El grupo presentó Bipolar en el Luna Park y repasó buena parte de su trayectoria, con Juan Campodónico y Fernando Santullo como invitados. Crónica y fotos.
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"Felicitaciones por el mundial que estamos haciendo los dos. Ojalá que nos encontremos en la final... ¡y que gane el mejor!". Promediando el recital del sábado 19, el guitarrista y cantante Roberto Musso hace la única referencia mundialista de la noche. La bandera uruguaya flamea bien cerca del escenario y entre la dulzura cercana del tres a cero a Sudáfrica y este Luna Park repleto y rendido a sus pies, los uruguayos se sienten, al menos por un rato, campeones de América y del Mundo.
Más de un cuarto de siglo ha pasado desde la fundación de El Cuarteto de Nos y, también, de ese split primitivo editado por Ayuí y compartido con el gran Mandrake Wolf. "Ese disco era verdaderamente bipolar" han declarado en más de una oportunidad los miembros del Cuarteto, en un guiño al flamante Bipolar (2009). Y acaso ni la gran convocatoria, ni la magnitud del histórico palacio de los deportes porteño, sea el mayor triunfo de este grupo de delirantes uruguayos. Sino, más bien, el placer secreto y perverso de hacerle cantar a miles de voces "me tatué al Che en una nalga", o "tengo más tabúes que hindúes o paquistaníes" o "duermo boca abajo y en pijama si hace frío".
Ahora transformado en quinteto, por el año sabático del guitarrista Ricardo Musso, el Cuarteto encontró en el guitarrista Gustavo "Topo" Antuña (Buenos Muchachos) y el tecladista Santiago Marrero, el complemento ideal para reforzar la pared sonora que el productor Juan Campodónico (Bajofondo, colaborador de La Vela Puerca y Jorge Drexler, entre otros) le imprimió al grupo desde la (re) grabación de los grandes éxitos cuarteteros en 2003 y, sobre todo, en los emblemáticos Raro (2006) y Bipolar. S bien Roberto Musso asumió aún más el rol de frontman para esta nueva etapa del grupo, Alvin, el batero, abandona su habitual ostracismo y tiene su momento de gloria cuando pasa al frente para cantar la hilarante página autobiográfica "Alvin, el batero" y presentar al resto de sus compañeros. Y en varios pasajes del show, el bajista Santiago Tavella, toma el micrófono y se transforma en un crooner insólito para cantar, estático, baladas electro-pop, como "El karaoke de mi noviecita", "Primavera" o "Pobre papá". Y también recrea, a escala estadio, chistes y reflexiones de café concert, en sintonía con las presentaciones del grupo en el sótano de Unione e Benevolenza, una década atrás y para mucha, muchísima menos gente, que la multitud que ahora los acompaña.
La excusa del show es la presentación de Bipolar y si bien el repertorio incluye los hits de este disco (el egolatrísimo comienzo de "Mirenmé", con Fernando Santullo como MC invitado; "El hijo de Hernández", con Juan Campodónico en la guitarra; el acting de Roberto con la vieja Olivetti incluida para "Breve descripción de mi persona"; las declamaciones de "Mi lista negra"), el Cuarteto se toma la licencia de repasar piezas añejas, como la balada oscura "Sólo un rumor" (recreada alguna vez por el Enano, de La Vela Puerca, en su grupo paralelo Yo y el Enano Mandril), "No quiero ser normal" y, acaso, su canción más emblemática (pre-Damián) "El día que Artigas se emborrachó".
Cruza de rock y hip-hop, el sonido predominante del Cuarteto versión 2010 es poderoso y homogéneo, aunque mantiene en algunos aires de milonga vestigios de la polirritmia característica de los 90. Ahora el grupo es una máquina de hits que tiene en "Yendo a la casa de Damián" un verdadero himno para sus fans, que celebran este recital consagratorio y piden ¡un whisky para los vencidos!
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