Un plan que puede debilitar el poder global de EE.UU.
No caben dudas de que el triunfo de Donald Trump ha sido un hecho de trascendental importancia para Estados Unidos y para el mundo. Por primera vez un outsider absoluto de la política se convierte en presidente, en un país en que la máxima magistratura tiene un enorme peso en las decisiones políticas, en especial aquellas ligadas a la política exterior y a la defensa.
Si bien el Congreso está dominado por su propio partido político, sus miembros no serán dóciles en temas sensibles para consolidar su proyecto populista, como aquellos que hacen a incrementar el gasto público y los subsidios. Asimismo, para desandar algunos tratados internacionales de libre comercio, como el Nafta, también necesitará el voto del Congreso y algunos senadores no querrán, más allá de sus posiciones partidaria, acompañar a Trump.
Queda claro que la construcción de grandes oleoductos, gasoductos y proyectos mineros contarán con su total apoyo, ya que los riesgos medioambientales parecen ser poco importantes para su administración.
Con respecto a la política global, Trump parece decidido a modificar el sistema de alianzas que Estados Unidos ha mantenido tradicionalmente desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, con la lamentable excepción de la invasión al Irak de Saddam Hussein.
El sistema de Naciones Unidas ha sido el lugar donde la hegemonía norteamericana operó en mayor medida. Desde ese sistema creado en San Francisco y perfeccionado con el paso del tiempo, fue que Estados Unidos impulsó con éxito sus valores y sus propuestas al conjunto de la comunidad internacional.
Modificar esa estrategia de poder, dejando de lado al multilateralismo y caer en un bilateralismo decimonónico, puede ser un camino que impulse a una disminución del poder global de Estados Unidos. La reduciría y convertiría en una potencia aislada y solitaria, acompañada solamente por aquellos que prefieren un mundo dividido en naciones que rechazan el universalismo y la paz integradora.
Muchos países que compartieron y comparten con Estados Unidos sus valores, la democracia, los derechos humanos y la diplomacia como el método para resolver conflictos, pueden alejarse de Trump ante el temor de que en el interior de sus países crezcan -como lo están haciendo creciendo- las organizaciones políticas autoritarias, chauvinistas y de un nacionalismo extremo, que ya han comenzado a cortejarlo.
La idea de reducir acuerdos internacionales como el TPP le deja a China -y en menor medida a Alemania, tercer exportador mundial- el campo libre donde el repliegue norteamericano puede facilitar el reinado chino en el Pacífico e incrementar su influencia en muchos países de América latina y de África.
China puede ser el gran beneficiario de la cerrazón norteamericana, y el empeño de Trump por el Make America Great Again puede ser la puerta que se le abre al régimen para dar el salto de potencia regional a mundial.
América latina en general sufrirá las consecuencias del gobierno de Trump en estos primeros años, más allá de la indignación que produce entre los habitantes de la región, sobre todo los centroamericanos y caribeños, la construcción del famoso e inútil muro. Las migraciones y el reenvío de remesas a sus países de origen sufrirán seguramente un retroceso que ahondará las dificultades para salir de la pobreza a sectores postergados de la población latinoamericana, en particular en esas regiones y en México.
El sur del continente tiene menos que perder. Algunas medidas proteccionistas podrán afectar el comercio con Estados Unidos y es posible que las tasas de interés encarezcan los préstamos y se demoren las inversiones. La Argentina, por su peso específico, puede constituirse en un Estado importante, liderar la región y, así, fortalecerse. El denostado Mercosur puede, si resuelve su crisis de confianza y se abre al mundo, ser el vehículo que le permita al país alcanzar acuerdos con la Unión Europea y con los países del Pacífico abandonados por Estados Unidos.
En síntesis, la actual propuesta de no comprometerse y encerrarse y "vivir con lo nuestro" que impulsa Trump parecería llevar más a la confrontación y al empobrecimiento global que al desarrollo y a la armonía internacional. Veremos.
El autor es diplomático y fue representante argentino ante la ONU
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