RÍO DE JANEIRO.- La ciudad de Río de Janeiro cuenta con el Cristo Redentor que la protege desde el morro del Corcovado, pero pronto podría ganar también un "santo surfista" que vele por los cariocas devotos del mar.
Al menos eso es lo que cree la Iglesia brasileña, que impulsa –ya con bastane éxito- el proceso para la canonización del médico y seminarista local Guido Schäffer, fallecido en 2009, a los 34 años, mientras surfeaba con unos amigos en la playa de Recreio dos Bandeirantes.
Dueño de una contagiosa mezcla de espíritu deportista y fe arrolladora, Schäffer era admirado por otros jóvenes cariocas que vieron cómo dedicó su corta vida a la oración, la atención de enfermos y pobres, y el surf; desde su muerte, se ganó fama de milagrero y la adoración de decenas de miles de seguidores alrededor del mundo.
"Yo sabía que Guido iría directo al cielo por la vida de servicio que llevaba; había señales muy fuertes. La gente se sorprendía por su pasión por el surf, pero a él le gustaba decir que Jesús podría ser considerado el primer surfista, un joven atlético y pelilargo que caminó sobre las aguas", comentó a LA NACION el ingeniero Eduardo Martins, de 42 años, amigo de Schäffer y que lo sacó del mar, inconsciente, aquella trágica mañana del 1º de mayo de 2009.
Schäffer había nacido el 22 de mayo de 1974 en Volta Redonda, en el interior del estado de Río de Janeiro, pero sus padres, el también médico Guido Schäffer y la profesora María Nazareth França, se mudaron poco después a la Cidade Maravilhosa con sus tres hijos: Angela, Guido y Mauricio. Los chicos se acostumbraron muy rápido al mar; su madre los llevaba temprano a jugar a la playa de Copacabana, antes de ir al colegio. Poco a poco, Guido se fue interesando por el surf y, autodidacta, empezó a frecuentar luego las mejores playas de la ciudad para practicar el deporte: Arpoador, Leblon, Recreio, Prainha y Grumari.
"Guido era un niño alegre, dulce, muy comunicativo y desde chiquito se notaba que tenía un sentido muy fuerte de la responsabilidad. Se preocupaba mucho por las otras personas y siempre quería ayudar; cuando ya era adolescente, varias veces volvió a casa sin camiseta o sin zapatillas porque había decidido regalarle las suyas a algún chico de la calle que las necesitaba más", recordó María Nazareth, 70, quien enseñó a sus hijos a rezar desde pequeños y los llevaba todas las semanas a misa.
Tras recibirse en el Colegio Sagrado Corazón de María, Guido siguió los pasos de su padre e ingresó en la Universidad Souza Marques para estudiar Medicina. Entre tanto, tuvo un par de novias y no dejó nunca de participar de actividades espirituales; junto al párroco Jorge Neves Pereira da Silva, de la Iglesia Nossa Senhora da Paz, en Ipanema, fundó el grupo de oración Fuego del Espíritu Santo, y también fue miembro de un coro que cantó para el papa Juan Pablo II en el estadio del Marcaná durante su visita a Río en 1997. Ya en aquella oportunidad, le contó al padre Neves Pereira da Silva, su mentor, que había sentido la mirada del Pontífice de una manera muy especial.
Al graduarse en 1998, Schäffer hizo su residencia como clínico general en la Santa Casa de la Misericordia, un centro de asistencia que se concentra en la atención de personas más carentes. Allí entró en contacto también con las Misioneras de la Caridad, la congregación establecida por la Madre Teresa de Calcuta, con quienes empezó a realizar atención médica a mendigos, drogadictos, alcohólicos e infectados con VIH.
"Era impresionante ver el don que tenía para transformar a las personas tan sólo con su palabra, atención y cariño. En la inglesia tenía un carisma destacado, hablaba con mucha firmeza, autoridad y todo el tiempo traía más jóvenes para el grupo de oración", apuntó el padre Neves Pereira da Silva, que se convirtió en su confesor y mentor.
