En Pasajes, los dilemas sentimentales de un narcisista consumado
La nueva película del estadounidense Ira Sachs tiene muy buenos trabajos del trío protagónico: Franz Rogowski, Ben Whishaw y Adèle Exarchopoulos
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Pasajes (Passages, Francia/2023). Dirección: Ira Sachs. Guion: Mauricio Zacharias, Ira Sachs. Fotografía: Josée Deshaies. Edición: Sophie Reine. Elenco: Franz Rogowski, Ben Whishaw, Adèle Exarchopoulos. Duración: 91 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: muy buena.
La primera escena de Pasajes, film que llega esta semana a salas de cine argentinas y muy pronto estará disponible en la plataforma MUBI, es muy elocuente: un director de cine pierde la paciencia sin mucha justificación y se comporta con sus actores como un verdadero tirano. Es apenas una muestra del egocentrismo de Tomas (Franz Rogowski), un personaje narcisista que vive tejiendo estrategias para ocultar esa característica tan evidente de su temperamento. De inmediato lo vemos con otro ánimo, más relajado y entregado a la diversión en la fiesta post-rodaje, donde conoce a una mujer con la que termina teniendo una noche de sexo intenso. El problema es que Tomas tiene pareja estable y muy poca conciencia de lo que puede provocar una confesión despreocupada de su aventura. Cuando vuelve al coqueto departamento donde vive con Matthew (Ben Whishaw), su pretensión revela cuán manipulador puede ser. Contárselo abiertamente, razona, le da derecho a pedir más que la mera aceptación: según sus propios parámetros, si Matthew lo quiere tiene que alegrarse. En su particular psicología, ese tipo de actitud pasiva es una muestra cabal de amor.
Por supuesto que eso no ocurre y ahí se desata el drama de esta película de emociones a flor de piel protagonizada por un triángulo que no es justamente equilátero: Tomas es el epicentro del drama pasional que él mismo desata respondiendo irreflexivamente a sus pulsiones, que además son confusas. Es gay, pero dice haber encontrado en esa mujer que conoce por casualidad en una discoteca parte de la excitación y el deseo que han desaparecido en su vida burguesa. Y lo dice muy pronto: después de una sola noche de sexo. También fantasea con la posibilidad de una familia distinta. Los encuentros con Agathe (Adèle Exarchopoulos) se prolongan a pesar de la tormenta que disparan y ella queda sorpresivamente embarazada, una noticia que Tomas ve más como una oportunidad que como un problema. Pero el mundo no se mueve exclusivamente en función de sus caprichos, claro. Dolorido, Matthew también inicia una nueva relación y Tomas entra en crisis: quiere aferrarse a todo lo que está a punto de perder, quiere todo sin resignar nada o no sabe muy lo que quiere pero lo quiere ya.
Si hay algo que Ira Sachs logra consumar en esta historia de enredos psicológicos es una mirada incisiva sobre el exceso de individualismo que es una marca registrada de esta época y sobre la falta de compromiso que puede esconderse detrás de la fachada de un supuesto espíritu libre. Ese ejercicio desprejuiciado de la libertad del que Tomas se vanagloria está bien para elegir su vestuario chic, pero termina desintegrando su vida íntima. Mientras pedalea completamente abstraído por las calles de París, en esos momentos donde la soledad lo empuja a pensar con más honestidad, lo que aparece inevitablemente es la angustia.
Sachs consigue transmitir toda este entramado de emociones anárquicas con mucho aplomo. Las escenas de sexo son explícitas y transmiten la potencia del instinto. Y las del drama sentimental del trío fallido lucen muy convincentes porque un guión sólido les permite a los protagonistas mostrar sus vulnerabilidades y resignaciones. Rogowski (Transit, Happy End), Whishaw (Perfume: la historia de un asesino, 007: Operación: Skyfall ) y Exarchopoulos (La vida de Adèle) interpretan sus papeles con el rigor y la sensibilidad necesarios como para volverlos cercanos, tangibles, alejados de cualquier estereotipo.
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