El sitio más sagrado de este Jueves Santo, un lugar poco conocido por los turistas en Jerusalén
La mayoría de los expertos coincide en que la última cena de Jesucristo transcurrió en una sala en la colina de Sión; cómo fue aquella comida y su significado
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El famoso cuadro de “La Última Cena” de Leonardo da Vinci (1452-1519) en el convento Santa Maria delle Grazie, de Milán, Italia, recibe casi medio millón de turistas al año y es una de las pinturas más visitadas en el mundo. Pero, paradójicamente, el propio sitio donde Jesucristo tuvo su última comida en Jerusalén, no es un lugar concurrido.

El turismo religioso e histórico en Israel -que en sus buenos tiempos constituía alrededor del 3% del PBI y el 6% del empleo- cayó por la guerra en Medio Oriente de casi 5 millones de turistas en 2019 a apenas 961.000 el año pasado. De todas maneras, el llamado “Cenáculo”, nunca recibió demasiados visitantes.
Sin embargo, arqueólogos y expertos en Tierra Santa realizan infinidad de investigaciones sobre ese sitio en la colina de Sión, que es sagrado para los cristianos. Y también tratan de reconstruir la forma en que transcurrió aquella crucial comida que se recuerda este Jueves Santo, y que, según las costumbres judías de la época, seguramente en nada se pareció a lo que muestra la imagen retratada por Da Vinci con 13 personas sentadas junto a una mesa preparada con mantel y platos, con el fondo de una campiña verde.
¿El sitio exacto?
El lugar donde desde los primeros siglos del cristianismo se considera que transcurrió la última cena, está hoy ubicado al sur de la Puerta de Sión fuera de las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Hoy día también hay una sala grande, como la que describe el Evangelio, que puede albergar a más de un centenar de personas, y que está en la planta alta sobre una sinagoga en la que se encuentra el sarcófago de una figura emblemática del pueblo judío, el rey David (1040-966 antes de Cristo).
El edificio actual es de estilo gótico, y fue construido en 1333, por lo que, como en muchos de los sitios sagrados de Israel, ya no quedan rastros de la época de Jesucristo.
Aunque en el pasado hubo allí iglesias e incluso una mezquita, hoy día el Cenáculo es solo una sala, no un templo. Sus paredes son blancas, extremadamente sobrias, sin ninguna ornamentación ni pinturas. El principal atractivo arquitectónico son sus bóvedas en crucería.
Pero lo que los expertos buscan determinar es si el sitio corresponde al lugar exacto donde, según la narración de los evangelios, transcurrió la última cena y, posiblemente, otros hechos fundamentales de la historia del cristianismo, como Pentecostés, que se recuerda como la venida del Espíritu Santo cincuenta días después de la Pascua.
“Hay varios indicios para pensar que la última cena de Jesús debe haber ocurrido en el lugar que hoy se llama ‘Cenáculo’, o a pocos metros de allí”, explicó en diálogo con LA NACION el antropólogo israelí Ariel Horovitz, director del Moriah Center, centro de estudios de la historia de Israel durante los tiempos bíblicos, dependiente de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Horovitz, un estudioso judío de la cuestión, fundamentó su afirmación en motivos históricos y en algunas referencias geográficas que se mencionan en la Sagrada Escritura.
“Según el Evangelio de Lucas, para encontrar el lugar donde debían celebrar la cena pascual, Jesús les dijo a sus apóstoles que se fijaran en qué casa entraba un hombre que llevaba un cántaro con agua. Y en la época de Jesús, entre los judíos, esa no era una labor de hombres sino de mujeres. El único grupo religioso judío en que los hombres iban a buscar agua con sus vasijas, era el de los ‘esenios’, que precisamente vivían entonces en la colina de Sión”, señaló Horovitz.
“Otro indicio es que, según la tradición del judaísmo, la cena pascual debía celebrarse dentro de la ciudad. Y si bien hoy la colina de Sión está fuera de la Ciudad Vieja, en aquella época estaba dentro. O sea que la cena transcurrió en algún lugar de esa colina. Terminada la cena, Jesús y sus apóstoles no se quedaron allí, sino que fueron a pasar la noche fuera de la ciudad, al Monte de los Olivos, a poco más de un kilómetro de distancia, donde se quedaban habitualmente cuando estaban en Jerusalén”, señaló Horovitz.
Por último, el experto recordó que incluso algunos días después de la muerte de Jesús, al comienzo del relato de los Hechos de los Apóstoles se afirma que los discípulos “caminaron desde el Monte de los Olivos la distancia que está permitida recorrer en día sábado [precisamente poco más de un kilómetro] y subieron a la sala donde solían reunirse”.
Luego, en la jornada de Pentecostés, que según el texto bíblico transcurre siempre “en el mismo lugar”, en su discurso desde la planta alta San Pedro da como referencia “la tumba del rey David que se conserva entre nosotros”, lo que podría ser una referencia al sarcófago que sigue estando debajo del Cenáculo.
Además, el sitio actual es reverenciado de forma ininterrumpida desde los primeros siglos del cristianismo como el lugar de la última cena.