A Schäffer la votación religiosa le llegó en el año 2000, en medio de un viaje a Europa con su familia. Al volver del Santuario de Fátima, en Portugal, reveló a sus padres que pretendía entrar en el sacerdocio.
"Al principio nos perturbó la noticia porque le estaba yendo muy bien como médico y entonces tenía una novia maravillosa con la que estaba haciendo planes para casarse. Pero lo conversamos varias semanas, sentimos su convicción y lo apoyamos por completo", señaló su madre.
Mientras continuaba con su trabajo médico voluntario con personas que viven en las calles, Schäffer cursó de Filosofía y Teología en el Monasterio de São Bento, y entró luego al Seminario Arquidiocesano de São José. En 2009, pocas semanas antes de ordenarse como padre, recibió la invitación de su amigo Eduardo Martins -quien se casaría el 2 de mayo-, para participar de una singular despedida de soltero: pasar todo el día antes, feriado del Día del Trabajador, en la playa, surfando entre amigos. Aceptó sin dudarlo.
"En el auto hacia Recreio íbamos Guido, su hermano Mauricio, mi amigo Nicolás y yo. Nicolás, que era ateo, no conocía a Guido y se asombró muchísimo al enterarse de que era seminarista. Lo bombardeó a preguntas, que Guido contestó con mucha paciencia hasta conquistarlo; antes de entrar al mar, logró que los cuatro rezáramos juntos sobre la arena", subrayó Martins, con la voz entrecortada, al rememorar los últimos minutos en que vio con vida a su amigo.
Una ola grande despidió la tabla de Schäffer por el aire y lo golpeó en la nuca. Se desmayó y sus pulmones se llenaron de agua. Lo esfuerzos por revivirlo fueron en vano.
Su familia y amigos tomaron dimensión de la obra de Guido Schäffer cuando miles de personas desconocidas, que habían sido asistidas por él en las calles de Río, acudieron a la misa de cuerpo presente para despedirlo. A medida que se volvieron más comunes las "gracias" y "milagros" de Schäffer, su tumba en el cementerio São João Batista se convirtió en un lugar de devoción; por toda la ciudad se esparcieron medallas con su imagen que muchos surfistas hoy besan y colocan debajo de sus trajes de neoprene antes de lanzarse a desafiar las olas.
La historia del "santo surfista" tomó tal fuerza que en 2014 la Arquidiócesis de Río de Janeiro abrió una investigación. Al año siguiente, luego de que la Santa Sede concedió la aprobación "nihil obstat" ("nada impide") para que se inicie el proceso formal hacia la beatificación y canonización, Schäffer fue declarado "siervo de Dios" y sus restos mortales trasladados a la Iglesia Nossa Senhora da Paz.
"Ya dimos el primer paso y se envió al Vaticano toda la documentación, más de 20.000 páginas de información y testimonios. Ahora, si se reconoce sus virtudes heroicas en vida –humildad, caridad, vivencia de servicio, predicación del Evangélio-, recibiría el título de ‘venerable’", explicó a LA NACION el padre Roberto Lopes, delegado episcopal en Río de Janeiro de la Congregación para las Causas de los Santos.
Una vez que sea confirmado un primer milagro por intercesión de Schäffer, pasaría a ser considerado "beato"; y luego, si se comprueba otro milagro, ya sería canonizado y declarado "santo". Tras largos procedimientos, Brasil –el país con más católicos del mundo; 172 millones- cuenta ya con 36 santos, pero ninguno carioca, y mucho menos surfista.
A la espera de que se cumplan todas las etapas del proceso para la beatificación y canonización de Schäffer -que ya avanza a ritmo mucho más rápido que sus antecesores-, la Arquidiócesis de Río de Janeiro consiguió el mes pasado que la Alcaldía bautizara como "Praia do Guido" el trecho de Recreio dos Bandeirantes en el que el joven seminarista falleció y donde todos los 1º de mayo se reúnen devotos del surf para rendirle homenaje. No será el paraíso, pero para el "santo surfista" es casi lo mismo.
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