Merge / Univesal
“Si este es el cielo/ necesito algo diferente”, cantan Win Butler y Régine Chassagne, los cantantes y fundadores de Arcade Fire, en una armonía casi susurrada mientras la canción que da título a este nuevo y extraordinario disco de Arcade Fire toma impulso. “Reflektor”, el tema, son siete minutos y medio intensos de arte y celebración. Sobre el disco híbrido y estridente de “Miss You” de los Rolling Stones y “Walking on Thin Ice” de Yoko Ono, la banda y su nuevo coproductor, James Murphy (LCD Soundsystem), arrojan licks de guitarra quebradizos, gruñidos de bajo, pianos falsos y acordes inflados de sintetizador sobre reverberaciones profundas y argumentos instrumentales frenéticos. Además le hacen lugar a David Bowie, que canta con Butler hacia el final y le da un nuevo sentido a las florituras vocales descendientes de “Fame”, su hit de 1975.
La forma en que Butler y Chassagne, que están casados, cantan esos versos de "Reflektor" produce un momento sublime en la conmoción. Es también un resumen perfecto de su hambre independiente, todavía viva en ellos después de una década de éxitos en el mainstream y, sobre todo, de la ambición decidida e indulgente de Reflektor: un disco doble, un set de 75 minutos con trece canciones y el mejor álbum de Arcade Fire hasta la fecha. Fundada en 2003, la banda de Montreal siempre pensó y actuó en grande capitalizando el uso del eco y de la batería y la percusión, para amplificar los misterios emocionales de la composición de Win, que tiene un poco de U2 y del Springsteen más elíptico.
Reflektor propone la unión chirriante y cargada de perspicacia dance moderna y el sabotaje post punk de Murphy, con la fluidez y la comodidad de Arcade Fire con los ritmos caribeños. Murphy produjo todas las canciones excepto dos, y la mayor parte de esos tracks duran más de seis minutos. El resultado es una epopeya para bailar dividida en latigazos. "We Exist" se desliza como una canción pop ochentosa a lo The Cure y después se convierte en el reggae paranoico que patea como una mula de "Flashbulb Eyes". "Here Comes the Night Time" zigzaguea abruptamente entre la percusión rápida de Haití y un paseo por la playa con los Talking Heads, mientras que "You Already Know" es new-wave Motown optimista.
Arcade Fire no juega demasiado con el rock & roll puro y duro, pero cuando lo hace les sale muy bien. "Normal Person" suena como si Butler fuera el frontman de The Velvet Underground con un Little Richard tambaleante en el piano. El shock inicial de "Joan of Arc", la última canción del primer disco, es hardcore-punk.
El segundo disco es menos maníaco y más quejoso, por momentos incluso más exuberante. La secuencia está basada en una versión libre del mito griego de Eurídice y Orfeo. En esta mitad de Reflektor también hay música dance: el pavoneo funk industrial y el brillo vocal a lo Bowie de "It’s Never Over (Oh Orpheus)"; la plenitud de "Blue Monday" de New Order, omnipresente en "Afterlife".
Es tentador decir que Reflektor es la respuesta de Arcade Fire a Exile on Main Street, el disco doble de los Rolling Stones de 1972. Las similitudes (en extensión, ritmo, reverberaciones) hacen de ésta una comparación fácil. Pero Reflektor está más cerca de clásicos como Achtung Baby de U2 y Kid A de Radiohead: una manera excitante de asumir riesgos y de renovarse de una banda con un atractivo comercial ya ganado y un miedo aún mayor a la mediocridad, a simplemente gustar. "Si eso es ser normal ahora, no sé qué quiero", entona Butler en "Normal Person" y suena como un tipo al que ni siquiera este cielo, la próxima vez, le va a alcanzar.
Por David Fricke