Efusión: la saga del Canal de Suez infla el orgullo nacional de Egipto
Durante una semana los egipcios se dedicaron a festejar la liberación del Ever Given con inusuales muestras en las redes sociales y en las conversaciones públicas en El Cairo
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EL CAIRO.- Uno de los muchos obstáculos que los equipos de salvataje egipcios enfrentaron para liberar el gigantesco buque portacontenedores que mantuvo bloqueado el Canal de Suez era totalmente invisible: el bajo nivel de expectativa que despertaba la capacidad de los egipcios para solucionar sus propios problemas, una desconfianza compartida incluso por muchos compatriotas.
“Nuestro mayor desafío fue contra nosotros mismos, porque queríamos que los egipcios estuvieran orgullosos”, dice Magdy Gamal, capitán de un remolcador. “Hablaron mucho de que hacía falta ayuda extranjera y de hacer venir un equipo entero desde afuera para manejar el proceso, pero nosotros queríamos demostrar que Egipto podía lograrlo por su cuenta.”
Lo demostraron, y durante una semana los egipcios se dedicaron a festejar la liberación del Ever Given y la salvación del comercio internacional con una inusual efusión de orgullo nacional en las redes sociales y en las conversaciones públicas en toda la capital. Los medios estatales cubren de elogios al presidente Abdel Fatah al-Sisi por desencallar el inmenso carguero y algunos egipcios señalan similitudes con la forma en que se ponderó al entonces presidente Gamal Abdel Nasser por la nacionalización del Canal de Suez en 1956.
Lo cierto es que muchos egipcios efectivamente sintieron un enorme orgullo colectivo durante el Desfile Dorado de los Faraones que se realizó el fin de semana pasado: el fastuoso traslado en procesión de 22 momias por las calles de El Cairo hasta un nuevo museo, ceremonia que se transmitió a nivel mundial. Lo mismos sienten cada vez que ven jugar al crack del del fútbol egipcio, Mohamed Salah.
Pero hay pocos casos en la memoria reciente en los que Egipto haya contribuido a evitar una crisis económica mundial y miles de millones de dólares en pérdidas. Y este caso fue una reivindicación muy especial, porque muchos dudaban de la capacidad de Egipto para desencallar rápidamente la nave.
Tanto los egipcios como los extranjeros desdeñaron las habilidades de los operarios del Canal de Suez. Los expertos predecían que la desobstrucción llevaría semanas y devastaría la economía global. Hubo informes de un supuesto equipo naval de Estados Unidos que acudiría al rescate, así como de otros actores extranjeros que se harían cargo de las operaciones de rescate.
Los memes burlándose de los esfuerzos se viralizaron por Egipto y el mundo, “y hasta los reenviaban nuestros amigos”, recuerda Eslam Negm, de 32 años, miembro de la tripulación de uno de los remolcadores.
“El potencial de Egipto suele estar tan reprimido que cuando los egipcios tienen la oportunidad de demostrarlo en su plenitud sienten una emoción muy grande”, dice Timothy Kaldas, miembro del Instituto Tahrir de Políticas para el Medio Oriente. “Lamentablemente, tras décadas de un relato de subestimación, incluso muchos egipcios se convencieron de que no podían lograr nada.”
Es habitual escuchar que la élite egipcia denigra a la clase trabajadora de su país tildándola de vaga, ineficiente, irresponsable y hasta deshonesta. En los reductos ricos de El Cairo, muchos prefieren contratar migrantes asiáticos o sudafricanos para tareas domésticas y demás trabajos manuales, por considerarlos más eficientes.
Ese “prejuicio de no esperar nada” tiene un largo pasado, dice Kaldas, especialmente cuando se trata del Canal de Suez. Después de que Nasser nacionalizara ese vital cauce de agua, tanto británicos como franceses esperaban que Egipto fallara en su manejo y terminara pidiendo ayuda. Para su sorpresa, los egipcios habían aprendido a manejar el canal y la navegación siguió fluyendo sin obstáculos.
Hoy en día, hay una “inherente supremacía occidental, casi blanca, que da por sentado que son los extranjeros los que tienen que resolver los problemas en Egipto, porque los capaces, los eficiente, son ellos”, dice Kaldas. “Es una concepción que lamentablemente tiene una historia larga y oscura que se remonta al período poscolonial temprano en Egipto”.
