Cervantes, el teatro nacional con andamios casi históricos
Sin que haya una licitación abierta para las obras, acaba de cumplir ocho años la estructura metálica que cubre la fachada del edificio para evitar lesiones a los peatones
Hay aniversarios que decididamente no merecen ser celebrados. El mes pasado, por ejemplo, los andamios que cubren la fachada del Teatro Nacional Cervantes cumplieron ocho años. Lógicamente, no hubo torta ni festejo. En ese lapso, hubo promesas, plazos, licitaciones, anuncios y nuevas promesas de poner a punto la magnífica fachada de la sala; pero en estos ocho años nada cambió. La enorme estructura de metal sigue allí por cuestiones preventivas. Para evitar que, como ya sucedió en otras oportunidades, un desprendimiento lastime a un eventual peatón que pasa por la vereda de la avenida Córdoba y Libertad.
Por una caída de mampostería se realizó una denuncia. La Dirección Nacional de Arquitectura puso un vallado, primero; y los andamios, después. En aquel momento ya hubo promesas de reparación (tarea que, lógicamente por tratarse de un edificio histórico, debe estar en manos de profesionales capacitados). A partir de ese momento se sucedieron una serie de promesas. En 2008, la Secretaría de Cultura de la Nación (actual ministerio) anunció un acuerdo con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Se habló de un plan de trabajo a cargo de una comisión mixta que contaba con el apoyo de la Sociedad Central de Arquitectos y de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos, organismo responsable del cuidado del edificio desde el momento en que, en 1995, el Cervantes fue declarado monumento histórico. Ocurrió cuando José Nun estaba a cargo de Cultura de la Nación, de quien depende el Cervantes.
En 2009 asumió Jorge Coscia como número uno de Cultura. En un acto realizado en septiembre de ese año en el mismo hall de la sala, el arquitecto Jorge Petrina, quien era director nacional de Patrimonio y Museos, dijo: "Llegó la hora de que el Cervantes recupere su esplendor". Coscia, a su lado, agregó: "Hay una clara actitud de recuperar la sala". Ya en ese acto se reconoció que las obras en la fachada no iban a estar terminadas para el festejo del Bicentenario, como se había prometido en otra oportunidad. La ayuda española se vio afectada por la crisis económica en ese país. El acuerdo se cayó.
Lo quieto
En el informe de gestión de 2014, el director del Teatro Nacional Cervantes, Rubens Correa, aportó novedades. Detalló que la restauración de la fachada, cuyo pliego es de agosto de 2012, había previsto una licitación para decidir qué empresa se encargaría del trabajo. Lo sobres se abrieron el 4 de diciembre. A lo luz de los hechos, algo parece que falló, porque la menor cotización superaba el cálculo presupuestario previsto. El ministerio de Economía -se especificaba en ese informe- ya estaba trabajando en la readecuación de los pliegos "con la esperanza de que en pocos meses se vuelva a licitar". Remataba con la siguiente frase: "Esto es sólo para decir que no todo lo que parece quieto carece de movimiento".
Ante una reciente consulta, la dirección del Cervantes informó a LA NACION que el ministerio de Planificación y el de Cultura "están trabajando en la elaboración del nuevo pliego para una nueva licitación". Por lo cual, todo lleva a pensar que entre la argumentación de diciembre y la actual no hubo movimiento.
Hace pocos días, Carlos Haquim, secretario general a cargo del Defensor del Pueblo de la Nación, solicitó informes sobre el avance de las obras de restauración del edificio a la Comisión Nacional de Monumentos Históricos, al Ministerio de Planificación y al de Cultura. Mientras tanto la estructura metálica se usa para anunciar los espectáculos que se presentan en este teatro inaugurado en 1921 y que es toda una joya arquitectónica que, desde hace ocho años, su fachada está tapada por una estructura de hierro que cumple una función preventiva.
En medio de esta larga espera, en otros barrios de la ciudad, otras dos salas tienen sus propias historias. La fachada del cine Normandie, mítica sala de Lavalle, está casi igual a cuando se construyó en 1940. Sólo hay un "detalle" no menor que cambia la cosa: como le pasó a la confitería Richmond, otro edificio histórico, pasará a ser una tienda de ropa deportiva, la misma que se instaló en la Richmond.
En Parque Patricios, el cine-teatro Urquiza festejó hace dos domingos sus 94 años. Hubo fiesta. Tocó Arbolito. Fue tarde de alegría. Alegría, en verdad, no completa, porque desde hace años no funciona ni como cine ni como teatro. Como le pasó al Normandie, el Urquiza conoce de reconversiones que están muy por fuera de su funcionalidad original. Pero los vecinos temen lo peor: que se lo tire abajo. Por eso reclaman, por eso hay amparos o solicitudes de informes y pedidos para que las autoridades porteñas tomen cartas en el asunto.
Pero tanto el Normandie como el Urquiza está en manos de privados. El Cervantes, no. De hecho, es el único teatro que depende del ministerio de Cultura de la Nación.
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