Tarifas en cuarentena: un caso que muestra criterios poco razonables
Es fácil perderse en el bosque, y me refiero al tema tarifas de servicios públicos en uno de sus muchos aspectos. Hace unos días pasé por mi oficina y recogí las facturas de servicios, y tan pronto me puse a revisarlas, reflexionaba sobre los criterios similares con los que deberían diseñarse las tarifas de los servicios que se prestan a través de redes, tales como el gas natural, la electricidad, el agua y saneamiento.
Al menos uno esperaría alguna similitud en la estructura de los cargos que paga. En general, uno encuentra en las facturas de esos servicios un cargo fijo y un cargo variable que multiplica el consumo del servicio, además de los abultados impuestos nacionales, municipales y provinciales, que en total pueden superar el 30% del valor del servicio sin incluir estos.
Viviendo una época de pandemia-cuarentena y trabajando desde casa, como muchos de mis colegas, no me sorprendió que las facturas de luz y de gas fueran bajas, ya que no estoy yendo regularmente a la oficina, pero en el caso de agua y saneamiento el valor de la factura es similar a meses anteriores. La factura de Edesur fue de $53; la de Metrogas (1 cuota de 2), $143, y la de AySA, en manos del Estado, fue de $2790,24.
Comencemos por el desglose de esta última, para mi oficina: categoría residencial consumo no medido, cargo fijo de $165,54, cargo variable de $1874,6 y tasas e impuestos por $750,44. El cálculo del cargo variable (que se explica al dorso de la factura) tiene que ver con los m2 de terreno y superficie cubierta, entre otros.
Pero la cuestión es muy simple: aun teniendo en cuenta que no hay medición del consumo de agua, se supone que por el cúmulo de restricciones para ejercer actividades durante la pandemia-cuarentena, el consumo de agua para fines comerciales no esenciales es prácticamente nulo.
En los otros dos casos, gas y electricidad, las facturas son bajas porque el consumo es prácticamente nulo y lo que se está cobrando es un cargo fijo que poco tiene que ver con los costos de invertir y mantener operativas esas redes y otras actividades comerciales y de seguridad. Los cargos variables fundamentalmente debieran recuperar costos variables, que en el caso del gas y de la energía tienen que ver con la energía consumida, que como ya dijimos es nula en esta época.
Desde que se declaró la cuarentena, lo que debería haber hecho AySA es dejar de cobrar ese cargo variable, que solo sirve de título para seguir cobrando como si se consumiera o usara el servicio. Esto es, no se puede suponer consumo alguno de agua por más o menos metros cubiertos que tenga el lugar donde se efectuaba la actividad comercial, y ordenar el reintegro por los meses ya transcurridos. Ya de por sí se trata de un criterio tarifario que poco tiene que ver con el costo económico de proveer el servicio de agua y que se acerca más a un concepto de capacidad de pago. Y en tiempos de pandemia, el concepto de capacidad de pago se ha visto además sumamente deteriorado con la caída de la actividad económica.
Todas las actividades comerciales no autorizadas y otras con consumos no medidos no deberían estar pagando ese cargo variable en sus facturas. Además, el Gobierno y las autoridades regulatorias debieran rever la modalidad de los cargos en que se desglosan la facturas de estos servicios públicos.
Los cargos fijos que se incluyen en las facturas son sumamente bajos y no recuperan los costos fijos de prestación, y los cargos variables deberían tener una relación más directa con los costos que reflejan el mayor o menor consumo del servicio. Que el Gobierno aplique descuentos que incluyen la disminución del valor de esos cargos fijos tiene menos sentido aun cuando es sabido que las tarifas permanecen congeladas desde 2019.
Revisar la estructura de estos cargos y su valor no es materia sencilla, pero hoy están fuertemente distorsionados, no permiten el recupero de los costos razonables de prestación de los servicios y además resultan injustos, sea por exceso o por defecto respecto de quién es responsable en la generación de esos costos y debe abonarlos a través de sus facturas.
El autor es consultor y expresidente del Enargas