Los analistas dicen que los sucesivos gobiernos egipcios se ocuparon de perpetuar ese derrotismo entre el propio pueblo, y un cóctel corrosivo de mal gobierno, corrupción, autoritarismo y burocracia ha disuadido cualquier impulso de innovación. Las empresas egipcias, muchas de ellas vinculadas a los gobiernos, por lo general están mal manejadas y cunde el nepotismo, en detrimento de la experiencia y el talento.
Como resultado, millones de egipcios altamente capacitados se han ido al extranjero en busca de oportunidades, y con tanto éxito que el año pasado las remesas fueron de 29.600 millones de dólares, más del quíntuple de los 5610 millones de ingresos que genera el Canal de Suez y más del doble de los ingresos por turismo en 2019, según Kaldas.
“Hay muchos egipcios que se destacan en el exterior: ganadores de premios Nobel, rectores de universidades, etc., pero su país de origen asfixió su talento y su inventiva”, tuiteó la semana pasada Bessma Momani, nacida en Egipto y actual profesora de la Universidad de Waterloo en Ontario, Canadá.
Los sumamente experimentados equipos de salvataje egipcios no se esperaban esa avalancha de escepticismo y de conjeturas que iba creciendo con cada día que el Ever Given permanecía atascado en el canal. Muchos de los operarios habían crecido en el Canal de Suez, hijos y nietos de trabajadores del canal.
A esa presión se sumó la del gobierno de al-Sissi, que de inmediato enmarcó la lucha por liberar el barco dentro de un relato nacionalista, describiéndolo como un deber patriótico.
“Sabíamos que tomaría tiempo, pero que a la larga no sería en vano”, dice Badr Ramadan, tripulante de uno de los remolcadores. “Somos personal altamente calificado y con mucha experiencia. Estábamos preparados para lo que pasó.”
Pero hasta el día de hoy muchos egipcios, árabes y occidentales no terminan de darle el crédito a los equipos egipcios que trabajaron día y noche para desencajar el barco. En las redes sociales, innumerables publicaciones insisten en que el Ever Given no habría sido liberado de no mediar la intervención de un poderoso remolcador holandés, con mayor poder de tracción que cualquiera de los remolcadores egipcios.
“No podemos negar el papel del barco holandés”, dijo Gamal. “Pero hay gente diciendo que el barco no se habría movido sin su ayuda, y eso no es cierto, porque el 80% del trabajo lo hizo la draga.”
Máquina descomunal
Una de las dragas más importantes de la operación fue la Mashhour, una máquina descomunal de 31.000 caballos de fuerza, propiedad del Estado egipcio, que recogía la arena debajo del Ever Given como una aspiradora submarina. Para desalojar el barco trabajaron nueve remolcadores egipcios, a los que se sumó el remolcador holandés y uno italiano.
Más allá de la participación extranjera, fue la Autoridad del Canal de Suez de Egipto la que finalmente contrató a los occidentales, señala Kaldas, y agregó que si la operación hubiera demorado más, el mundo habría culpado a Egipto, no a los extranjeros.
Cuando el Ever Given comenzó a moverse de nuevo, los tripulantes de la draga Mashhour corearon en árabe “Mashhour es la número uno”. Las imágenes de ese momento se viralizaron de inmediato en las redes sociales de los egipcios. Para entonces, las bajas expectativas habían dado paso al orgullo y la confianza de los egipcios en sus compatriotas.
“A los operarios e ingenieros del Canal de Suez tendrían que felicitarlos en los medios”, tuiteó Ibrahim Fayek, presentador de deportes de televisión. “Nuestros hombres y héroes en todos los campos deben ser el centro de atención. Lo que hicieron es algo grandioso y tenemos que estar orgullosos por ellos.”
Hasta los opositores y críticos de al-Sissi aplaudieron al gobierno por reflotar el barco y salvar la reputación de Egipto ante el mundo. Y para algunos egipcios, los rescatistas de Suez son una inspiración para lidiar con el derrotismo y las desigualdades que enfrentan a diario en su país.
“Aprendí mucho de la crisis del barco encallado en el canal”, escribió el doctor Ayman El-Zarka en su muro de Facebook. “Aprendí a creer en mí mismo y a trabajar con lo que hay, aunque no sea mucho. Aprendí a empezar ahora y no mañana, y a no esperar ayuda, aunque el mundo entero se burle o me menosprecia. Aprendí que yo puedo”.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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