
Antonia Fraser recuerda a Pinter
Must You Go? My life with Harold Pinter (Weidenfeld & Nicolson, 360 páginas, 18 libras) es el título dado por lady Antonia Fraser (1932) a una selección del Diario que escribió a lo largo de los treinta y tres años compartidos con el célebre dramaturgo inglés, ganador del premio Nobel. Llegó a las librerías a fines de 2009, ha cosechado los elogios de la crítica y está agotando ediciones velozmente. Michael Billington, el crítico teatral del Guardian de Manchester y autor de la mejor biografía de Pinter, dedica extensos comentarios al libro de lady Antonia, en las ediciones de ese diario del 13 y el 21 de enero corriente.
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Pinter, de humilde origen judío (según Billington, no como se creyó hasta ahora descendiente de sefarditas portugueses, sino de ashkenazis de Europa central), tuvo una muy agitada vida amorosa, que al parecer se reflejaba en sus obras. Aunque él negaba terminantemente una vinculación autobiográfica con su teatro, lady Antonia (que fue, sin duda, su gran amor) recuerda que en una conversación en 1983, Harold le confesó que su ex esposa, la actriz Vivien Merchant, pesaba en su inspiración. "Fijate -le dijo a Antonia- que mientras ella vivió, escribí mucho acerca de relaciones conyugales desdichadas". Tampoco le ocultó que al cabo de cortar, tras siete años de convivencia, con Joan Bakewell, a modo de catarsis escribió Betrayal ( Traición ), una de sus piezas más originales.
Lady Antonia Fraser, hija del séptimo conde de Longford (un título irlandés), es una destacada historiadora, mujer bellísima (sigue siéndolo), culta, refinada, autora de biografías que se han hecho famosas: María Estuardo, Cromwell, el rey Carlos II y -sin duda la más celebrada- María Antonieta, en la que se basó el film de Sofía Coppola. Aunque su relación con Pinter, notorio cascarrabias, fue apasionada, intensa y, en suma, feliz, los Diarios muestran disidencias políticas profundas: Harold detestaba a la señora Thatcher y no menos a Cherie Blair, la iconoclasta esposa del primer ministro, en tanto ambas eran admiradas por Antonia. Pese a un exterior algo rudo, sin duda Pinter era, en el fondo, un romántico: cuando Vivien Merchant murió y pudieron casarse, en 1980, las flores regaladas por él inundaban a tal punto el nuevo hogar de Launceston Place que resultaban sofocantes.
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Algunas páginas, siempre según Billington, son antológicas: una comida con Beckett, en la que se discuten semejanzas -involuntarias- entre El cuidador y Esperando a Godot ("la mitad de Harold que no es Beckett -postula Antonia- es Hemingway") y otra con Tom Stoppard (1937), el autor de Rosenkrantz y Guildenstern han muerto , donde Pinter sostiene que a los personajes hay que dejarlos vivir a su antojo y Stoppard se opone con vehemencia: "Hay que tenerlos con la rienda corta".
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