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Apoyado en una seccion de brasses integrada por algunos de los mejores sesionistas locales, Adrián Otero se calzó el traje de crooner para realizar un homenaje al género del cual fue uno de los artífices: el blues argentino. Esta mirada retrospectiva, que abarca parte de su obra, se resignificó luego de su trágica muerte, el 12 de junio, pocas semanas antes del lanzamiento del álbum. El jinete del blues funciona, entonces, como testimonio y testamento. El repertorio mapea influencias (Manal, Pescado Rabioso), compañeros de ruta (Pappo, La Mississippi) y legado (Viejas Locas). Pero, esencialmente, nos permite redescubrir la voz aguardentosa y expresiva de Otero como intérprete, en un contexto casi easy listening.
Por Humphrey Inzillo




