Se cansó de producir en la Argentina, emigró a Italia y fabrica perfumes de lujo
A los 40 años Julián Bedel está convencido de que los perfumes que elabora en su laboratorio son de "la mejor calidad del mundo". Hasta 2015 los fabricaba en la Argentina, pero entonces, cansado de que "todo era difícil; no se podía importar, se cortaba la luz, no se podía planificar", se radicó en Milán ( Italia ). Fueguia 1883 ya es una marca instalada en el mundo de los perfumes Premium, con locales en Japón , Nueva York , Milán , París, Buenos Aires y en poco tiempo más, Londres.
"No tercerizamos nada; ni la fabricación, ni la comercialización ni la gestión de marca", dice Bedel a LA NACION desde su laboratorio milanés (ciudad en la que también tiene las fábricas de perfume y de packaging). Hijo del artista Jacques Bedel, combinó su amor por el arte con la química y se convirtió en perfumista.
En Argentina empezó creando para marcas –por ejemplo, para el Malba - hasta que abrió Fueguia 1883; estudió solo e insiste en que su trabajo como perfumista es mínimo: "La clave está en los extractos, en su combinación. Los insumos son de excelencia. En definitiva, es como el mejor bife de chorizo que es por la carne".
Los extractos los produce en Uruguay, en Fueguia Botani. Todo lo que hace –alrededor de 1200 especies- es para su marca; todo es natural, vegano y biodegradable. Por año crea entre siete y diez nuevos perfumes; 100 milímetros de Fueguia 1883 parten de 280 euros y pueden superar los 1000.
Bedel define a su marca como "artesanal argentina" en el "mundo del lujo global"; el nombre recuerda a una aborigen de Tierra del Fuego que se va con Fitz Roy a Londres para regresar después con Darwin. Producir con insumos naturales, explica, es "mucho" más caro que con sintéticos.
A pesar de que sus fragancias las eligen Michelle Obama o Gwyneth Paltrow pasando por Elton John y Marina Abramovic, su estrategia de marketing no pasa por las celebrities: "Lo nuestro es 100% calidad y exotismo. La propuesta va acompañada de la experiencia en nuestros locales donde están todos los perfumes; la experiencia es crucial".
Advierte que las grandes marcas de perfumes se hacen en grandes fábricas y el principal componente es, precisamente, la marca. "Quien gasta en perfumes caros espera encontrar algo que lo identifique, establecer una relación pero sucede que, en general, las promesas se quedan cortas. La comparación nos beneficia porque nos encuentran cuando siguen buscando y cumplimos".
Las fragancias se venden en sus locales, nada más; son espacios exclusivos, diseñados para el intercambio, con una estética sofisticada y los cien perfumes creados a lo largo de estos años; incluso el Fero Julián, que no tiene olor; está diseñado para magnificar el propio olor de quien lo usa.
Bedel es "el" perfumista de su marca, el responsable de todas las fórmulas. Cuando se radicó en Italia, el Gobierno le financió 2,5 millones de euros en garantía para que tomara préstamos e instalara sus fábricas.
"Demostramos que éramos innovadores y así nos consideran; tenemos 50% de financiamiento para investigación e innovación. No sólo hay programas de Italia, sino de la región del Piemonte y de la Unión Europea ; por supuesto, hay que trabajar, aplicar, sostener en los hechos lo que se dice".
Por su familia, dueña de campos, estaba acostumbrado a moverse entre las hierbas y los árboles, sentir los aromas. "Crear un perfume es eso, buscar una paleta, elegir. Hay también un proceso técnico, por supuesto".
"Somos una empresa que vende en el mundo y en la Argentina no podía; no te dejaban laburar. Ni siquiera digo ser competitivo, sino trabajar". Es sábado por la tarde, termina la charla y Bedel entra al laboratorio a trabajar con sus ingredientes; cada lote de perfume es una edición limitada, de unas 400 botellas.
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