El segundo largometraje de ficción de Benjamín Ávila toma como base un dramático caso real
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La mujer de la fila (Argentina/España, 2025). Dirección: Benjamin Ávila. Guion: Benjamín Ávila y Marcelo Müller. Elenco: Natalia Oreiro, Amparo Noguera, Alberto Ammann, Federico Heinrich, Marcela “Tigresa”Acuña, Lide Uranga. Fotografía: Sergio Armstrong. Edición: Andre Chignoli. Duración: 105 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena.
Benjamín Ávila decidió hacer esta película después de ver una charla TED que le recomendó Mariana Volpi, una abogada amiga que trabaja en la Procuración Penitenciaria de La Nación. La protagonista de esa exposición es Andrea Casamento, la mamá de un joven de 18 años que fue recluido en una cárcel de máxima seguridad (el penal de Ezeiza) y liberado seis meses después por falta de mérito. Una negligencia fatal que cambió la vida de una familia.
Después de sufrir esa desgracia, Casamento fundó la Asociación Civil de Familiares de Detenidos (ACiFaD), una organización no gubernamental sin fines de lucro que funciona desde 2008. También se casó con Alejo Fernández, un recluso que su hijo conoció en Ezeiza.
La historia de ese suceso doloroso que vivió y de su lucha por superarlo -digna de una película, está claro- es la base de este nuevo largometraje de Ávila, con Natalia Oreiro otra vez como protagonista, igual que había ocurrido en Infancia clandestina, film de 2011 atravesado por otro drama argentino, el del exilio de militantes políticos durante la última dictadura militar.
Ávila se toma algunas licencias respecto de los hechos reales con el objetivo de potenciar una ficción con más ribetes, pero sus focos son claros: la solitaria y valiente pelea de una madre desesperada contra la burocracia estatal ante una injusticia lacerante y su transformación a partir de la creación de lazos de solidaridad con un nuevo círculo de relaciones inesperadas.
Empleada en una inmobiliaria, la protagonista excluyente de la película es una mujer viuda y con tres hijos que, obligada por las circunstancias, debe meterse de lleno en un mundo que no conoce: el de las agotadoras rutinas de los familiares de personas detenidas, siempre rodeado de incomodidades y asperezas.
Es esa excursión vital la que funciona como corazón de La mujer de la fila. Porque abre la puerta a un diálogo entre dos realidades diferentes -la de una “integrada” de clase media y la de aquellos que viven a diario las penurias de la exclusión social- y porque por primera vez en mucho tiempo una ficción argentina pinta el contexto carcelario con una precisión que series como El marginal y Tumberos han banalizado bastante en su afán de transformarlos en puro espectáculo. En ese marco, el trabajo de Oreiro es clave: luce segura, comprometida con su papel, transmite la energía arrolladora de una mujer decidida a dar pelea por lo que cree pero que no puede esconder sus altibajos y vulnerabilidades.
Sin embargo, la película también tiene algunas debilidades, relacionadas mayormente con su inclinación por el sentimentalismo: como si perdiera súbitamente la confianza en el poder de la propia historia que cuenta, abandona un registro más seco que funciona muy bien para subrayar con una banda sonora intrusiva cada escena en la que pretende inducir al espectador a una emoción prefabricada, incluyendo la historia de amor de la protagonista y un recluso, cargada de unos cuantos estereotipos.
Aun así, se trata de un trabajo muy valioso porque echa luz sobre un tema poco abordado: la gran mayoría de familiares que sostienen los vínculos con las personas privadas de libertad son mujeres que ponen el cuerpo y periódicamente hacen esa fila emblemática de la que habla el título, dando muestras ostensibles de una empatía que en el sistema penitenciario no es moneda corriente.
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