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Mario Caldato Jr., célebre por sus colaboraciones con los Beastie Boys, hizo un gran trabajo en la mezcla del primer disco de Banda de Turistas: Mágico corazón radiofónico suena distinto de todo. Estas once canciones –pop, psicodélicas, campestres, retrofuturistas– fueron vestidas con la misma cantidad de música y letras que de producción. Es como un disco de allá hecho acá, o de acá hecho allá (viene con todos los tracks en formato MP3 de alta calidad para que los bajes a tu reproductor). Los BDT no son ni emos ni floggers ni indies. Son como Los Gatos con zapatillas Pony. Cinco menores de 21 con la información para interpretar la música de su tiempo mientras sintetizan cuarenta años de rock nacional.
Si este disco hubiese caído en manos de Juanchi Baleirón, Pablo Romero o incluso de "Manza" Esaín, el productor del indierock local, ahora estarías leyendo sobre los hits ("Un verdadero cajón de madera", "MCR" o "Todo mío el otoño"). La diferencia que establece Caldato –que tuvo su momento de gloria y ahora tiene tiempo– es de concepto, porque el concepto siempre surge en la mezcla. Una de las decisiones artísticas más importantes que tomó el grupo, la segunda (la primera: convocarlo a Caldato), fue sacar un disco ajeno al entorno, aun a costa de su propia decodificación: desde esa primera aproximación a la obra –cuando tratás de entender qué dice el que está cantando–, éste ya es un disco diferente. Las voces son instrumentos de la canción.
La banda tiene tres autores que además cantan. Tomás Putruele, el "Tucán", es el que entona con esa grandiosa voz aflautada el estribillo de "Todo mío…": "Yo creo que necesitás alguien que te aterrice el vuelo". Es el momento más alto del disco y, al mismo tiempo, el detalle de un fresco generacional distinto y contundente. No es casual que éste sea el primer grupo (¡en diez años!) que consigue la apertura de la sección Críticas de esta revista con un disco debut. Mágico… es la obra más lograda de una nueva liga que se define en MySpace y se mira por Pitchfork.tv.
El Tucán trae su canción envuelta en un beat estilo Mandioca que reivindica a Kay Galiffi y al Nebbia de la época de El extraño de pelo largo, muy efectivo en su connotación psicodélica, cultural, argentina. Luis Balcarce, la primera guitarra, discute la herencia babasónica ("El canto") como un buen aprendiz de Mariano Roger, y también de Tom Verlaine.
En un segundo campo de escucha, las canciones son como un happening, sobre la marcha se estiran hasta completar la estructura. Los BDT quizá no sepan cómo ejecutar sus instrumentos a la perfección (todavía), pero conocen perfectamente las formas de una canción. El disco alterna una primera parte space-rock con una segunda sección pop.
El corazón de la obra está en manos de Bruno Albano, voz y bajo, que escribe –a veces en primera persona, nunca desde el lugar de frontman– la mayor parte de las letras con muy buen pulso para construir historias clásicas del tipo "Natalio Ruiz" ("Todo vaya por la cábala"), pero también para transmitir un tono propio de la edad que, desde el segundo
tema, define el material. Ahí canta: "Un verdadero cajón de madera nos pensabas regalar y después nosotros, te lo prometo, lo recordaremos con cordialidad". En vivo, la gente corea los temas como pasa con los de Santiago Barrionuevo de El Mató. Y, en general, sus melodías vocales son más inmediatas (y saludables) que las de Victoria Mil. Banda de Turistas consigue en un solo disco lo que a otros les cuesta una carrera.




