Sonrisas y cánticos en el campo de refugiados
BANGUI (De una enviada especial).- Fue seguramente uno de los momentos más emotivos la visita que el Papa ayer hizo a uno de los varios campos de refugiados que hay en esta capital. En la República Centroafricana las atrocidades contra la población civil cometidas por parte de los dos grupos en pugna -los musulmanes seleka y los antibalaka, cristianos- provocaron 450.000 refugiados en el exterior y el desplazamiento interno de otras tantas personas, que desde las zonas rurales escaparon a la ciudad.
Miles de chicos, que para la ocasión se habían puesto su mejor ropa y hecho sus mejores peinados -las niñas con las clásicas trencitas cosidas-, esperaron al Papa en fila con pedazos de sábana blancos donde se habían escrito simples palabras: amor, paz, unidad, igualdad.
En medio de cantos de bienvenida tradicional, rodeado por una nube de ellos, Francisco, sonriente, repartió caricias a todos, abrazó, besó, como siempre cercano a la gente y saludó también a todas las mujeres y chicos que se le acercaban con camisetas de fútbol. Cuando tomó el micrófono, habló con sencillez: "Nosotros todos debemos trabajar por la paz. Todos debemos hacer algo. Vivir en paz, cualquier etnia, cualquier religión, pero todos en paz, porque todos somos hermanos".
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