¿Qué era la “habitación alta”?
En todo el Evangelio de San Lucas se menciona solo dos veces la palabra “habitación alta” (katalyma, en la versión original en griego). La primera es cuando en la narración del nacimiento de Jesucristo en Belén afirma que María y José son alojados en el pesebre de los animales “porque no había lugar para ellos en la habitación alta (katalyma)”, traducido a veces como “posada”. La segunda oportunidad es precisamente cuando Jesús ordena que le preparen su última cena pascual en la katalyma.
“La katalyma era una habitación en la parte alta de las casas que las familias judías utilizaban para cenar ellos mismos, o que prestaban o alquilaban a invitados y pasajeros. Y justamente, para la Pascua, Jerusalén se llenaba de visitantes que buscaban alojamiento en las katalyma“, explicó Horovitz.
Cómo fue la cena
Por su parte el sacerdote mexicano fray Eduardo Masseo, un experto de los sitios sagrados perteneciente a la Orden Franciscana -designada por el Vaticano como “custodios de Tierra Santa”-, que vive en la Ciudad Vieja de Jerusalén, explicó a LA NACION las características que tenía una cena pascual en los tiempos de Jesús.
“En aquella época los judíos no comían sentados a una mesa como se ve en el cuadro de Da Vinci”, recordó Masseo. “Normalmente se sentaban o reclinaban en el suelo, sobre alfombras, con almohadones. Tampoco tenía cada uno su plato ni cubiertos, sino que se servían de fuentes comunes. En cuanto a los alimentos, en una cena pascual habitual había cordero, panes, salsas, verduras amargas y vino”, agregó el experto en cuya tesis de licenciatura investigó precisamente la última cena de Jesucristo.

Entre los gestos desplegados esa noche, algunos investigadores señalan que durante una comida, podía ser una muestra de afecto del anfitrión hacia alguno de sus invitados ofrecerle un pan mojado en la salsa de la fuente común. Y eso fue precisamente lo que Jesús hizo con Judas Iscariote -según el Evangelio de San Juan-, en un último intento de acercamiento hacia quien finalmente lo traicionaría.
Además, hubo también otra actitud significativa esa noche. “Aunque para los judíos el rito importante de purificación es el lavado de manos, lo que hizo Jesús, según el relato evangélico, fue quitarse su túnica, quedar en ropa interior (perizoma, en griego) como si fuera un esclavo, y ponerse a lavar los pies a sus apóstoles. Fue un gesto para sellar su legado sobre la servicialidad y el amor con que debían tratarse unos a otros”, señaló Masseo.
Por último, el especialista concluyó: “Normalmente se define el Jueves Santo como el día de la institución de la Eucaristía o de la institución del Sacerdocio, porque esa noche Jesús encargó a sus apóstoles que en adelante repitieran la eucaristía en su memoria. Pero para mi es fundamentalmente el día de la institución del sacramento del amor. Sabiendo que solo le quedaban horas de vida en este mundo, Jesucristo realizó esa noche todos estos gestos que aún hoy siguen siendo recordados, y que han quedado en la memoria como su testamento eterno”.
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