El argentino radicado en España repasó temas de su carrera anoche en San Telmo; crónica del show
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"Vamos a afinar bien la guitarra, porque los críticos de la prensa tienen oído absoluto". Rot camina entre los instrumentos y se lo ve a gusto. Aunque en sus canciones insiste en despotricar en cómo el paso del tiempo le fue cambiando sus hábitos, su imagen al menos desmiente ese achaque, que no se evidencia. A los 52 años, vuelve a Buenos Aires con un show arriesgado y una sentencia que predomina durante dos horas: no hay nada más importante que una buena canción. Un telón negro de fondo, un teclado, tres guitarras y una mesa con una simple consola en donde el propio músico maneja el sonido. Nada y nadie más.
En un escenario minimalista, él hace su aparición sin estridencias y con la música funcional de la Trastienda de fondo. No hay misterios ni ínfulas de estrella. Ariel está solo, impecable, vestido de negro. El murmullo del público recién se detiene cuando todos se percatan de que no es un asistente el que entró al escenario en penumbras. Dos guitarras eléctricas son su acompañamiento en la primera parte. Una versión intensa de "Debajo del puente" abre la noche en la que el músico repasa su extensa trayectoria. "Lo siento Frank" confirma un apego al rock & roll clásico, para luego versionar "Felicidad", con la Gibson SG. Casi se olvida de saludar y cuenta lo especial que es tocar en Buenos Aires: "Está mi familia, tengo a mis amigos de la primaria y también vino un grupo de mi escuela secundaria". El teatro es como un gran living del que llegan sugerencias de temas y exigencias ("Ariel, ¡vení más seguido!"). Por eso, Rot se anima a "Geishas en Madrid", con la guitarra electroacústica, para luego aclarar: "Es el mejor tema de mi repertorio".
Pide permiso para presentar una canción que incluirá en su próximo disco. "La huesuda", un tema con tintes mexicanos, que suena a mariachis. Es por eso que el músico pide que la gente imagine trompetas en la introducción. Una botella de agua y su toalla van de la guitarra al teclado, del teclado a la guitarra, no hay nadie más.
Entre risas, Rot pregunta si hay algún pianista en la sala. Con los primeros acordes de "Todavía es tarde" inicia el segmento más íntimo de una noche de por sí íntima. Con el teclado se anima a hacer "Dos de corazones" y también debate un tema tabú, el de las groupies, aunque rápido aclara que ya son cosas del pasado. "Son pequeñas recompensas para los músicos", bromea y comienza a cantar "Pólvora mojada". De una u otra manera, la mujer está siempre presente en sus letras.
Inevitable, evoca su pasado con "Los Rodríguez" con una dulce versión de "Me estás atrapando otra vez" y, en el teclado, "La milonga del marinero y el capitán". Cada tema elegido se amoldó al formato. Hubo para todos: "Bar Soledad", "Bruma en la Castellana", la versión tanguera de "Mucho mejor", "Rock de Europa", "Sin saber qué decir" y "Cenizas en el aire", entre otras. Ariel Rot, solo, y sólo, apostó a la canción en un fantástico unipersonal. El talento, en estado puro.
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