.
–¿Enel pensó en algún momento vender su negocio en la Argentina?
–Hemos decidido cerrar toda la generación térmica porque, más allá de que la Argentina puede cerrarse en su burbuja autocontemplativa, el mundo se está moviendo en la dirección que pide el cambio climático, que es la reducción de emisiones de carbono. En todos los países del mundo, incluso los de América Latina, estamos cerrando plantas de carbón y vendiendo las de ciclo combinado. En la Argentina estamos viendo la posibilidad de salirnos de la generación térmica. Con respecto a la distribución, por el momento no tenemos cosas concretas, ni lo pensamos; seguimos dando este sentido de responsabilidad y seguiremos escuchando la pregunta de por qué nos quedamos.
–¿Está en los planes invertir en parques renovables en la Argentina?
–Estaba acá cuando se lanzaron las primeras licitaciones de energía renovables con tipos de pago del contrato en dólares y algunos beneficios fiscales, que después fueron cancelados cuando ya los proyectos estaban en operaciones. Nosotros ganamos un proyecto eólico de 100 MW. El problema es que no hay línea de transmisión, que permita transferir energía solar y eólica a los centros de consumo, ya que el 60% del consumo de electricidad en la Argentina está en AMBA. Esto es una fuerte limitante. Si no hay líneas de trasmisiones, estará complicado utilizar los grandes recursos que tiene la Argentina en la parte sur, en términos eólicos, y en la parte norte, en términos fotovoltaicos.
–¿Cómo ve la regulación eléctrica en la Argentina?
–Hay un clima de inseguridad jurídica y no se están haciendo tantas inversiones, porque no existe un mercado eléctrico competitivo que permita ser eficientes. Cammesa [la compañía con control estatal encargada del despacho eléctrico] es el único comprador y vendedor de electricidad. En los años 90, el diseño de las redes eléctricas de la Argentina era una referencia mundial. Hoy todo esto no existe más.
–¿Y qué pasó? ¿Es culpa de los políticos?
–Cuando uno se hace adulto y madura, asume la responsabilidad de lo que pasa. En la Argentina, el sistema político tiene la responsabilidad de dar regulaciones que no cambien, que haya reglas claras y que se abra un poco a la competencia, porque de los 30.000 MV instalados en el país, al menos 10.000 son muy antiguos y no se renuevan. No hay que inventar nada. Otro tema es la movilidad eléctrica: en Santiago habrá 1200 buses eléctricos a fin de este año y en Bogotá, 1500. En San Pablo vamos a instalar otros 1000 buses. Y no es solo un beneficio ambiental, también es eliminación de ruido y una experiencia distinta de la calidad del servicio, con paradores inteligentes. Pero en la Argentina no existe este servicio por el momento.
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