
A remozar canciones patrias
Por René Vargas Vera.
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Después de que se impusiera en las escuelas -en aquel año de 1812- el canto diario y obligatorio del Himno Nacional, las canciones patrias se instalaron en sus patios a lo largo de todo el país como parte de un riguroso ritual.
Muchos bostezos, y una que otra mofa o chacota, recogieron a paso redoblado algunas de estas canciones, aunque uno llegara, con el transcurso del tiempo, a amarlas, a recordarlas con emoción y nostalgia, y hasta con un dejo de melancolía. Como los himnos a Sarmiento y San Martín Pese a sus hallazgos musicales y simbolismo, las marchas e himnos significaron muchas veces la cuota de diario y matinal sacrificio del alumno. Como la dichosa clase de música; dichosa porque se compensaba con bromas livianas, pesadas o decididamente macabras, el aburrimiento aportado por alguna maestra que no sabía hacer amar la música.
"Altá-en-el cielo...", "Azul-un-ala"; "Febo asoma/punto y coma..."; "Sus vínculos rompió"... fueron -son- tramos ininteligibles o que el humor dictó al calor del aula traviesa. Varios de nuestros patriotas repentinos y políticos en cierne se habrán divertido de lo lindo ensayando juegos de palabras con sus estrofas.
Incluso algún alumno dotado para la música y harto del piano desafinado y destartalado de la escuela, aporreado siempre, habrá desechado la dudosa inspiración de una melodía, o cierta marchita de poca monta.
Lo cierto es que las canciones patrióticas fueron arrastradas por una cultura autoritaria y castrense, y desprestigiadas por las dictaduras o por la música globalizada.
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Estas canciones emblemáticas, desde el mismísimo Himno Nacional, fueron plasmadas ahora, por iniciativa oficial, con la idea de remozarlas asignándoseles otro estilo -otra impronta- a través de arreglos cibernéticos del tecladista Lito Vitale, para ser llevadas a la escuela.
Las nuevas versiones de la Marcha de San Lorenzo, el Himno a Sarmiento, el aria "Aurora", el Saludo a la Bandera, el Himno al general San Martín y la canción "Mi bandera" están vertidas en fórmulas de música pop, a cargo de conocidas figuras del canto popular: Jairo, Alejandro Lerner, Sandra Mihanovich, Víctor Heredia, Fabiana Cantilo, Pedro Aznar y Juan Carlos Baglietto.
El repertorio de "El grito sagrado" fue estrenado por ellos con alegre desenfado el último 25, en la Plaza de Mayo. Sólo Heredia, Aznar y Cantilo cantaron con verdadera unción.
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Sobre colchones del teclado electrónico de Lito Vitale, con resonancias de órgano y cuerdas, más batería, canta cada intérprete. Las versiones son dispares en el CD. Al canto vibrante de Jairo en el Himno, al aliento épico de Víctor Heredia en "Aurora", a la renovada y entrañable entrega de Pedro Aznar en el Himno a San Martín y a la naturalidad de Fabiana Cantilo en la canción a la Bandera se contraponen la trivialización del bellísimo Himno a Sarmiento por parte de Sandra Mihanovich, la enfática versión de Juan Carlos Baglietto de "Mi bandera" y la disparatada interpretación a lo balada romántica de la Marcha de San Lorenzo a cargo de Alejandro Lerner.
Suponiendo que era necesaria esta "modernización", ¿era la mejor opción envasarlas como música pop? ¿No se asumía acaso el riesgo de desnaturalizarlas? ¿A qué ir, entonces, del tonto y absurdo acartonamiento de tinte militar al estilo pop-light?
Lo sensato estará siempre en saber qué es exactamente lo que se está cantando. El sentido de las palabras, la vibración de la melodía, el épico impulso rítmico de estas obras.
Por su talento, nuestros músicos pudieron haber plasmado un resultado estético más vinculado con el significado de estas canciones.
Porque no son éstos unos cantos pasajeros que haya dictado el antojo, el oportunismo, el negocio. Son cantos instalados en la memoria colectiva como parte de nuestra identidad cultural, aunque la palabra patria haya sido manoseada y menoscabada por autoritarios y tránsfugas.
Hay estéticas que por ser patrimonio colectivo no deberían seguir rumbos erráticos.





