Una defensa de la economía popular
El 15 de marzo, el diario LA NACION ha publicado una nota editorial titulada: "Economía popular, otra fantasía socialista". En la misma confronta con la postura que expreso y representa la mirada de los movimientos populares en relación con la economía popular como salida al fenómeno de exclusión que vivimos en la actualidad.
Nos encontramos transitando una grave crisis civilizatoria. Los niveles de desigualdad son extremos, la mitad de la humanidad vive con 5,5 dólares por día y el 10% sobrevive con menos de 1,90 dólares diarios. Ante este escenario, que delimita un conflicto estructural, la insistencia en un pensamiento único, la persistencia en el sostenimiento del modelo neoliberal y el capitalismo de mercado en su fase de tipo financiera, que tanto daño ha hecho a la humanidad, no parece conducirnos a salidas posibles. Necesitamos abandonar la pereza intelectual y pensar nuevos modelos posibles en lugar de insistir con aquello que, sin lugar a dudas, fracasó.
En el comienzo de su editorial LA NACION plantea que "desde tiempo inmemorial, el hombre ha querido vencer a la muerte, a la pobreza, a las enfermedades, a la vejez, con mecanismos o pócimas siempre fracasados". Lo que hubo desde tiempo inmemorial fueron esfuerzos por construir sociedades más justas. Por ejemplo, el cuestionamiento del cristianismo a través de Jesucristo a toda injusticia, hasta el trabajo de la economía social que busca construir un país que, como dice el papa Francisco, no esté regido por el "Dios dinero".
Por otro lado, la nota explicita que la economía popular no es más que una falacia que esconde un mero gasto público. Esta definición es, de mínima, poco científica y algo simplista. La economía popular no es un invento ni es una fantasía. Ni siquiera es socialista en un sentido ideológico ni histórico. La economía popular es un hecho. Es el modo efectivo y concreto que encontraron los sectores populares -a los que el modelo defendido por el editorial dejó fuera del sistema- para poder tener trabajo.
Así es como quienes no pueden vivir de un plan -porque nadie vive de un plan social- hacen changas o desarrollan la economía del cuidado, arman comedores, son albañiles, plomeros, etcétera. En algunos casos consiguieron armar cooperativas de trabajo, darles dimensión y consistencia a las iniciativas. Y así se armó, sobre los márgenes, rodeando a ese "mercado" tan alabado por LA NACION, la economía popular. Esa forma de organización de la economía frente a semejante caos y desprotección de buena parte de la población debe contar con el apoyo del Estado. Queremos y necesitamos apoyarla, para que pueda generar, como LA NACION demanda en la nota, acumulación de capital y la disponibilidad de tecnología que permita aumentar la productividad, mejorar los salarios y proveer de bienes públicos.
Afirman, finalmente, que "a pesar de tantos fracasos, en la Argentina se continúa intentando doblegar las leyes de la vida, ignorar los incentivos humanos?". Todo eso sucede, sí, pero en el neoliberalismo, que no respeta la vida. Tomemos la dolorosa pandemia de coronavirus, que asuela al mundo para poder reflexionar. También allí estamos en presencia de dos modelos. Como con el neoliberalismo y la economía popular, que se erige como una de las alternativas posibles frente a la destrucción que aquel genera.
En un mundo donde prima el individualismo, solo un regreso al respeto por la vida comunitaria, forjada sobre la base de la solidaridad entre todos los seres humanos, nos puede salvar de un virus tan letal. Así lo está demostrando la experiencia si analizamos lo que sucede país por país. La idea de volver a tejer lazos sociales fraternales funciona como claro contraste frente a sistemas sanitarios de los países centrales sin capacidad de responder siquiera a nuevos virus y sus mutaciones.
Para ejemplo bastan Italia y la crisis en la que estamos inmersos a nivel mundial. O Estados Unidos, donde el reactivo para detectar coronavirus vale 3000 dólares y no tienen siquiera posibilidad de obtener estadística sobre los casos porque la mayoría no accede a un sistema de salud. En nuestro país, por el contrario, está disponible sin costo para la población. Por eso podemos contener el impacto de una pandemia. En la Argentina que estamos poniendo de pie, el Estado recupera derechos. Y entre ellos, uno fundamental y que es ordenador del resto: el derecho a trabajar.
Subsecretario de Promoción de la Economía Social y Desarrollo Local, dirigente de Barrios de Pie
N. de la R. LA NACION ratifica su opinión editorial. La solidaridad y el amor al prójimo son lazos sociales que fecundan en cualquier sistema económico. Depende de los valores compartidos, no de organismos estatales. El capitalismo se desnaturaliza cuando se utiliza para desviar obras públicas y enriquecer a los amigos del poder. El socialismo, cuando se hace totalitario en nombre de la justicia social.